Con frecuencia se considera que la «duda» es algo negativo. Quien duda o vacila se pierde su propia vida y se vuelve inseguro. A menudo se dice: «Solo tendrá éxito quien no se cuestione a sí mismo».Anselm Grün explora la cuestión de cómo se desarrollan las dudas y los anhelos de certeza, sobre el papel que tiene la duda en nuestra vida y sobre cómo gestionamos la desesperación que se apodera de nosotros una y otra vez. Porque, según Anselm Grün, la duda también puede hacer avanzar a las personas. Es capaz de romper estructuras enquistadas, conseguir que se aprendan cosas nuevas y conducirnos a la esencia de la existencia humana.
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Anselm Grun. Aceptar la duda
Sumario
Introducción
1. Duda y conocimiento
2. La duda en las relaciones personales
3. Dudar de la capacidad de los empleados
4. Dudar de uno mismo
5. Duda y fe
Ejemplos bíblicos de la duda
Pedro se hunde
Qohélet el Predicador
La duda de Job
La duda en los Salmos
Tomás el Escéptico
Natanael el Incrédulo
Zacarías el Dubitativo
Dos polaridades en la persona
La duda fortalece la fe
Duda y fe como senda para una experiencia más profunda
La duda que rechaza la fe
6. La duda en momentos de enfermedad y necesidad
7. El anhelo de certeza
8. Dudar de los dogmas
9. Gestionar las dudas de los niños
10. Fe y desesperación
La desesperación como pecado
11. La desesperación como experiencia humana básica
12. Observación final
Bibliografía
Notas
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Anselm Grün
Aceptar la duda
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Por este motivo, no quiero reflexionar solo sobre la duda y la desesperación, sino también sobre la experiencia de la certeza, sobre la experiencia de que hay algo que sabemos con toda seguridad, que conocemos con toda claridad. La certeza puede ser una experiencia espiritual, como la que vivió Pascal durante la noche del 23 de noviembre de 1654. En ella, Pascal experimentó la presencia de Dios como certeza y alegría. Reflejó esta experiencia en su famoso Memorial: «Fuego. Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no de los filósofos ni de los sabios. Certeza, certeza, sentimientos: alegría, paz. Dios de Jesucristo». Estas experiencias de la certeza son experiencias de la Gracia. En esos instantes desaparece la duda. De repente todo está claro. Así sentimos una seguridad interior: esto es la verdad. Sobre ella podemos construir. Todos ansiamos este tipo de experiencias.
Pero no existe solo este tipo de experiencias místicas de una certeza profunda. También hay personas que están seguras de su fe. No la ponen en cuestión. No son rígidos y tercos. Irradian una certeza natural. Estas personas están dotadas de una confianza profunda en la vida y de un anclaje muy firme en Dios. Han podido crecer a partir de las exigencias de la vida porque se yerguen sobre un terreno firme. Todos ansiamos este tipo de certeza, ansiamos una fe a la que nos podamos aferrar, como nos desea Pablo: «Manteneos despiertos y firmes en la fe: tened mucho valor y firmeza» (1 Cor 16:13). Siempre que aparece la duda y la incertidumbre en nuestra vida ansiamos tener algún tipo de fe, como se describe en la Epístola a los Hebreos: «Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos» (Heb 11:1). En medio de la inseguridad y de la incertidumbre que nos rodea por todas partes, necesitamos un fundamento seguro sobre el que permanecer.