Clases de literatura argentina
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Beatriz Sarlo. Clases de literatura argentina
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Se trata de una frase complicada porque tiene un oxímoron incorporado: se necesitan tiranos, pero los tiranos son imposibles. Y está atravesada por el tópico del dictador providencial, que es característica de la estructura del pensamiento fascista en Italia. Como saben, Mussolini proviene del Partido Socialista y tiene un discurso no democrático pero radical, con una base de masas muy fuerte. Por eso, hay que pensar el enunciado de Arlt en este sistema de dispersión cultural, como diría Foucault, que es la década de 1920, no solamente en la Argentina sino a escala mundial. Si además lo pensamos en la Argentina, después del gobierno de Alvear, los cuestionamientos a la democracia son muy fuertes y constantes. Que en Arlt sea recurrente esta temática, la temática del hombre fuerte que puede realizar las tareas que la sociedad no puede realizar de manera colectiva, no lo arroja del lado del fascismo. Eso sería absurdo, porque sería pensar las ideologías como paquetes cerrados que alguien compra y a los que suscribe. Son tópicos ideológicos que atraviesan a diferentes sectores de la sociedad, y también a diferentes posiciones ideológico-políticas. La afirmación de Arlt nos permite pensar la crisis de la representatividad institucional de ese momento y la búsqueda, que sin duda critica en Los siete locos, de otras formas de organización del poder.
De alguna manera, la obra completa de Arlt está llena de personajes que responden a ideologemas de un sujeto con el poder; son intentos de resolver en un ideologema la relación entre un sector despojado de poder y ese mismo sector constituido de manera fantástica, simbólica, en un actor con poder. Uno de los casos es Saverio, en la obra de teatro Saverio el cruel.[21] Arlt teatraliza la fantasía de un actor despojado de poder que comienza a fantasear una relación en sentido contrario, que se pone en escena cuando ese hombre se hace fabricar una guillotina. Saverio no solo se disfraza de coronel, sino que asume todos los símbolos del poder, incluso el símbolo del poder como violencia, como máquina de muerte. Hay un diálogo previo a la aparición de la guillotina en escena, en el que Saverio dice: “El decorado ya no me puede engañar. Yo, que soñé ser semejante a un Hitler, a un Mussolini, comprendo que todas estas escenas solo pueden engañar a un imbécil” (p. 84). Hitler y Mussolini eran las figuras del momento, para odiarlas o para identificarse; producían una especie de catálisis discursiva y práctica a escala mundial; eran las figuras que marcaban la problemática, o que se constituían en objeto de discurso.
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