Ecos australes que el viento guardó

Ecos australes que el viento guardó
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Описание книги

"Mi más grande sueño es dibujar el sonido del agua, el susurro del viento y el latir de cada ser viviente en mis trazos y mi poesía. Atrapar el tiempo, detenerlo, revivir su mirada, aquella que un día capturé desde un lejano rincón del salón". Este es el sentimiento de Emilia Carpentier, un alma joven, vibrante y apasionada. Su amor por la literatura y las artes la dotan de una sensibilidad ilimitada que la impulsa a aventurarse hacia los lugares más recónditos de la ciudad, hasta acercarse a las almas desventuradas. Del otro lado del mundo, en la lejana gelidez de Tierra del Fuego, una joven selk'nam es capturada junto a otros miembros de su tribu para formar parte del zoológico humano expuesto en Europa durante la Exposición Universal de París (1889). El azar la une al destino de un chico que profesa un profundo amor por el mar y a una joven pura y sensible que fue criada en un burdel. Sin proponérselo, se verán envueltos en una red de secretos familiares y desconsuelos amorosos, en una novela que reúne distintas voces e historias, orquestadas con maestría por Catalina Ferrada para mantener al lector en vilo hasta el final.

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Catalina Ferrada. Ecos australes que el viento guardó

ECOS AUSTRALES QUE EL VIENTO GUARDÓ

Catalina Ferrada

PRIMERA EDICIÓN. Septiembre 2020. Editado por Aguja Literaria. Noruega 6655, departamento 132. Las Condes - Santiago - Chile. Fono fijo: +56 227896753. E-Mail: agujaliteraria@gmail.com. Sitio web: www.agujaliteraria.com. Facebook: Aguja Literaria. Instagram @agujaliteraria. ISBN: 9789566039556. DERECHOS RESERVADOS. Nº inscripción: 2020-A-7423. Catalina Ferrada. Ecos australes que el viento guardó. Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra. por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático. Los contenidos de los textos editados por Aguja Literaria son de la exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan el pensamiento de la Agencia. TAPAS. Imagen: Camila Elizabeth Rojo Vega. Diseño: Josefina Gaete Silva

A LOS SELK’NAM. Suspendida al viento en susurro lejano escuché tu nombre, y haciendo girones mi alma, rocío invierno surcó los. cristales de mis ventanas. En la luz de tus ojos sucumbieron todas las flores y gran. resplandor anunció tu alborada. A ti, selk´nam, que tanto supiste de la tierra y el cielo, que. hiciste tu alma gaviota

AGRADECIMIENTOS

ÍNDICE

Mapa de Tierra del Fuego. Prefacio. Capítulo I. Francia. Capítulo II. Más allá del vitral. Capítulo III. Revelación. Capítulo IV. Historia de un gran amor. Capítulo V. La emboscada. Capítulo VI. El reencuentro. Capítulo VII. Dos cadenas y un destino. Capítulo VIII. Soledad. Capítulo IX. Hijo del viento. Capítulo X. Los selk’nam

Capítulo XI. Rose Marie. Capítulo XII. El viejo molino. Capítulo XIII. La promesa. Capítulo XIV. Añoranza. Capítulo XV. La partida. Glosario

MAPA DE TIERRA DEL FUEGO1

PREFACIO. La cordillera Darwin lucía majestuosa en los australes paisajes de la isla Grande de Tierra del Fuego. Imponentes glaciares, escarpados acantilados y el cristalino lago Khami, que desemboca en las inhóspitas aguas del estrecho de Magallanes, fue el hogar de los selk’nam, nativos del último lugar del mundo. Al norte de sus tierras ancestrales, extensas planicies esteparias fueron asoladas por ventarrones enardecidos durante aquel verano. Cambiaron las estaciones, cubriendo de nieve el bosque. El furioso viento estremeció a los nativos que hacían frente a las borrascas, aferrándose a sus ligeras vestimentas de pieles de guanaco cosidas al viento. Aquella noche, el cielo engulló las estrellas, deteniendo para siempre el tiempo

Introducción. Desolación. La fría nieve invernal cubre el bosque. Mordaz señal de tormentos, se tiñe de angustia y llanto. El frío penetra mis huesos sin piedad, mi aliento me hace recordar que aún estoy aquí. Un gran bulto sobre mi cuerpo se hace pequeño ante el dolor de la nieve quemante. El frío desgarra la carne de mis huesos. Hace tanto que intento arrastrarme, giro con lentitud y un gemido de dolor intenso ahoga mi garganta. Mi madre yace a mi lado, toco su rostro, pero luce tan lejano. Acaricio su piel, ya no es la misma. Cierro mis ojos y aprieto los puños; pienso en el ayer, queriendo arrancar la felicidad del tiempo

Capítulo I. Francia. Burdeos, invierno de 1888. Las calles desiertas hacen eco en mis pasos, acompasados al son de la lluvia torrencial. Corro con el abrigo enlazado en mis brazos, haciendo de este un sombrero pronto a anegar que inunda de aroma varonil mi oculto cabello. La inquieta lluvia resbala en mi rostro, mientras las empedradas calles se hacen aún más angostas ante la noche oscura y fría

***

Capítulo II. Más allá del vitral. Recuerdo que, al cabo de un año, mi mejor amigo cumplió su promesa

Capítulo III. Revelación. Luego de tan terrible vivencia, pasaron seis largos meses, hasta que una noche, al encontrarnos en medio de la algarabía, se cumplió lo que para mí era a esa altura un sueño. Pamela se acercó a nuestra mesa y nos dijo:

***

—Ambrosia, te he observado cada día, cada noche he oído tu llanto escabulléndose en el oscuro silencio del amanecer. Siempre imaginé que en esta vida no existiría otro ser humano que pudiera experimentar lo que sufrí ni soportar el dolor de una felicidad perdida para siempre. La primera vez que tocaron a la puerta del burdel, mi alma se estremeció. Vi en ustedes reflejada mi propia historia, por eso les ofrecí con tanta vehemencia todo cuanto estuviera a mi alcance para ayudarlos

»Un día, querida Ambrosia, también soñé con ser feliz. Me enamoré perdidamente de Virgilio, un joven lleno de luz. Su sonrisa inundaba su rostro de ternura, sus grandes y cálidas manos acariciaban mi cabello hasta hacerme dormir, le encantaba correr por los trigales y sorprenderme, me cogía de la cintura para girar tras alzarme en sus brazos. Nada le hacía más feliz que verme sonreír, todo era belleza en él. A veces, soñábamos que tendríamos muchos hijos y una casa adornada por un bello jardín, imaginábamos los verdes prados llenos de pasitos presurosos, dulces sonrisas y caricias infantiles

»Por aquel entonces, corrían malos tiempos. Napoleón Bonaparte estaba exiliado en la isla de Elba. Mi gran amor y yo éramos bonapartistas, fuimos perseguidos y torturados. Luego de once meses, en lo que consideramos un milagro divino, volvimos a tener noticias del gran Emperador. Existían en toda Francia lugares que expresaban a viva voz su apoyo a Napoleón, pero otros, como este burdel, disimulaban cautelosos su adhesión. Marie Claire, su dueña, daba alimento y refugio a cada bonapartista que llamara a su puerta

»Un día, dentro de aquellas idas y retornos de Napoleón al poder, nos sorprendió una revuelta. Algunos de los que habíamos considerado como aliados en la lucha nos traicionaron y, estando en una importante reunión, nos interceptaron. Al intentar escapar del tumulto, la multitud me separó de la mano de Virgilio. Lo último que le escuche decir fue: “¡Corre, amada mía, corre por tu vida!”

Capítulo IV. Historia de un gran amor. Aún permanece en mi memoria lo grato que fue volver a abrazar a la madame, semanas después. Como era de esperar, la presencia de Pamela contuvo una vez más mi alma, conmocionada ante su fantástica luz. Hablamos del amor y descubrí ante ella mis sentimientos por Felipe, pues comprendí que me encontraba junto a una noble amiga. Jamás había compartido algo tan mío, tan íntimo, un sentimiento que me dejaba vulnerable. Pero ahí estaba Pamela, conteniéndome al expresar su sentir

—Pamela, es hora de ponernos el antifaz. Disfruta la noche. Estaré cerca para que puedas compartir amenas conversaciones con personas más cercanas a tu edad. La sociedad parisina no se perdería por ningún motivo este evento. Si deseas un consejo, sé natural, no hay nada más bello en la mujer que la honestidad y la sencillez

»Si preguntan quién eres, di que eres mi hija. Si ves a lo lejos que cubro con sutileza mis labios, como si tosiera, debes alejarte del grupo o de la persona que te acompañe. Si no es así, estarás en presencia de personas muy interesantes, dignas de tu noble corazón

—Si la cruz templaria que resplandece es el bello reflejo de su alma, entonces hoy una ninfa de gran virtud ha visitado mi camino

Lo miré, impresionada por la belleza de sus palabras

—Si siendo una ninfa hubiera podido evitar en sus vidas tan crueles tormentos, entonces, desprovista de tal virtud, cambiaría sin mediar un instante tal vestidura..

—Jean Sebastián, es un placer. —Esta vez, su mirada lució tan sorprendida como la mía al extender su mano hacia mí

—Por favor, no llore. Yo siempre lo amaré como si fuera mi padre verdadero, eso ha sido usted para mí

—Niña, hija mía, dime por favor, ¿qué oprime tu alma? —Su voz quebrada susurró, mientras el noble señor se derrumbaba. Su espíritu cayó en un oscuro precipicio en cuyo espacio inerte se hallaba mi alma

—Jean Sebastián. Él estuvo aquí en el burdel una noche. Horrorizado al verme, salió corriendo sin decir una palabra. Solo pude ver llanto en sus ojos

—Descansa, hija, mañana te sentirás mejor. —Me abrazó largo rato en silencio, antes de despedirse

Capítulo V. La emboscada. Esa noche, los caballos se detuvieron en mi hogar, en medio de la absoluta oscuridad. Tras dejar a Sol Naciente en su caballeriza y despedirme de mis amigos, ingresé con sigilo. Una tenue luz me atrajo hasta la cocina y, al ver que Ema dormía, suspiré de alivio. Deseé pedirle que fuera a dormir abrigada a su cama, en el preciso instante en que me percaté de que había olvidado cambiar mi vestimenta varonil. Temí que despertara, así que apuré el paso

Pamplona, España. Julio 17 de 1869

—Maximiliano, te llevas un trozo de mi vida, la mitad de mi corazón; ante un padre con inmensas virtudes, florecerá la más hermosa amapola. Protégela como si fuera parte de tu piel, guíala y haz resplandecer en ella tu maravillosa luz. Sé que fuera de este burdel le ofrecerás un futuro que jamás podré brindarle. ¡Ayúdame, no me abandones ahora, cuando más te necesito! Me quedaré acá, orando cada día por su felicidad y no habrá niña en este mundo que me llame madre, porque no mereceré tal virtud hasta el día que Dios me permita abrazar a mi amada. Maximiliano, dejo en tus brazos a mi pequeña para que inunde de ternura tu vida, así lo dicta mi corazón

»No he visto en mi vida un acto de amor más inmenso. ¿Por qué? No merezco tan inconmensurable bendición... ¿Y qué será de ti? Abrigas mi existencia con uno de tus seres más amados. ¡No lo merezco!

»En Pamela, su hermana, estará la mitad de mi amor y mi consuelo, cuando recuerde a mi niña… Ante ti abrió sus ojos por primera vez, y aferrada a tu mano buscó tu calor. Ella te eligió, Maximiliano, no debemos quebrantar el designio de Dios. Cuando sea una bella joven, pon la cruz en su cuello para reconocerla entre la multitud… Dime cómo he de llamarla para susurrar su nombre y evocar lo mucho que la amo, para soñarla en mis brazos cada día. Al clarear el alba y caer la noche, imaginaré su mano abrazando la tuya, y tu regazo será mi pecho inundado de amor

—Jamás comprenderé por qué me vistes con tal dignidad. Conozco bien tus pensamientos, duele saber que, incluso muriendo poco a poco por la ausencia de tu hija, lo que te diga no va a doblegar la decisión que has tomado. Asumo esta bendición y la hago nuestra, desde hoy y por siempre. Es mi promesa, Ambrosia, inundar sus días de felicidad y hacer de ella alguien valiente como su padre, noble como su madre y amante del arte que tanto admiras. No costará mucho reconocerla, amiga mía; haré de ella tu hermoso reflejo. Emilia será su nombre, en honor a su padre; llevará en su pecho vuestra cruz el día en que la vuelvas a ver. El estandarte que hoy le dejas será su guía durante su vida

Capítulo VI. El reencuentro. En la soledad de mi habitación, di vueltas de un lado a otro, frenética y desbordante de felicidad. Luego, recostada sobre la cama pensé en Rose Marie, mi madre adoptiva, y en mi nodriza Ema; comprendí la razón de su eterna frialdad hacia mí. Lloré con todas mis fuerzas de pena y decepción, pero también una gran compasión me inundó. Ensimismada en mis cavilaciones, me dormí

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Capítulo VII. Dos cadenas y un destino. Todo resultó sorprendente. La imponente Torre Eiffel, cuyo arco inferior invitaba a los asistentes a ingresar a la Exposición Universal, se hizo pequeña ante la enorme explanada del Campo de Marte, que cobijaba obras arquitectónicas de gran belleza en pabellones de diversos países

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Capítulo VIII. Soledad. Una noche se nos ocurrió hacer una fogata en el patio con mis amigos, frente al humedal. Acompañados de un violín, una guitarra, las bromas de Vicente y una cena al aire libre que mi padre, Felipe y Jean Sebastián se esmeraron en preparar, ocurrió algo fascinante. La joven nativa, con su mirada perdida en la flama danzante, comenzó a narrar un recuerdo de su vida al sur del mundo. Sus palabras sonaban nítidas, como si acaecieran los hechos en ese preciso instante

Capítulo IX. Hijo del viento. En la distancia, desde el penumbroso pasillo, la voz de Rose Marie se perdía en mis oídos, que desde el alba contaban los segundos del reloj. De pronto, entró a mi habitación dejando un vaso de leche y el magazine en la mesita de luz. Un párrafo en la portada llamó mi atención. Anunciaba la noticia de un señor que, retornando de una expedición al extremo sur de América, reclamaba el abrigo encontrado en la Exposición Universal de París, aquel gabán que la policía francesa pesquisaba con tanto afán. Su nombre, Tarik Le-Clerk

***

***

Capítulo X. Los selk’nam —En mis idas y venidas a tierras australes, en mi afán por encontrar a la joven nativa, comencé poco a poco a entablar amistad con un anciano que gustaba de merodear por el bosque en solitario. Decía que aquel era el hogar de Yosi, el espíritu del monte. Siempre que el anciano me hallaba en la verde espesura, aceleraba el paso y me llamaba koliot, que quiere decir capa roja, por las capas rojas que usaban los policías que llegaron a Tierra del Fuego. Por ello, designaron aquella palabra para todo hombre blanco

—Los selk’nam poseemos un profundo sentir espiritual. No es un desvarío imaginar que nuestros ritos resulten una rareza para los koliot. Imposible es para el hombre blanco conocer nuestro sentir, porque ellos no valoran lo que para nosotros es sagrado. Pero tú, Koliot, tienes un corazón noble, y buena es tu mirada. —El anciano miró el cielo, indicándome la luna—. En el origen de los tiempos, los hóowin (las fuerzas naturales) eran poderosos chamanes que dominaban la Tierra. Un día llegó un hombre mortal que hizo imposible la convivencia en la Tierra, puesto que al ser los otros inmortales, no podían estar juntos. Como resultado de aquel desafortunado encuentro, los hóowin inmortales se transformaron en astros, animales, lagos, tierras y cordilleras eternas. En ese instante, el hombre selk’nam hizo su aparición en Tierra del Fuego

»Los hombres, a diferencia de las mujeres, creemos en un solo dios llamado Temáukel. Existen otros espíritus, pero jamás cercanos a nuestro Dios

»Temáukel fue el creador del cielo sin astros y la Tierra sin forma. Una vez que se creó la Tierra sin forma y el cielo sin astros, Temáukel ordenó a Kenosh establecer orden en esta tierra. Así, aquel howenh (antepasado) denominado Kenosh, guardó respeto y obediencia. Creó a la mayoría de los animales, los fenómenos naturales, las altas cumbres y los astros. El cielo y la tierra jamás fueron transformados por Kenosh, puesto que el cielo que existe más abajo de la morada de nuestro Dios, había sido creado por Temáukel. En el instante de la creación, poblaban la Tierra varios árboles y arbustos, por lo que ningún selk’nam sabe si fueron o no obras de Kenosh en realidad

»Kenosh no tenía derechos o poderío alguno sobre los animales que había creado. Una vez concluida su misión terrenal, ascendió en una fulgurante estrella, más allá de las nubes. Bajo sus órdenes, dejó leyes al hombre, pero él no oficiaba de juez ante ninguna conducta humana. Desde aquel día en que los ancestros selk’nam le vieron ascender, nadie volvió a saber de él; su desaparición es eterna

»Temáukel jamás descendió para compartir con ser humano alguno, ningún selk’nam conoce su rostro, Él sabe todo lo que sucede en la tierra. Vive en absoluta soledad, no tiene hijos o familia, existe en completo aislamiento. No se cansa ni duerme, no se alimenta como los humanos. Distante a toda la creación en la tierra, es ajeno al alma humana de los que habitamos este mundo. Sin embargo, cuando el hombre muere, su alma se encuentra con Teumákel y se queda con Él hasta la eternidad

»Él mira a todos los selk’nam, sean adultos, mujeres, ancianos, niños y a los que nacerán. Su espíritu puro no posee cuerpo; aunque jamás ha descendido a la tierra, todo lo ve. Nosotros no reprochamos a Temáukel. Si alguien está enfermo, guarda silencio y afronta la enfermedad, reflejo de sus malos actos. No olvidamos la existencia de Temáukel

—Es deber de cada selk’nam mantener el espíritu fuerte ante todo. No es bueno demostrar sentimientos ni hacer alarde de expresiones. Se debe tener un corazón bueno y paciente; también, debemos mantener una actitud austera

»Nuestros niños no deben comer en la noche, pero si un hombre o mujer desea comer a horas avanzadas, le corresponde tirar un trozo de comida hacia afuera, como ofrenda a Temáukel. Si el tiempo es inclemente, la mujer arroja un trozo de carbón, que en el fuego arde, para pedir a Temáukel que aclare el cielo y nos regale días sin frío, nieve o lluvia intensa

»Debemos guardar obediencia a nuestro Dios, cuidar a los enfermos y ancianos, escucharlos y respetarlos siempre, porque poseen mucha sabiduría. Nadie debe gritarle a un anciano; si lo hace, se avergonzará y pedirá perdón por su actitud reprochable, sobre todo si es un joven. Un anciano sí puede gritar a alguien en una discusión; solo si él lo desea, pide disculpas. Siempre es y será respetado y valorado por su edad avanzada, y con ello, sus vastos conocimientos y su sabiduría

»También debemos ser respetuosos al ser invitados por alguna familia a comer. No podemos apresurarnos como si estuviéramos muertos de hambre. Debemos esperar a los dueños de la choza; en cuanto nos ofrezcan, comeremos con tranquilidad. Del mismo modo, no debemos llegar a un lugar con las manos vacías

»Es vital para nosotros compartir con otras familias si el alimento es abundante. Si la caza es buena, invitar a nuestros vecinos. Si alguno encuentra una ballena varada en la playa, debe hacer señales de humo para que otras personas se acerquen a buscar alimento

»También es de gran importancia tener un carácter tranquilo, sobre todo las mujeres; muy apreciadas y valoradas son aquellas que poseen un temple sereno. La mujer más virtuosa entre todas es aquella que, además de poseer un carácter sereno, es alegre y trabajadora. Nos encanta observar a los niños, mujeres, jóvenes o adultos dispuestos a ayudar a los demás. De la misma forma, despreciamos la flojera y el desinterés

—Según la leyenda, los ancestros de las mujeres selk’nam tenían grandes poderes. Por tal motivo, dominaban a los hombres bajo las normas del matriarcado. Ellos debían cuidar a los niños, llevar las cargas al trasladarse de lugar, cocinar, dedicarse a las labores domésticas y buscar el sustento

»Las mujeres conservaban esa elevada posición porque, durante las ceremonias del Hain, en que se iniciaba a las jovencitas en los conocimientos ancestrales, se disfrazaban para simular ser espíritus y danzaban con el rostro cubierto, mientras los hombres creían estar frente a entidades de otro mundo. Ellos sentían profundo respeto y temor por aquellos espíritus, mientras que las mujeres, a diferencia de los hombres, experimentaba gran afinidad. Aquella valiente actitud les otorgaba ante sus ojos gran poder. Por esta razón, no veían con desencanto estar bajo el dominio de una sociedad matriarcal, tampoco consideraban injusto que ellas ostentaran tan privilegiada posición

»Sin embargo, las mujeres mentían a los hombres al hacerse pasar por entidades inexistentes, y les hacían trabajar duro durante el tiempo que se prolongaban aquellas ceremonias del Hain. Les decían que debían salir a cazar para alimentar con carne a una entidad iracunda del inframundo, llamada Xalpen, pues solo alimentándola era posible apaciguar su ira

»De este modo, con la historia de Xalpen se aseguraban de tenerlos alejados de la choza ceremonial Hain, y también de la posibilidad de insurrección. Lasmujeres, ocultas en la choza (suficientemente alejada del campamento para no despertar la curiosidad de los hombres), se disfrazaban de Xalpen y otros espíritus que habitaban en la tierra o descendían del cielo. En la ceremonia del Hain iniciaban a las adolescentes, pintaban sus cuerpos y usaban máscaras para proferir desgarradores sonidos en las chozas ceremoniales

»En el centro de la choza, ardía una eterna llama que denominaban el fuego sagrado del Hain

»Los hombres, horrorizados al escuchar los lamentos, gritos y gemidos de mujeres fingiendo dolor, creyéndolas en grave peligro, se sentían culpables por no haber dejado suficiente alimento a la furiosa Xalpen. Desesperados, elevaban plegarias a los dioses, y al día siguiente se esmeraban en tener más alimento para aquel espíritu del inframundo, sin imaginar que aquella carne la comían sus mujeres

»Aconteció que en un día, tres hoewnh, Sit, Kehke y Chechu, se asomaron a la choza del Hain a espiar; sorprendieron a una mujer justo en el momento en que se disfrazaba del espíritu llamado Matan. Con enorme impresión las reconocieron, furiosos por tan vil engaño. Sit silbó para hacer un llamado a los hombres; las mujeres, al oír la voz de alerta, apagaron de inmediato el fuego sagrado, pero era demasiado tarde. Los tres fisgones se transformaron en pájaros y huyeron del lugar, camuflándose en el bosque

»El sol (Krren), al igual que los hombres, descubrió que había sido burlado; inundado de cólera, fue junto a los hombres a la choza del Hain. Enardecidos por la furia, mataron a Matan, quien se convirtió en un cisne con el rostro mitad blanco y mitad negro; igual desgracia corrieron las mujeres jóvenes, adultas y ancianas. Algunos hombres, al oír las súplicas de sus hijas, desearon salvarlas, pero nada pudieron hacer, ya que también fueron asesinados. Junto al fuego sagrado, el sol increpó a su esposa, quien era la xo´on (chamán) más poderosa: la luna (Kreeh). Ella intentó defenderse, pero su marido iracundo golpeó su rostro con un palo en brasas. Tras la terrible vejación, Kreeh se puso de pie. En ese momento, llegó el hermano del sol, Shénu, y la arrojó a las ardientes brazas del fuego sagrado, donde Kreeh sufrió terribles quemaduras. Enfurecida por tan cruel afrenta, se levantó para correr más veloz que el viento y alzó su vuelo hasta convertirse en el astro que ilumina el cielo nocturno. Kreeh se quedó allá en lo alto, convertida en luna, mientras el sol, Krren, la siguió colérico; en raudo vuelo quiso atraparla y seguirla por siempre, pero jamás pudo ni podrá alcanzarla

»Las mujeres murieron ese día, solo las niñas más pequeñas fueron perdonadas, por desconocer los secretos del Hain

»Los hombres, sumidos en el dolor, guardaron luto por sus mujeres muertas. Desde aquel horrible suceso en adelante, los hombres selk’nam adoptan el rito del Hain, guardando bajo siete llaves el secreto y condenando a pena de muerte al hombre que divulgue o a la mujer que descubra el secreto ancestral de aquellos tiempos en que, mediante la ceremonia del Hain, otorgaban a las jovencitas las estrictas normas de convivencia y los profundos valores éticos y morales. Ahora somos los hombres quienes, pintando nuestros cuerpos y usando máscaras, representamos lo que ellas inventaron como un legado ancestral por el resto de nuestros días

»Una vez que el hombre selk’nam participa de la ceremonia del Hain, o Ceremonia de Iniciación, comprende que Temáukel es nuestro Dios; mientras que las mujeres, desconociendo la verdad sobre sus antepasados, imaginan en los espíritus que no son más que nuestros cuerpos pintados, verdaderas deidades a las que temen. Tanto, como los hombres selk’nam le tememos a una mujer que nos mira desde lo alto; convertida en luna, su nombre es Kreeh

»Hace algunas noches, igual que en cada eclipse, los chamanes varones celebramos ceremonias rituales para apaciguar a la luna. Ella, enfurecida y rencorosa, estará tras nosotros por toda la eternidad

***

***

Capítulo XI. Rose Marie. Una tarde en que nos visitaron Felipe y Vicente, Tarik quedó muy sorprendido ante el relato de mi apariencia varonil en medio de la noche, según le contaron mis amigos. Me pidió que saliéramos, pues afirmaba que tamaña aventura no había imaginado ni en sus años de mayor desvarío. Tanto tiempo había pasado desde el rescate de Koshpy, que los recuerdos trajeron a mi memoria aquellas andanzas, sobre todo la paliza recibida por mi padre, al creerme un ladrón en mitad de la oscuridad

***

Capítulo XII. El viejo molino. Vicente, en sus intentos por sacarme de la profunda tristeza en que me hallaba, me invitó a cabalgar hasta el molino; Felipe, acelerando el paso, nos hizo compañía. Junto a ellos se hicieron cortas las horas, hasta que Vicente, al recordar que tenía un compromiso con su padre, nos dejó antes del ocaso

Capítulo XIII. La promesa. Tras más de dos años, recibimos una carta que contenía la invitación para una fiesta de disfraces en París, velada que ofrecía un joven proveniente de una insigne familia. Su nombre lo supe por el membrete: Tarik Le-Clerk

—Aquella imagen que ves reflejada en el agua es tuya, es tu bello rostro y tu pequeño cuerpo. ¿Has visto en las cumbres las fucsias mecidas por el viento? Así es tu cuerpo, igual que aquella flor que guardará en su capullo ternura y amor. Cuando llegue la primavera a tu ser, florecerá con colores fascinantes, al abrigo de tantos conocimientos adquiridos en aquel capullo en apariencia dormido

»Tu resplandor embellecerá la senda de cada persona que vislumbre tu camino. En tu sendero encontrarás grandes amigos, seres que te inundarán de afecto y felicidad. Solo uno se hará visible a los ojos de tu corazón, entonces florecerás e inundarás a un nuevo ser con tu amor y sabiduría

»Los años pasarán. Con cada latido tu pétalo se marchitará un poco, pues debemos volver a la tierra que nos vio nacer. Será un proceso lento, como la danza de las aves al volar. Tendrás muchos años para crecer cada día en experiencia y sabiduría, que debes regalar a cada ser que se cruce en tu camino. Hasta que llegue el momento en que retornes al hogar de nuestros ancestros por toda la eternidad

»Un día yo también partiré. El reflejo de estas aguas te traerá mi imagen si tu alma grita mi nombre. Aquí estaré, amada nieta, jamás te abandonaré

»Escucha, ha llegado el viento. Oye, amada nieta, el bello sonido de las olas acariciando la ribera, escucha el trinar de las aves. Todo en la creación es perfecto

»Un día comprenderás que lo más importante no es el exterior, no importa que mis pétalos estén marchitos. Nada es más trascendental en la vida que la bondad y el amor. Debes guardar mis palabras como el más precioso tesoro en tu corazón, así lo ha dicho mi padre, tu abuelo y el padre de tu abuelo, generación tras generación, y así será hasta la eternidad

»Vamos, se hace tarde

Capítulo XIV. Añoranza. Dos días más tarde, mi padre nos dio la grata sorpresa al llegar a casa en compañía de Tarik y Pamela. Mi amada hermana, por primera vez en mi hogar, vino a mi encuentro junto a Jean Sebastián. Los abracé feliz. Tuvimos un grato almuerzo entre risas provocadas por las bromas de mis amigos, también presentes. En la sobremesa, los varones disfrutaron el bajativo, así que tomé las manos de Pamela y Koshpy para llevarlas al lugar que más apreciaba de mi casa, mi taller de pinturas. Busqué un lienzo arrimado en un rincón, parecía tragado por el polvo. Sentada a lo lejos, mi amada hermana Pamela espiaba sonriente, con sus ojos cubiertos por un pañuelo

—El que habita arriba de las estrellas todo lo ve. Has venido a mí, hombre blanco, y me has ofrecido tu pan. Ante los surcos de mi piel, viste mi alma, tu mirada humilde conoció con respeto y admiración los senderos donde cada selk’nam va caminando. Llegaste un día, Koliot, hasta este anciano, a quien ofreciste tu mano

»Tu noble corazón, sin saberlo, respeta las tradiciones de mi pueblo. Te he visto cazar solo para saciar tu hambre, has alimentado a mi pueblo al dejar carne en el bosque para mis hermanos oprimidos. Te he visto atesorar nuestras flores, le hablas a los árboles, a los pájaros y a nuestros hijos. Acogiste al abuelo de Koshpy cuando yacía moribundo a tu lado. Te vi llorar con el alma destrozada al llevar en tus brazos a Koshpy, desgarrada de la forma más cobarde y cruel en que se puede lastimar a una mujer; quebrantada está tu alma desde que tus hombres te contaron su incierto destino

»Mucha sabiduría esculpiste en tu corazón. Ante la gran asamblea, sin saberlo te hiciste un hijo de nuestra tierra. Entonces, ¿por qué la pena, Tarik? ¿Acaso no sabes que un selk’nam, aunque lejos esté, habitará su alma siempre en esta tierra? Ve sin dolor, hijo, los tiempos del hombre no saben mucho del alma

***

Tierra del Fuego, diciembre 3 de 1891

***

***

Capítulo XV. La partida. Marsella está alborotada, parece que el universo mismo converge en el antiguo puerto. Mis padres me abrazan y el calor de mi hermana viene a mi encuentro. A pocos segundos del zarpe, Pamela, en acto reflejo, corre por el portalón subiendo a bordo. Tarik, sorprendido y generoso, ordena a la tripulación detener las maniobras. Minutos después, se despide de Pamela informándole el próximo levar de las anclas. El entrañable abrazo de mi amada hermana me abriga otra vez y alejándose lentamente toma mi mano, extendiendo su brazo hasta el último instante

***

La sangre de mis manos se diluye en el agua al cubrirme por completo; en un acto reflejo, aguanto la respiración. De pronto, la escotilla cede, dejándome frente a los horrorizados rostros de Vicente y Tarik, que extienden sus brazos e intentan alcanzarme, pero una fuerza descomunal nos succiona. No hay voces, solo silente oscuridad. Tras un instante, mi ser es envuelto en una esfera de plácida luz que me hace retornar. Extasiada, contemplo el Burdeos de mi niñez, ahí está el viejo molino, la luna filtrándose por la techumbre rota, los frondosos árboles abrigando en su follaje pájaros de sorprendentes y brillantes colores, y en el cielo, bandadas de patos se pierden en el horizonte cubierto de espigas doradas al atardecer ***

***

GLOSARIO. Hain: Ceremonia ritual selk’nam, donde se iniciaba a los jóvenes a la adultez y se les enseñaban los secretos ancestrales. Hóowin o howenh: Fuerzas naturales, considerados poderosos chamanes. Kenosh: Un howenh. Koliot: Hombre blanco. Usurpadores de los territorios ancestrales. Koshpy: Flor. Klóketen: Nombre selk’nam otorgado a los jóvenes que participaban en la ceremonia del Hain. Kreeh: Luna. Krren: Sol. Matan: Espíritu bailarín en la ceremonia del Hain. Shénu: Hermano del sol. Temáukel: Dios selk’nam. Xalpen: Entidad iracunda del inframundo. Xo´on: Chamán

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No, no quiero mirar. ¡Tengo miedo! El horror estremece mi cuerpo.

Mi mente caótica es invadida por recuerdos… Estamos solas en casa, canto mirando a mi madre que sonríe a mi lado. Es necesario cambiar las pieles que abrigan nuestro hogar, mi hermano menor y mi padre están tras la huella del guanaco, nuestro sustento.

.....

El frío lo estremece, pero me cubre con su abrigo mientras me lleva. Atravesamos largas sendas del bosque. De tanto en tanto, otros hombres vienen a nuestro encuentro; les habla con voz grave y golpeada.

Al caer la tarde nos acercan dos extraños animales de cuatro largas patas, pero acepta solo uno. Me sube al lomo del animal, se sienta junto a mí y recorremos larga distancia junto a una caravana. De pronto, se abre el bosque y el mar nos recibe. A lo lejos, sobre las olas diviso algo extraño y sorprendente. Me impresiona que, a pesar de ser enorme, no se hunda. La caravana se detiene y, con ayuda de otros, me bajan del animal.

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