Отрывок из книги
Andrea Delgado Hernández
“Si estás triste sonríe, porque más vale una sonrisa triste que la tristeza de no verte sonreír”.
.....
Siguieron pasando los años y seguí siendo una niña muy torpe, con cero atino de coordinación, y sin poder hacer dos cosas al mismo tiempo. Por esto, mi tía R solía decirme que no podía subir las escaleras y masticar chicle, aludiendo a mi poca coordinación. Pero ¿saben qué no pude hacer nunca? Poner las manos para no caerme cuando esto sucedía. Siempre viví rodando al piso. Como que en mi cerebro no estaba la programación típica del “¡Ey! ¡Cuidado, vas a caerte! ¡Agárrate! ¡Pon las manos!. Siempre me dije que el día en que nací no hice la fila con Dios para esa habilidad, pero me acostumbré a ello.
Como estas líneas no pueden ser todas médicas, todo malo o mis chistes crueles, también les cuento cosas de una niña, por decirlo de alguna manera “normal”. Porque en sí, la normalidad no existe. Así que como toda niña y niño, llegó una etapa en donde fui desordenada, floja, no me gustaba estudiar, me gustaba estar con mis primos y por supuesto solo me interesaba estar en mi bicicleta tan amada. Cuando tenía 9 años salí muy mal en el colegio a causa de mis bajas calificaciones para pasar de un año a otro año. Me gané, porque no fue que me la colocaron porque sí nomás, una C, que viene a ser que casi repruebo el año. En mi casa, por esta razón, ardió Troya, mi mamá me dijo de manera muy sutil, muy a su estilo, que como yo no quisiera estudiar sería la sirvienta de mis hermanos. Por otro lado, mi hermano mayor, tratando de alegrarme, me decía que era una C de calidad. A todo esto, les cuento que si tienen hijos la táctica sutil de mi mamá funcionó perfectamente, jamás volví a salir mal en el colegio.
.....