Gran estruendo las saca del sopor, bomba o terrible colisión en inmediación cercana. Asoman fisonomía al balcón para averiguar, cogote volador punta de cuerpo equilibrista en el vacío, enterarse de qué pasó, qué onda, solo ven a otres vecines en la misma.Vikinga Bonsái vive con Maridito, que está de viaje en la selva paraguaya y con quien tiene un hijo adolescente: Pequeña Montaña. El recorrido de sus días está trazado por una bicicleta que no conoce más itinerario que Boedo-San Cristóbal-Boedo, llevándola de su casa al trabajo y del trabajo a su casa, previa parada en el chino para aprovisionarse según dicta un menú que siempre sabe a poco y entonces, por fin, a la cama.Hasta que una mañana la pantalla del celular se ilumina y en el grupo Apocalipsicadas aparece una invitación difícil de rechazar: cena con amigas. A partir de ahí la novela avanza a paso feroz entre situaciones desesperadas o disparatadas.Ana Ojeda bucea en las profundidades de la escritura y desemboca en las orillas con una novela que se detiene en la generosidad de los vínculos y en la que el lunfardo, el calabrés y el lenguaje inclusivo conviven en barroca comunidad. En su exuberancia, pero también en su particularidad, Vikinga Bonsái confirma que el lenguaje está vivo y se construye entre todes.
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Ana Ojeda. Vikinga Bonsái
Índice
1. CRAI: MAÑANA, Y SIEMPRE (EL FUTURO)
2. PESCRAI: MAÑANA SIGUIENTE
3. PESCRILLE: EL DÍA TRAS ESE
4. PESCRUFLO: UN DÍA DESPUÉS
5. MARUFLO: TRAS ESE DESPUÉS
6. MARUFLONE: EL ANTEÚLTIMO ES
7. MARUFICCHIO: EL SÉPTIMO DÍA
Отрывок из книги
Vikinga Bonsái
ANA OJEDA
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Chilla el portero apenas pasadas las nueve. Dragona Fulgor engancha bici infantil (lo que su altura lilliput permite) en la reja del cantero, corroída por el óxido en la base y por lo tanto liberada al movimiento que pinte, miriñaque de ángulos rectos para árbol sin hojas ni flores ni brotes, pura primavera en espera. Muerde el tallo de rosa que aporta de regalo, papel metalizado en torno, se cuelga el bolso a través, le abren.
–Acá estoy, desamparada –Gregoria Portento deja botella de Malbec Colón sobre la mesada de la cocina, saluda a Pequeña Montaña apachurrando cachete para que la grasa se concite en un punctum mórbido insoportablemente invitante, que besa sin demora con sonoridad de chupetaje.