La Fontana de Oro
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Benito Pérez Galdós. La Fontana de Oro
La Fontana de Oro
Índice
Prólogo
Capítulo I. La Carrera de San Jerónimo en 1821
Capítulo II. El club patriótico
Capítulo III. Un lance patriótico y sus consecuencias
Capítulo IV. Coletilla
Capítulo V. La compañera de Coletilla
Capítulo VI. El sobrino de Coletilla
Capítulo VII. La voz interior
Capítulo VIII. Hoy llega
Capítulo IX. Los primeros pasos
Capítulo X. La primera batalla
Capítulo XI. La tragedia de los Gracos
Capítulo XII. La batalla de Platerías
Capítulo XIII. No llega el esperado. Llegada de un importuno
Capítulo XIV. La determinación
Capítulo XV. Las tres ruinas
Capítulo XVI. El siglo decimoctavo
Capítulo XVII. El sueño del liberal
Capítulo XVIII. Diálogo entre ayer y hoy
Capítulo XIX. El abate
Capítulo XX. Bozmediano
Capítulo XXI ¡Libre!
Capítulo XXII. El «vía-crucis» de Lázaro
Capítulo XXIII. La Inquisición
Capítulo XXIV. Rosa mística
Capítulo XXV. Virgo Prudentísima
Capítulo XXVI. Los disidentes de la Fontana
Capítulo XXVII. Se queda sola
Capítulo XXVIII. El ridículo
Capítulo XXIX. Las horas fatales
Capítulo XXX. Virgo Fidelis
Capítulo XXXI. La reunión misteriosa
Capítulo XXXII. La Fontanilla
Capítulo XXXIII. Las arpías se ponen tristes
Capítulo XXXIV. El complot.- Triunfo de Lázaro
Capítulo XXXV. El bonete del Nuncio
Capítulo XXXVI. Aclaraciones
Capítulo XXXVII. El «via-crucis» de Clara
Capítulo XXXVIII. Continuación del «via-crucis»
Capítulo XXXIX. Un momento de calma
Capítulo XL. El gran atentado
Capítulo XLI. Fernando el Deseado
Capítulo XLII. Virgo Potens
Capítulo XLIII. Conclusión
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Benito Pérez Galdós
e-artnow, 2020
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El peinado de Clara podía rigurosamente ser tachado de provinciano, porque se alzaba en un moño de tres tramos sobre la corona. Este modo de peinarse era ya desusado en la corte; pero la belleza suele generalmente triunfar de la moda, y Clara estaba muy bien con su trenza piramidal. El traje era de los que usaba entonces la clase no acomodada, pero tampoco pobre, es decir, un guardapiés de tela clara con pintas de flores, mangas estrechas hasta el puño, talle un poco alto y el corte del cuello cuadrado y adornado de múltiples encajes.
La investigación del militar duró mucho menos de lo que hemos empleado en describir la figura. Durante algunos segundos estuvieron los tres personajes inmóviles el uno frente al otro sin decir palabra, hasta que el viejo, como continuando una peroración interior, exclamó con un repentino acceso de ira y lanzando de sus ojos rápidamente iluminados una mirada feroz.
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