La cruz en América (Arqueología Argentina)
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Adán Quiroga. La cruz en América (Arqueología Argentina)
La cruz en América (Arqueología Argentina)
Índice
PRÓLOGO
CAPÍTULO I. LA CRUZ EN AMÉRICA
CAPÍTULO II. EL SIGNO CRUCIFORME
CAPÍTULO III. LA CRUZ SIMBÓLICA
CAPÍTULO IV. La CRUZ en los DIOSES del AIRE
CAPÍTULO V. La CRUZ y el NÚMERO CUATRO
CAPÍTULO VI. EL SÍMBOLO CRUCIFORME
CAPÍTULO VII. LA CRUZ EN LOS ÍDOLOS
CAPÍTULO VIII. La CRUZ en las PETROGRAFÍAS
CAPÍTULO IX. LOS SÍMBOLOS COMBINADOS
CAPÍTULO X. RESUMEN SINTÉTICO
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICES PARCIALES
I.—DE AUTORES
Отрывок из книги
Adán Quiroga
Publicado por Good Press, 2019
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La identidad del suri (el avestruz americano) y de la Cruz en todo lo que se refiere al agua, puede decirse que ha sido descubierta entre nosotros por el doctor Quiroga, y seguramente es una de las partes más interesantes de su trabajo. Después que el doctor Quiroga llamó mi atención á los locos gambeteos del suri, cuando está por llover, he tenido ocasión de observar una de estas aves, y he notado que es el mejor de los barómetros. Los movimientos excéntricos de alas, patas y pescuezo, reproducen las figuras que se notan en los pucos[15] y tinajas, y no hay postura que se advierta en éstas, por violenta que sea, que no la véamos también en el ave en vida, cuando está por llover. Valiéndome de la advertencia de mi amigo, más de una vez en este año (1901) he adquirido fama de buen profeta de lluvia. Siendo, pues, la Cruz, como muy bien dice Quiroga, el símbolo del agua ó de la lluvia, y observando los Machis ó Hechiceros, la conducta de los suris en vísperas de la lluvia, lo más natural era que se pintase lo uno con lo otro. Lo del sapo se impone, y la sustitución de uno de estos símbolos por el otro, es una de las pruebas más satisfactorias que nos ofrece el autor de que la Cruz, con el suri ó sin él, es llamativa del agua.
Por lo que hace á la serpiente y su simbolismo, creó que también acierta Quiroga. Me consta que el vulgo nuestro, cree que una víbora en un lugar, en tiempo de tormenta, basta para hacer que allí caiga rayo; y un lindo espécimen que reservaba para un amigo naturalista en un rancho de mi hacienda fué destruido y arrojado lejos porque empezó á tronar, y los dueños de casa temían ser víctimas del rayo, si no se deshacían del incómodo huésped, que no necesitaba estar vivo para perjudicar.
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