Sueña conmigo
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Almma Balcázar. Sueña conmigo
SUEÑA CONMIGO
Almma Balcázar
Dedicado a las personas que amo,
A Luis, mi amigo,
Y a mi Monarca por su compañía
ÍNDICE
Una historia familiar. Nacimiento de un legado. El futuro de un universo. La iniciación. Una oveja disfrazada. Vindicta. Nott Sueño I. Nott Sueño II. Nott Sueño III. Una roja enseñanza. Una flor en sol menor. La biología de un atardecer. El secreto del espejo. Nott Sueño IV. Nott Sueño V. El guardián de los sueños. Nott Sueño VI. La magia del olvido. La manzana del Edén. Una noche celeste. Calor de invierno. Fuerzas sutiles. El nacimiento de un dragón. Magia sanadora. Luna alada. Epifanía. Protegiendo un sueño. La fantasía de la verdad. Sin escape. Nunca sola. Lid. Investidura. El encuentro con una verdad. Semillas en la montaña. Sueño infinito
Los años han envejecido, solo queda tiempo para contar esta historia una última vez. La historia de Alana, hija de Astra Dottirgulbrand y un hombre fallecido, del cual solo recordaba verlo saltar desde lo alto de un ático. Ella tenía seis años, mientras que él, de puntillas al borde de un silencio eterno y con el alma echando alas, embozó en sus labios un “Perdóname” antes de precipitarse al vacío. La niña se quedó sin voz tras un grito desgarrador
Una historia familiar. Para entender es necesario volver atrás. La historia de una vida muestra los mejores momentos y los peores errores. Para avanzar y mejorar, hay que mirar los detalles, sanarlos y resignificarlos. En los orígenes se encuentra el punto de partida, mucho antes del propio nacimiento, en el principio del lazo de amor que dio la semilla del genealógico árbol, aquel que graba en genes la madera de la vida. Un tallado deficiente puede dejar en peligro la próxima floración e impregnar de un otoño permanente la estación que siempre debió ser primavera
Nacimiento de un legado. Era el día primero del siglo XIII. Con jolgorios se recibió el nuevo año, tanta felicidad hacía que Nisa Dottirgulbrand, la trastatarabuela de Alana, se sintiera poderosamente incentivada a encontrar pronto el amor. Para esto, siguió al pie de la letra los rituales que sus amigas acostumbraban a realizar. Su padre la observaba divertido y con una sonrisa generosa en su rostro, mientras ella comía pétalos de una flor, en la cual había escrito con miel símbolos rúnicos y el nombre de su platónico amor, un hombre mayor que ninguna había podido atrapar y que sin duda deseaba para sí
El futuro de un universo. Siete siglos después, a principios del siglo XX, la estación ferroviaria continuaba con su vaporada canción al incorporar nuevas máquinas con renovados aires de modernidad. El caudal patrimonial de la familia seguía tan estable como la estructura de los diamantes que explotaban. Una escultura en el centro de la ciudad recordaba quién llevó la riqueza y el avance de la antigua época, un serio señor con un pedazo de piedra en su mano, una de las más grandes gemas llevada desde su minera india, que fue la base del impulso al vuelo de un creciente y visionario proyecto; gracias a sus buenas obras, le otorgaron un título de nobleza. En la leyenda escrita a sus pies, se podía leer: “Un grande que muchos no tendrán el lujo de conocer, pero podrán admirar su obra grabada en cada magnífica intervención. Adámas Gulbrand, una noble mente, inagotable de sabiduría e ingenio, el pueblo escandinavo estará eternamente agradecido”
La iniciación. A los dieciséis años, la luna roja descendió sobre Alana. La menarquia, preludio del despertar sexual, correspondía, según la tradición, a un importante y esperado acontecimiento. A partir de ese momento, se daría el puntapié inicial para una serie de enseñanzas propias del juego y arte erótico. Esta sabiduría alcanzaba su máximo potencial y, si se utilizaba con delicadeza, se convertía en un arma clave
Una oveja disfrazada. Transcurrieron varios años desde la iniciación de Alana, avanzó hacia un escenario por completo distinto. Al cumplir los diecinueve años ingresó al alma mater para estudiar Literatura. El lugar quedaba lejos de las casonas, así que se quedaba en una antigua estancia en los alrededores junto a su amiga Disa. Tenía por costumbre visitar a sus tías de manera constante, pero la carga de su último año de estudio impidió de forma ingrata que las viera, así que solo mantenía contacto a través de cartas; durante ese período, extrañó sus risas y locuras
Vindicta. Bajo un enceguecido y colérico impulso, Alana inició su plan. Quería darle una lección a Nott asegurándose de que el episodio con Disa no se repitiera. Dio paso a su justiciero plan, al tiempo que se resistía a caer en esas prácticas que, creía fielmente, nadie merecía sufrir; sin embargo, era empujada ante la obligación de cambiar aquello que implicaba un riesgo en potencia, así que asumió las medidas necesarias para el resguardo de la integridad de otras como Disa, que podrían caer prisioneras de los inescrupulosos actos de aquel hombre. Los sueños fueron el medio para ese fin
Nott. Sueño I. Era medianoche, momento en que la magia se encontraba en su mayor apogeo. El primer sueño debía ser sutil, una muestra generosa que dejase las ganas palpitantes, a la espera de un segundo encuentro y de los otros que seguro necesitaría
Nott. Sueño II. Kandra llamó a Nott desde el balcón. Él se levantó apresurado para acompañarla
Nott. Sueño III. Con el fin de mantener la cordura y estrechar la conexión con Nott, debía verla de nuevo, al menos durante algunos segundos. De esa forma mantendría su imagen fresca, en lugar de olvidar que Kandra era real. Así mantendría la esperanza de poseerla fuera del ambiente onírico, esto lo estimularía y lo mantendría ocupado, para evitar que buscase nuevas víctimas hasta que aprendiera su lección
Una roja enseñanza. A la mañana siguiente, Alana miró por la ventana de la estancia con un té en sus manos. Melancólica, extrañaba a sus tías y el calor de hogar de las casonas, así que varios recuerdos se deslizaban en su memoria hasta diluirse frente a sus ojos para mostrar trazos de momentos que atesoraba. Los observó como una película hasta detenerse en uno muy especial
Una flor en sol menor. Alana, sentada en el comedor de la estancia, escribía una carta para sus tías. Al terminar la dobló y buscó un sobre entre los libros de la estantería que adornaba el antiguo lugar. Uno de ellos cayó a sus pies y la golpeó con fuerza, así que se apoyó en la mesa para frotar sus adoloridos dedos. Observó la caratula del libro que dormía en el suelo, tenía dibujada una flor blanca de grandes pétalos y el título era Biología herbal. Lo recogió con una sonrisa, olvidando el dolor al recordar una historia bella y palpitante
La biología de un atardecer. Durante su quinta clase, la luz cálida del atardecer iluminaba el salón donde Loys le daba lecciones de biología. No le tomó mucho tiempo darse cuenta de que no necesitaba sus clases, era brillante
El secreto del espejo. Durante la noche Alana visitó los sueños de Loys. Ingresó cuando rememoraba lo vivido como una grabación, lo había marcado hasta penetrar en su onírico mundo. Lo dejó continuar sin sus intervenciones, así que salió del sueño para quedarse en la habitación, dándose el gusto de observarlo dormido. Era correcto hasta en su pijama, se dijo, mientras inclinaba la cabeza con ternura. Luego recorrió cada rincón, el espacio era frío y amplio. Intentó formarse una idea de la personalidad de Loys con el reflejo de su habitación, mientras rozaba con sus dedos unos libros perfectamente ordenados por tomos. Al levantar la cabeza, observó la fotografía de una conocida bailarina de burlesque. Levantó una ceja al abrir su mente hacia una idea, sabía con exactitud en qué dirección llevarlo
Nott. Sueño IV. Pasados algunos días, llegó el momento de volver a visitar a Nott. Antes debía estar segura de que él quisiera verla, así que fue a su encuentro con el aspecto que Alana mantenía en la alma mater. Tras ajustar sus grandes lentes, recorrió los lugares que frecuentaba hasta encontrarlo en el mesón de la biblioteca solicitando un libro. Se acercó con una actitud desinteresada hasta detenerse junto a él. Observó su mano con el reborde de sus ojos; se encontraba sana, pero con los vestigios de lo que fue una quemadura
Nott. Sueño V. Apenas Kandra apareció en el sueño, Nott se exaltó y no le permitió hablar. Apoyado en la pared de su cuarto y nervioso, suplicaba ser escuchado:
El guardián de los sueños. Alana desde pequeña tenía un sueño reiterado. Se veía en un arbolado lugar rodeada por el exquisito aroma a tierra mojada, un calor ligero y el sonido de diversas aves. Al avanzar entre robustos troncos y amplias hojas de un metro de diámetro que nacían de las bases, aparecía imponente una construcción antigua en ruinas con gruesas raíces ancladas sin restricción a sus muros. Ingresaba por el vestigio de una ventana para encontrarse con dos enormes pilares y, entre ellos, una amplia escalera frente a un árbol que parecía no tener fin, con un imponente tronco y gruesas ramas sin hojas. La luz era tenue, había marcadas zonas oscuras. A medida que se acercaba al árbol, resultaban visibles pequeños seres alados que giraban a favor de las manecillas del reloj. Alana siempre saltaba para alcanzarlos, pero ellos aceleraban su vuelo, jugando en una rueda. A medida que crecía, sus técnicas para tocarlos cambiaban. Una vez alcanzada la madurez, solicitaba su permiso para verlos de cerca, pero nunca lo había conseguido. Entonaban una canción hermosa y tranquilizadora, como el sonido de los colibrís. Sin duda era un mágico lugar, perfecto como los sueños. Muchas veces se perdía en el canto, mientras el tiempo parecía detenerse
Nott. Sueño VI. Algunos días después, Alana se levantó intranquila. Tres noches atrás había visto, entre dormida y despierta, la silueta de un ser que recorría su cuarto, al parecer en busca de algo. El cuadro se repetía en distintos lugares de la estancia y también fuera de allí, en las calles o la alma mater, como verlo con el reborde del ojo y que, al girar, ya no estuviera. Esto hizo que recordara las siluetas de ángeles que se escondían en las casonas, pero en definitiva aquel no parecía un ángel. Pensó que podría tratarse del cansancio, ya que ese día presentaría su último examen para graduarse de Literatura
La magia del olvido. Alana quedó muy afectada tras la muerte de Nott. No entendía qué había causado la disrupción de su sueño, ella solo quería darle una lección, nunca deseó su muerte. El análisis culposo de la situación le robaba demasiada energía, pero algo tenía que ver el ser que la seguía. Se preguntó qué querría de ella. El acontecimiento la dejaba en peligro, también a sus soñantes, así que decidió no visitar mundos oníricos hasta tener claridad y encontrar las respuestas necesarias; de esa forma, evitaría caer presa de una tergiversación
La manzana del edén. La noche era maravillosa. Después de un baño y con el cabello mojado, Alana iba cubierta con un vestido de dormir de seda color marfil y una delicada bata. Salió a caminar por el balcón del segundo piso para dejar que la brisa secara su larga melena. En la mano llevaba una copa de jerez por terminar; al saborear la última gota, bajó por un poco más
Una noche celeste. Una semana después del trágico episodio con Nott, Alana se encontraba en compañía de sus tías, recordando lo divertidas que eran, cada momento era motivo de bromas y risas
Calor de invierno. La noche siguiente al encuentro con Balder, Alana se fue a la cama temprano. Estaba cansada, luego de dedicar todo el día a escribir un compendio de nuevos rituales, conexiones con seres sutiles, ungüentos y brebajes mágicos. Se recostó con la cabeza agotada y la apoyó en la exquisita almohada
Fuerzas sutiles. Toda flor añoraba la primavera. Era tarde para continuar con el encierro que obligaba el invierno, así que Alana observaba cómo su mente procesaba la experiencia. Tomó una estrella desde lo alto de su pensamiento y la acercó al fuego hiriente de su corazón, era un majestuoso témpano que se derretía con cada pepita de dulzor entregada por el recuerdo. Una tras otra, sus memorias se impregnaban de una disgregada paranoia y un absurdo torbellino de sentimientos; fuera de darle paz, huracanaban su corazón, que se entregaba al juego intenso de ir y venir en la incertidumbre que su intuición escondía. Sin embargo, su cuerpo se expresaba al desvestirse con el sonido de esa voz que atesoraba en su memoria, y hacía eco de la certeza de estar completamente loca por Balder
El nacimiento de un dragón. Después de todo el trabajo en el herbolario y su escritura, Alana salió a pasear por los altares, ubicados en el último piso de la casona, donde había pasillos de techos curvos que desembocaban en cuatro cúspides castillosas
Magia sanadora. El análisis de Alana frente a los posibles escenarios en busca de una respuesta, le robaba el descanso y la paz a su alma. A pesar de haber anochecido, no quería ir a su cama, así que acudió al salón de las diosas para rezar. Una vez ahí, recordó la casona sur y cuánto la extrañaba, pues bajo la figura protectora de Agmus y cerca de él, se sentía resguardada. El resto de los salones de las diosas, tanto en la casona centro como norte, eran rústicos en comparación con la construcción sofisticada de la vivienda sur
Luna alada. Era de madrugada. Alana bajó a la biblioteca en su vestido de dormir y retomó la búsqueda de alguna respuesta. Ojeó un libro tras otro, línea tras línea hasta crear torres de textos y desordenar todo a su alrededor en una clasificación extraña y sin sentido
Epifanía. Balder caminaba cerca de la casona con la esperanza de encontrarla. Recorrió una y otra vez los alrededores, pero Alana no apareció. Optó por llamar a la puerta, pero tampoco obtuvo respuesta. En el interior del edificio, Aria y Kaira eran testigos de estos paseos, se preguntaban cómo terminaría esa situación
Protegiendo un sueño. En pleno conocimiento de quién era el elemento disruptivo de sus sueños y qué buscaba, Alana se dirigió a la tumba de Alayna para llevarle flores y pedirle que protegiera a su familia y a ella. Luego arregló su bolso y salió de madrugada para que sus tías no hicieran preguntas
La fantasía de la verdad. Regresó a la casona norte, donde llenó un bolso con lo necesario para buscar a Balder, además de varios de sus preparados mágicos medicinales. Según el lugar mostrado al final del sueño, debía estar en el Botón de Patrick
Sin escape. Transcurrieron un par de días. Balder estaba mejor bajo los cuidados de Alana, quien atendía sus heridas a diario. Además de reír juntos, se divertían con los juegos de las tías. Él la acompañaba a la biblioteca, donde ella le leía historias del Botón de Patrick, un gran compendio de experiencias y relatos reales sobre el bosque. Todo estaba tranquilo, no había rastro de Oslum ni respuesta de las diosas. Alana pensó en recurrir a Aportus, pero no quería involucrarlo ni ponerlo en peligro como a Balder
Nunca sola. Fue aprisionada en un vacío y oscuro lugar, en el alma de una montaña con paredes frías y resonantes, dentro de una jaula a los pies de un precipicio. No había más que los límites de piedra, solo acompañados por sus ecos. Las horas transcurrían y el frío aumentaba. Alana se quitó el lazo de tela con que recogía su cabello y lo encendió con un soplido para crear unos segundos de calor inútil. Se preguntó qué haría Aportus en esa situación, ya que gozaba de inmensa sabiduría
Lid. A la espera de su sentencia, Alana fue en busca de Aportus a través del sueño. Bajó las escalinatas corriendo hasta llegar detrás del enorme árbol, donde él salió a su encuentro con un gran abrazo. Le pidió que se quedara para cuidarla, antes de llevarla a los pies del sitio donde se sentaban a conversar desde que era pequeña. En medio del cálido color y la belleza, Alana le confesó que extrañaría ese lugar
Investidura. Aportus tomó a Balder en brazos y lo llevó ante el consejo. Se ubicaba en un lugar lejano entre los primeros sueños creacionales, una fotografía detenida del gran estallido. Caminaron sobre la nada, se mostraban a su alrededor partículas destellantes, pues el tiempo y la gravedad aún no habían nacido. A partir del choque de partículas de luz aparecieron los guardianes hasta sumar cuatro. Aportus soltó a Balder, su cuerpo quedó suspendido y los recién llegados lo rodearon para posar sobre su boca un minúsculo haz de luz que lo arrancó de la inexistencia
El encuentro con una verdad. El cuerpo de Balder fue llevado hasta el santuario donde descansaba Alayna. Su padre no podía entender cómo a alguien tan joven se lo había llevado un sueño; al entrar a su habitación, lo había encontrado sin vida sobre la cama
Semillas en la montaña. Algunos días después, Alana visitó a Salbus para preguntarle si era capaz de recordar el lugar donde encontró a Balder, pues quería conocer el sitio en que el amor de su vida fue abandonado. Él le dio las indicaciones necesarias
Sueño infinito. Alana visitó su lugar favorito detrás de la cascada al borde del acantilado, sus pies colgaban y acariciaba su enorme panza. Balder se acercó para sentarse y abrazarla desde la espalda
Fin
Отрывок из книги
en especial mi familia, por la paciencia
y el gastado asombro que tienen
.....
A partir de ese momento, Nisa vio con claridad y tomó consciencia de su cuerpo y la hermosura que poseía. Entendió el verdadero valor y el significado del amor propio, esto le entregó las alas de la libertad. Además, asumió el compromiso que Alayna le pidió de forma encarecida: mantener esa nueva imagen incluso frente a la tormenta de autosabotaje que muchas veces la lapidaba. De esta forma, su cuerpo se vistió de alma, dejando visible la esencia de su ser, aquel que mostraba una inagotable belleza, a diferencia de la destructiva imagen que se inventaba a diario. Su vida se transformó a partir de esas gotas de amor que la purificaron. Conocido es que el amor todo lo mejora, al manifestarse en su existencial extensión.
Aquella mujer, inmersa en el refugio paralelo de su mundo, era incapaz de dimensionar la manera en que su vida cambiaba. Detuvo su mirada para observar con lentitud a Alayna, la admiró desde el cabello hasta los pies, antes de asegurar que jamás imaginó que fuera tan bella; cuando le hablaron de un ser mágico que podría ayudarla, conjeturó que se trataría de una malévola aparición.
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