Artemisia

Artemisia
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Описание книги

El bombardeo nazi de Florencia en agosto de 1944 destruyó el manuscrito de la novela que Anna Banti había dedicado a la figura de Artemisia Gentileschi. Banti encontró en la gran pintora del Barroco (1593-1652/53), silenciada por una historia del arte eminentemente masculina, el símbolo universal de mujer luchadora y en incesante pugna por la reivindicación de su dignidad, y también una «compañera entre los escombros», una amiga imaginaria que compartía con ella la carga de una permanente desconfianza del entorno hacia sus cualidades.Así, poseída por la voz y la mirada de una mujer de hace más de trescientos años, Banti puso en pie una nueva obra, poliédrica y poética, escrita en dos tiempos y, en cierto sentido, contra el curso del tiempo y «su irreparable corriente». Un coro a dos voces: la de una mujer borrada por la Historia y la de otra que apuntala un presente en ruinas.Artemisia, hija del pintor Orazio Gentileschi, compañero de Caravaggio, fue violada a los diecisiete años por su profesor de pintura, y humillada y torturada en un posterior juicio por estupro. Su venganza fue imponerse como artista, otorgando a las mujeres de sus lienzos (a Judit y a Susana, a Betsabé y a Lucrecia, a Cleopatra y a María Magdalena) un protagonismo incómodo y fascinante para su siglo, y que alcanzó un inaudito reconocimiento. Con una escritura sensorial y medidamente culta, Banti reconstruye la cotidianidad de una pintora itinerante a la fuerza, pero también ahonda en la complejidad psíquica de una vida marcada por las ausencias.Lejos de limitarse a la observación imparcial, la literatura de Banti continúa, como un misterio mayor, allí donde la historia se detiene, como la pintura de la propia Artemisia, con una libertad pura surgida de unos tiempos miserables.Una obra de profunda sabiduría moral y estilística, una de las cimas de la novela italiana del siglo XX. «Nunca la pasión de una escritora por su protagonista se ha formulado con tanto esmero.» Susan Sontag"Lo que resulta fascinante de Artemisia es el peregrinaje de la pintora, primero por Italia y después por Europa, con una absoluta y firme fidelidad a la vocación del arte." Attilio Bertolucci" Artemisia no es sólo literatura, escapa de esos límites. Banti estudió la composición de las obras de la pintora indagando en las turbulencias de su alma." Simona Casadio" Artemisia es mucho más que una novela histórica, más que una biografía novelada y mucho más que un hito de la literatura feminista. Sin renunciar a ser las tres cosas, Artemisia es, sobre todo, una lección de literatura." Ricardo Menéndez Salmón

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Anna Banti. Artemisia

NOTA DE LA AUTORA

EPÍLOGO

NOTAS

ÍNDICE

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COLECCIÓN FUERA DE SERIE, 5

TRADUCCIÓN DE CARMEN ROMERO

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Pero una tarde, a finales de agosto, el retorno inesperado de Orazio sobre las nueve, cuando las vecinas no habían cenado todavía y el rumor de la cháchara y las burlas, tras los lienzos de la ventana cerrada, contrastaba con la soledad laboriosa de Artemisia, sentada en su trabajo, descuidadas las ropas, con una taza de leche junto a las hojas de dibujo, por temor a que hilvanase la idea de la sospecha y a ser mal juzgada, Artemisia no pudo, esa vez, más que reflejar su inocencia. Tenía por modelo un ala gris de pichón, pacientemente recosida y pegada, que tenía que parecer un ala de ángel, y en el maniquí, un recorte de brocado azul. Los ojos claros de la muchacha, levantados hacia el padre que entraba, reflejaban aquel azul: ella se le apareció absorta y límpida, como cuando la retrataba de niña, quieta como solía quedarse viéndolo pintar. Al principio no hubo palabras, sino, en la mirada de Orazio, aquella luz jovial de cuando hablaba de pintura o se la mostraban, espejo de una actividad deseosa y feliz. Hacía años que la muchacha no la veía, y fue un rayo de sol el que le abrió la mano que empuñaba el lápiz, iluminó la hoja, desató sus miembros humillados. Al inclinarse sobre ella, le vio, en el ángulo del ojo, aquella contracción de benévolas arruguitas que preludiaba una sonrisa, un indicio de satisfacción. Con la yema del pulgar difuminó delicadamente la sombra un poco dura del carboncillo en el vestido del ángel. Se volvió a levantar y también ella se levantó intimidada, pero no torpe ya. Orazio dijo: «Termina», y entró en la habitación. Un minuto después le oyó que silbaba, refrescándose.

Aquella tarde, en la casa de los Gentileschi hubo sopa y tortilla, como en las demás casas de la vecindad, y padre e hija comieron sentados el uno frente al otro. Orazio había abierto la ventana; veían volar las golondrinas y el ruido del patio, incluso la voz de Tuzia, que no faltó, se quedó fuera como si los postigos estuvieran cerrados. Sirviéndose el último vaso, Orazio comenzó a hablar, y Artemisia fue tan feliz que las palabras se le escapaban, sólo oía la voz. La tenía sorda y baja, casi desganada, y aún más cuando sabía que decía cosas nuevas, que eran escuchadas con interés o maravilla. «He terminado en Monte Cavallo y no quiero trabajar más en Roma, necesito viajar. Por ahora vamos a Florencia; el gran duque me ha hecho una propuesta y las condiciones son buenas. Se incluye también una visita a Pisa.» Una vez vaciado el vaso, Orazio se levanta de la mesa, su silueta enjuta se recorta en la luz pálida de la ventana. La hija se ha quedado sentada entre los cacharros que tendrá que fregar, pero sin aliento, entre el temor y la esperanza. «¿Vamos?» ¿De quién habla el padre? Quizá quiere llevarse consigo a Francesco y a todos los hermanos, ella se quedará sola en Roma. Y entonces Orazio se vuelve, la mira un momento, después fija la atención en el fregadero: «Si quieres venir te llevo conmigo y conmigo trabajas. Pero antes te tienes que casar».

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