Políticas de lo sensible
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La cultura no es una fina piel que podamos separar, cuando mejor nos convenga, de nuestras actividades económicas y políticas cotidianas. Muy al contrario, su núcleo es móvil, inaprehensible y siempre permanece teñido por las transformaciones sociales que se dan a su alrededor y de las que depende tanto su fuerza como su existencia. Ahora bien, sería también un grueso error reducir toda cultura a una simple expresión refleja de la vida económica y política, como si la vida cultural fuera un triste muñeco manipulado al estilo de la ventriloquía. El activismo cultural neoliberal y el marxismo más ortopédico se han manejado, en ocasiones astutamente, en estos espacios de desconexión y vaciamiento de lo cultural. Este libro contiene múltiples historias que parten de esta hipótesis de trabajo, de este horizonte. Tomando como eje las herramientas del romanticismo y el empuje de la crítica cultural, se analizan aquí diversos casos: desde el corazón nihilista y romántico del postpunk en Manchester hasta la perspectiva cultural inserta en el corazón del proyecto hayekiano, pasando por el nacimiento del espectador moderno, por el pensamiento de María Zambrano o la poesía de Alejandra Pizarnik. Entre las historias de este libro hallamos un análisis de la relación de Marx con la poesía o la idea de este respecto a la revolución en España. Un libro de análisis crítico de la cultura contemporánea cuya finalidad sería la de tratar, desde estas múltiples historias, de abrir grietas -aunque sean pequeñas- en el apelmazado modelo cultural en el que nos movemos.
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Akal / Pensamiento crítico / 90
Alberto Santamaría
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[28] Así lo dejó escrito Jean Paul: «Respondió él: “No lo hay”. A esto los muertos se estremecieron y temblaron… el estremecimiento se fue propagando a todas las sombras, y una por una el escalofrío las fue desvaneciendo en la nada. Y Cristo siguió hablando y dijo: “He atravesado los mundos, he ascendido a los soles, con las vías lácteas he atravesado los grandes espacios baldíos del cielo; no hay Dios. Y descendí adonde la misma sombra arrojada por el ser se desvanece y acaba, y me asomé a la sima que hay detrás y grité: ‘Padre, ¿dónde estás?’. Pero no me llegó respuesta alguna, salvo la eterna tempestad que no cesa de bramar y que nadie controla; y hacia el oeste, por encima del abismo, se cernía un arcoíris resplandeciente, pero no había sol que lo hiciera nacer, y se sumergió goteando en el abismo. Y luego miré hacia lo alto, hacia el universo ilimitado buscando el ojo divino, y he aquí que me contemplaba desde una cuenca vacía y sin fondo. Sobre el rostro del caos meditaba tristemente la Eternidad, rumiándolo siempre, una vez y otra vez más…”. Las sombras pálidas e incoloras fueron apagándose en la nada, como la bruma de la escarcha se disuelve ante el hálito templado, y todo fue vaciándose. Entonces los niños muertos… gritaron “Jesús, ¿no tenemos Padre?”, y él respondió, las lágrimas se le saltaban: “Somos todos huérfanos, vosotros igual que yo. No tenemos Padre”» (ibid., pp. 51-53).
[29] Cfr. Matthew Worley, No Future. Punk, Politics and British Youth Culture, 1976-1984, Cambridge, Cambridge University Press, 2017, pp. 28 ss.
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