Esta colección de once cuentos no tiene ningún propósito relacionado con las clases, el aprendizaje o las calificaciones. Sus historias tienen la peculiaridad de estar protagonizadas por jóvenes enamorados, nostálgicos o imaginativos. Jóvenes que (por alguna razón) están conectados. Eso está muy bien, pues no hay razón que justifique que los jóvenes no podemos ser los protagonistas de las historias que leemos. Es difícil conocer por qué Alberto escribió este libro. ¿Acaso quiere hacernos perder el tiempo? ¿Enseñarnos algo después de asegurarnos que no lo va a hacer? ¿Lo escribió para que sus hijas no olviden que hay cosas más importantes que un peine? Tal vez eso no lo sepamos nunca, a menos que podamos preguntárselo en alguna de las ocasiones en las que se reúne a conversar con sus lectores. Lo que sí comprobaremos es que este hombre sabe perfectamente como hilvanar historias y dejarnos prendidos de ellas. Eso es algo difícil y a muchos escritores (incluyendo a los buenos) les lleva su tiempo. Bienvenidos al mundo de Alberto Pocasangre.
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Alberto Pocasangre. Cuentos asépticos
ÍNDICE
A MANERA DE INTRODUCCIÓN: BIOGRAFÍA DE RAÚL, EL MÚSICO (SU HISTORIA VERDADERA Y NO COMO OTROS LA CUENTAN POR AHÍ)
II - EL REY NEGRO
III - ELENA ME DIJO
IV - POR QUÉ LAS BANTÚES NO SE LLAMAN ALEJANDRA
V - MUCHAS GRACIAS
VI - CANCIÓN PARA CAROLINA
VII - EL PRÓFUGO
VIII - ¿Y QUÉ PASARÁ MAÑANA?
IX - EL SUEÑO DE ALEJANDRA
X - LOS TRES SUEÑOS
XI - DESDE EL OTRO LADO DEL MUNDO
XII - ¡ES TAN LINDA SUSI! O INDIANA JONES EN BUSCA DEL LIBRO PERDIDO
EPÍLOGO O CIERRE NECESARIO PARA UN LIBRO EXTRAÑO
Отрывок из книги
A MANERA DE INTRODUCCIÓN: BIOGRAFIA DE RAÚL, EL MÚSICO (SU HISTORIA VERDADERA Y NO COMO OTROS LA CUENTAN POR AHÍ)
II - EL REY NEGRO
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En el cuerpo tiene muchas cicatrices. Y llagas.
—¡Gabriel, Gabriel! —lo llamo y me mira con infinidad. Como si dentro de su cabeza partida la lucecita que debiera encenderse al oír mi voz se hubiera apagado hace tiempo. Le pongo ropa limpia, ropa mía. Parece que le gusta el olor y sonríe. Pero no es la sonrisa pícara de Gabriel: es una muequilla de sonrisa. Es el gesto que haría un mono imitando a otro. Después se rasca la cicatriz y se sienta en el suelo con ojos asustados. Sigue mirando al techo con intensidad, tratando de traspasarlo con imposibles rayos X. Me hace pensar de pronto que no es Gabriel, y tengo miedo. Tengo miedo de haber metido a un loco cualquiera en la casa con la esperanza de que sea Gabriel. Cuatro años vuelven ciego a cualquiera. Y loco.