Damnare silentium
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Adrián Misichevici-Carp. Damnare silentium
Índice
(SILENCIO MALDITO) PRÓLOGO
CARTAS..
LA PARTIDA
EL HIJO DE JACOB..
EL MATRIMONIO..
LA JUVENTUD HITLERIANA
EL ALISTAMIENTO
EL NIDO DE LOS CUERVOS
FIN DE CURSO
DEAMBULACIONES
LOS ESTUDIANTES DE LA BIBLIA
EL PODER DE LA MANADA
BERGEN BELSEN; EL PRINCIPIO DEL FIN
TENEMOS LA MISMA SANGRE
TAN CERCA Y TAN LEJOS
EL ENCUENTRO
«MI MUNDO»
LOS ÚLTIMOS MESES
ABRIL 1945
NOTAS
Отрывок из книги
Quiero agradecerle a Tania Ayelén Sejudo Pérez, por confiarme la historia de Emma y por toda su ayuda para que este proyecto vea la luz. Espero con ansias la novela que va seguir a “Damnare silentium” y comienza al final de esta. (Argentina 1998).
También quiero agradecerle a mi esposa por todo su apoyo.
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1936 fue el año en que me enamoré y el año de los Juegos Olímpicos en nuestro país. Los líderes políticos dirigieron casi todas las fuerzas en otra parte, tratando de enmascarar su gran odio por todo. Nosotros, la población, recibimos uno de los roles principales. Tuvimos que mostrar a los extranjeros lo felices que éramos, que bien estaba nuestro país bajo el liderazgo del Führer. Nos pusimos todos nuestras máscaras de alegría y a «pedido» de la dirección, aminoramos un poco la propaganda antijudía: de la radio, de los periódicos y sobre todo de las calles principales. Ya no aparecían los carteles o las frases escritas, sobre negocios judíos, así como: Sara, empaca tus maletas, eres un judío maldito, repugnante, mata a los judíos, lárgate de aquí, judío, etc. El ambiente era igual de falso, pero un poco más agradable. Las secuelas de este evento no tardaron en llegar a mi vida.
Era una noche como cualquiera; como de costumbre, después de terminar mi turno, echaba al último borracho del bar y cerraba la puerta principal. Daba la vuelta a las ultimas sillas sobre las mesas, terminaba de lavar el suelo y salía por la puerta trasera. Tenía que cerrar la puerta y desaparecer en la penumbra de la zona industrial. Aquella noche, sin embargo, mientras cerraba, vi una sombra mirándome desde la oscuridad. Estaba a unos pasos del único farol de la esquina del café, pero de tal manera que no fuera reconocido. Me asusté tanto que quise abrir la puerta y volver a entrar. La sombra notó mi agitación y salió rápidamente a la luz. «Emma, no te asustes, por favor, soy yo, David Stein, el hijo de Jacob». Me habló la sombra, la cual, en la luz recuperó su esplendor humano. «Disculpa mi atrevimiento, normalmente no hago esto, pero no puedo resistir sin verte. Tu mirada cambió mi vida más rápido que las leyes de Nuremberg. Si tienes miedo de hablar conmigo, o quieres denunciarme por mi proceder, sabiendo muy bien quién soy, hazlo sin el menor remordimiento. Pero antes de responder algo, escucha mi siguiente pregunta: ¿me permites acompañarte a casa?».
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