La leyenda del jinete sin cabeza y otros cuentos

La leyenda del jinete sin cabeza y otros cuentos
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Описание книги

El pueblo de Sleepy Hollow estaba bajo un hechizo adormecedor; la gente que vivía ahí caminaba soñolienta y era propensa a tener visiones y sueños extraños. Por todo el pueblo existían lugares encantados y supersticiones. Entre todas estas fantasías, había un espectro que sobresalía de todos los demás. Un soldado que por las noches cabalgaba velozmente, asustando a los lugareños con sólo el galopar de su caballo. Iba de un lugar a otro buscando algo importante: su cabeza. Irving Washington, escritor estadounidense del siglo XIX, narra esta y otras historias marcadas por la sátira social, utilizando para ello los ingeniosos recursos del terror.

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Washington Irving. La leyenda del jinete sin cabeza y otros cuentos

La leyenda del jinete sin cabeza y otros cuentos

Índice

La leyenda del jinete sin cabeza

Rip Van Winkle

La aventura de mi tío (Relato de un viajero)

El espectro del novio

La aventura del estudiante alemán

El Diablo y Tom Walker

La leyenda del astrólogo árabe

La leyenda del príncipe Ahmed Alkamel o El peregrino del amor

La leyenda de la rosa de la Alhambra

La leyenda de las dos estatuas discretas

La leyenda del soldado encantado

Отрывок из книги

Encontrado entre los papeles del difunto Diedrech Knickerbocker.

Era una agradable tierra de hipnótica calma, de sueños que se desplazan ante los ojos entrecerrados; y de alegres castillos en las nubes que pasan, siempre girando alrededor de un cielo de verano. Castillo de la Indolencia

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Brom, que tenía un poco de caballerosidad brava en su naturaleza, con gusto hubiera tratado el asunto como una guerra abierta y habría establecido sus pretensiones a la dama de acuerdo con el modo de los razonadores más concisos y simples, los caballeros andantes de antaño: por combate único; pero Ichabod era demasiado consciente del poder superior de su adversario para entrar en una pelea contra él; había escuchado a Bones presumir de que "doblaría al maestro de la escuela y lo pondría de adorno en un estante de su propia escuela", y era demasiado cauteloso para darle una oportunidad. Había algo extremadamente provocador en este sistema obstinadamente pacífico. A Brom no le quedaba más remedio que echar mano del cabuleo rural y hacerle pesadas bromas a su rival. Ichabod se convirtió en el objeto de la persecución caprichosa de Bones y su pandilla de jinetes rudos. Alteraron sus hasta ahora pacíficos dominios, ahumaron su escuela de canto tapando la chimenea, irrumpieron en la escuela por la noche, a pesar de sus formidables ataduras de estacas y ventanas, y pusieron todo en tal desorden que el pobre maestro empezó a pensar que todas las brujas del país celebraban ahí sus aquelarres. Pero lo que fue aún más molesto era que Brom aprovechaba todas las oportunidades para ridiculizarlo en presencia de su amante, obtuvo un perro vagabundo a quien entrenó para que gimiera de la manera más chistosa, y se lo presentó como la competencia de Ichabod, para instruirla en salmodia. Así continuaron las cosas durante algún tiempo, sin que se produjera ningún cambio concreto en las situaciones relativas de los contendientes. En una hermosa tarde otoñal, Ichabod, en un estado de ánimo pensativo, se sentó en el banquito alto desde donde solía meditar sobre todos los asuntos de su pequeño reino literario. En su mano balanceaba una férula, ese cetro de poder despótico; la vara de la justicia que descansa sobre tres clavos detrás del trono, el terror constante de los malhechores, mientras que en el escritorio que estaba ante él se podían ver diversos artículos de contrabando y armas prohibidas, decomisadas a los ociosos escuinles, como manzanas medio mordidas, pistolas, trompos, cerbatanas y legiones enteras de pajaritos de papel. Aparentemente, había habido un terrible acto de justicia recientemente infligido, ya que sus alumnos estaban muy ocupados con sus libros o susurrando detrás de ellos con un ojo puesto en el maestro; y una especie de monótona quietud reinaba en todo el salón de clase. La calma fue repentinamente interrumpida por la presencia de un negro con una chaqueta y pantalones de arpillera y un fragmento de un sombrero de copa redonda, como el sombrero de Mercurio, montado en la parte posterior de un potro desaliñado, salvaje y flacucho, al que manejaba con una cuerda a modo de cabestro.

Llegó ruidosamente a la puerta de la escuela con una invitación a Ichabod para que asistiera a una fiesta o tertulia que se celebraría esa noche en casa de Mynheer Van Tassel; y habiendo entregado su mensaje con ese aire de importancia y esfuerzo por el buen lenguaje que un negro puede mostrar en ese tipo de insignificantes encomiendas, corrió sobre el arroyo y fue visto alejándose de Hollow a toda velocidad, revestido de la importancia y prisa que implicaba de su misión. Todo era ahora ajetreo y bullicio en la anteriormente tarde tranquila de escuela. Los alumnos fueron apresurados a través de sus lecciones sin detenerse en tonterías; los que eran ágiles se saltaron la mitad con impunidad, y los que llegaron tarde tuvieron algo de asistencia de vez en cuando, para acelerar su velocidad o ayudarlos con una palabra difícil. Los libros se dejaron a un lado sin ser colocados en los estantes, los tinteros se voltearon, los bancos quedaron tirados y todos los alumnos salieron una hora antes de la habitual, estallando como una legión de jóvenes diablillos, gritando y brincando en la hierba con alegría por su temprana liberación.

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