La guardia blanca
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Артур Конан Дойл. La guardia blanca
Á QUIEN LEYERE
CAPÍTULO I. DE CÓMO LA OVEJA DESCARRIADA ABANDONÓ EL REDIL
CAPÍTULO II. DE CÓMO ROGER DE CLINTON EMPEZÓ Á VER EL MUNDO
CAPÍTULO III. DE CÓMO TRISTÁN DE HORLA DEJÓ AL BATANERO EN PERNETAS
CAPÍTULO IV. DE LA JUSTICIA INGLESA EN EL SIGLO CATORCE
CAPÍTULO V. DE LA EXTRAÑA COMPAÑÍA QUE SE REUNIÓ EN LA VENTA DEL PÁJARO VERDE
CAPÍTULO VI. DE CÓMO EL ARQUERO SIMÓN APOSTÓ SU COBERTOR DE PLUMA
CAPÍTULO VII. DE CÓMO LOS CAMINANTES ATRAVESARON EL BOSQUE
CAPÍTULO VIII. LOS TRES AMIGOS
CAPÍTULO IX. EN LA SELVA DE MUNSTER
CAPÍTULO X. UN CAPITÁN COMO HAY POCOS
CAPÍTULO XI. DEL CONVENTO Á ESCUDERO Y DE DISCÍPULO Á MAESTRO
CAPÍTULO XII. DE CÓMO ROGER APRENDIÓ MÁS DE LO QUE ÉL PODÍA ENSEÑAR
CAPÍTULO XIII. DE CÓMO LA GUARDIA BLANCA PARTIÓ PARA LA GUERRA
CAPÍTULO XIV. AVENTURAS DE VIAJE
CAPÍTULO XV. DE CÓMO EL GALEÓN AMARILLO SE HIZO Á LA VELA
CAPÍTULO XVI. DEL COMBATE ENTRE EL GALEÓN AMARILLO Y LOS DOS PIRATAS
CAPÍTULO XVII. EN LA BARRA DEL GARONA
CAPÍTULO XVIII. DE CÓMO EL BARÓN HIZO VOTO DE PONERSE UN PARCHE
CAPÍTULO XIX. ANTE EL DUQUE DE AQUITANIA
CAPÍTULO XX. DE CÓMO ROGER DESHIZO UN ENTUERTO Y TOMÓ UN BAÑO
CAPÍTULO XXI. DONDE AGUSTÍN PISANO ARRIESGA SU CABEZA
CAPÍTULO XXII. UNA NOCHE DE HOLGORIO EN "LA ROSA DE AQUITANIA"
CAPÍTULO XXIII. LAS JUSTAS DE BURDEOS
CAPÍTULO XXIV. DE CÓMO EL ESTE ENVIÓ UN FAMOSO CAMPEÓN
CAPÍTULO XXV. DE UNA CARTA Y UNAS RELIQUIAS
CAPÍTULO XXVI. DONDE SE AVERIGUA QUIÉN ERA EL MISTERIOSO PALADÍN
CAPÍTULO XXVII. VISIÓN PROFÉTICA
CAPÍTULO XXVIII. ATAQUE Y DEFENSA DEL CASTILLO DE VILLAFRANCA
CAPÍTULO XXIX. EL PASO DE RONCESVALLES
CAPÍTULO XXX. LA GUARDIA BLANCA EN EL VALLE DE PAMPLONA
CAPÍTULO XXXI. DE CÓMO TRISTÁN Y EL BARÓN HICIERON DOS PRISIONEROS
CAPÍTULO XXXII. DONDE EL SEÑOR DE MOREL CUMPLE SU VOTO
CAPÍTULO XXXIII "LA ROCA DE LOS INGLESES"
CAPÍTULO XXXIV. REGRESO Á LA PATRIA
Отрывок из книги
LA gran campana del monasterio de Belmonte dejaba oir sus sonoros tañidos por todo el valle y aun más allá de la obscura línea formada por los bosques. Los leñadores y carboneros que trabajaban por la parte de Vernel y los pescadores del río Lande, suspendían momentáneamente sus tareas para dirigirse interrogadoras miradas; pues aunque el sonido de las campanas de la abadía era tan familiar y conocido por aquellos contornos como el canto de las alondras ó la charla de las urracas en setos y bardales, los repiques tenían sus horas fijas, y aquella tarde la de nona había sonado ya y faltaba no poco para la oración. ¿Qué suceso extraordinario lanzaba á vuelo, tan á deshora, la campana mayor de la abadía?
Por todas partes se veía llegar á los religiosos, cuyos blancos hábitos se destacaban vivamente sobre el césped que cubría las avenidas de nudosos robles. Procedían unos de los viñedos y lagares pertenecientes á la comunidad, otros de la vaquería, de las margueras y salinas, y algunos llegaban, apresurando el paso, de las lejanas fundiciones de Solent y la granja de San Bernardo. No les cogía de sorpresa el inusitado campaneo, porque ya la noche anterior había despachado el abad un mensajero especial á todas las dependencias exteriores del monasterio, con orden de anunciar en ellas la proyectada reunión general del día siguiente. En cambio el hermano lego Atanasio, que durante un cuarto de siglo había limpiado y bruñido el pesado aldabón de bronce de la abadía, declaraba con asombro que jamás había presenciado convocación tan extemporánea y urgente de todos los miembros de la comunidad.
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Las exclamaciones de sorpresa y censura que se oyeron en ambos bancos indicaron que los miembros de la comunidad apreciaban la gravedad del último cargo; pero el abad impuso silencio, levantando su huesuda mano.
– Continuad, dijo al lector.
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