Superior
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Angela Saini. Superior
Prólogo «Si buscas los huesos de los seres humanos africanos, están en el Museo Británico» Fun-da-mental, «English Breakfast»
1. En la noche de los tiempos
2. ¡Qué pequeño es el mundo!
3. El sacerdocio de los científicos
4. En el pliegue
5. Realistas raciales
6. Biodiversidad humana
7. Raíces
8. Mitos de origen
9. Casta
10. Píldoras negras
11. Los ilusionistas
Epílogo
Agradecimientos
Bibliografía
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Ana Iris Simón
Este libro terminó de imprimirse el 6 de enero de 2021. Tal día como ese muere Franz Hessel (Stettin —actual Polonia—, 1880 - Sanary-sur-Mer, Francia, 1941). Fue un destacado intelectual alemán de la primera mitad del siglo XX, poeta, narrador y traductor. Desde 1933 no pudo publicar nada en Alemania, donde fue perseguido por su condición de judío, y se exilió en París. Se le conoce como el «constructor de Berlín». Amigo y colega de Walter Benjamin, ambos escaparon al sur cuando los nazis invadieron Francia. Hessel murió en la Costa Azul a causa de las secuelas sufridas por las duras condiciones que afrontó en su huida. Su obra más relevante es Paseos por Berlín. Si quieres conocer otros libros editados por
Отрывок из книги
Estoy rodeada de personas muertas preguntándome a mí misma qué soy.
Sé dónde estoy: en el Museo Británico. He vivido en Londres casi toda mi vida y a lo largo de décadas he visto muchas veces cada una de sus salas. Mi marido me trajo aquí en nuestra primera cita y, años después, este fue el primer museo al que llevé a mi hijo cuando aún era muy pequeño. Lo que me sobrecoge es la escala, la mera cantidad de los artefactos, cada uno más antiguo y valioso que el anterior. Me abruma, pero he aprendido que si observas con atención descubres secretos, secretos que minan la grandeza, que cuentan un relato distinto al que el museo estaba destinado a contar.
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No fue solo a causa del racismo. Los científicos occidentales pensaron el mundo desde el lugar en el que se encontraban. En los primeros tiempos de la arqueología, Europa fue el punto de referencia para todos los investigadores del globo, que obtuvieron los primeros datos de fósiles hallados en ese continente antes de que nadie pudiera demostrar los orígenes africanos de los seres humanos. John Shea, profesor de Antropología de la Stony Brook University de Nueva York, me explica que esto creó un problema de indexación. «Cuando dispones de una serie de observaciones te dejas guiar más por las primeras que por las últimas. Nuestras primeras observaciones sobre la evolución humana se basaron en los datos arqueológicos de Europa». Las primeras migraciones desde África fueron en dirección este, no oeste; de ahí que haya elefantes tanto en Asia como en África. Los humanos no son oriundos de Europa; de hecho, era un lugar tan poco hospitalario en aquella época que a nadie se le hubiera ocurrido emigrar allí; Australia era, sin duda, un destino mejor. Pero como fue en Europa donde vivieron y trabajaron los primeros arqueólogos, este punto geográfico se convirtió en el núcleo de las teorías sobre el pasado. En algunas de las excavaciones arqueológicas europeas más antiguas se ha encontrado arte rupestre bastante sofisticado, de manera que, a la hora de indexar, estos primeros arqueólogos, que literalmente cavaban en la puerta de su casa, lógicamente asumieron que la utilización de símbolos e imágenes debía ser un signo de la modernidad humana, uno de esos rasgos que nos hacen especiales. Pero el primer Homo sapiens no llegó a Europa hasta hace unos 45 000 años. Cuando se excavó en África se hallaron restos de hasta 200 000 años de antigüedad y no siempre había indicios de símbolos o arte figurativo. «Los arqueólogos hallaron la forma de superar este problema», me dice Shea. «Dijeron: “de acuerdo, estos africanos y asiáticos antiguos parecen morfológicamente modernos, pero su forma de actuar demuestra que no lo son, que aún no son modernos del todo”». Decidieron que, aunque estos pueblos tenían el aspecto de humanos modernos, por alguna razón no actuaban como tales.
En vez de reformular lo que significaba ser un humano moderno —eliminando, por ejemplo, el requisito de la producción artística que el Homo sapiens supuestamente había desarrollado casi inmediatamente después del surgimiento de nuestra especie—, convirtieron la historia del resto del mundo en un rompecabezas que había que resolver. Fue un paso en falso que sigue teniendo repercusiones hoy. Si lo que distingue a nuestra especie de los neandertales y otros es el arte, ¿en qué momento exactamente nos convertimos en nuestra especie? ¿Hace 45 000 años, cuando creamos arte sofisticado en las cavernas de Europa, o hace 100 000 años, cuando, como sabemos ahora, otros pueblos ya usaban el ocre para dibujar? Y si hallamos pruebas de que los neandertales u otros humanos arcaicos desarrollaron el pensamiento simbólico y produjeron arte figurativo, ¿habrá que decir que son modernos? «La modernidad conductual es un diagnóstico», afirma Shea. «Lo único que pueden hacer los arqueólogos es hurgar por ahí buscando más pruebas que confirmen ese diagnóstico de modernidad».
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