El cuore
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Carlos Belvedere. El cuore
EL CUORE
Índice
Agradecimientos
Sobre la procedencia de los textos
¡Esto es tango! (prólogo)
La experiencia de la vida
Sobre las interpretaciones existencialistas de la poética discepoliana
La filosofía de la vida
Discépolo como filósofo de la vida
La afectividad pura
La neutralidad afectiva de la vida en la deconstrucción de Discépolo por Lamborghini
La vida liberada
Un sentimiento que se baila
La intencionalidad y el régimen de la representación
Tres prejuicios milongueros
Explicaciones y acciones
El cuerpo y la técnica
La enseñanza de la técnica como un ejercicio del olvido
La música como expresión no mimética
El encuentro con el otro fuera de las coordenadas espacio-temporales del mundo
Ese dolor…
El ritmo en las venas
La danza como forma de relación social precomunicativa
La música como fenómeno inmanente, acósmico y no representativo
La espacialización del tiempo interno y el movimiento
Inmanencia y trascendencia (algunas cavilaciones)
El abrazo de tango como articulación práctica del dualismo
La constitución del cuerpo propio como fenómeno articulador
Da capo
Coda: la constitución del cuerpo propio por el otro en la “marca”
“La vida es una milonga”
Un milonguero sentimental
Qué significa ser miembro
El bailarín consagrado
El estatus de bailarín
Este incompetente
El eterno principiante
Categorías nativas y categorías profesionales en la milonga
La plétora de incompetentes
Acerca del pleonasmo “miembros incompetentes”
Competencias sociales y competencias especializadas en la milonga
Las desventuras de un zurdo
La consagración de los virtuosos
Miembros con capacidades diferentes
El arte del chamuyo en las tanguerías de Almagro
Chamuyo y estructura social
Etnométodos de indagación de la estructura social en las tanguerías de Almagro
Los etnométodos de indagación de la estructura social como medidas sintéticas
Los etnométodos y la “sociología profesional”
El carácter no representativo de la estructura social
El bobo (epílogo)
Referencias. Tangos
Bibliografía
Отрывок из книги
El tango es un sentimiento, según la magistral sentencia de Enrique Santos Discépolo. Este sentimiento no es otro que el de la vida, caracterizado por su carácter autoafectivo, ipseidado, es decir, radicalmente subjetivo.
Este libro explora las múltiples expresiones de la vida tanguera. Como en todo caso, esta vida se expresa en la liberación de sí, que ocurre en la cultura y, de modo privilegiado, en el arte. El autor va recorriendo las manifestaciones privilegiadas del género en la poética, la danza y la música. Nada de eso sería posible sin el encuentro de los vivientes en la vida y, por ende, en la comunidad de vivientes. Por eso esta narración al hilo del 2x4 concluye con la descripción detallada de los entornos sociales del tango donde, además de cantar y bailar, se conversa y, chamuyo mediante, se construye sociedad.
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La subjetividad discepoliana, además, puede caracterizarse como no intencional, pues el sentimiento no se mide por su finalidad, sino que se revela como “inútil”: “Fue inútil gritar” (“Infamia”); fue una “inútil ansia” (“Soy un arlequín”); una “Fiebre de pasiones” que uno “sufre hasta morir” (“Martirio”). La subjetividad, entonces, se revela en el sufrimiento merced a un “saber” (entre comillas) que escapa a todo saber, según lo expresa Discépolo al exclamar: yo “no sé más que sufrir” (“Soy un arlequín”).
No solo la insignificancia de toda finalidad revela esta subjetividad no intencional, sino que, también, en una experiencia no contraria a la del Descartes de las Meditaciones metafísicas,8 Discépolo se piensa como afectividad pura desprovista de la apertura al mundo que proporcionan los sentidos. Así, dirá: “me revuelco sin manos” (“Martirio”); “ciego y brutal me abrazo” (“Condena”); “no siento ni escucho” (“Desencanto”). En definitiva, esta ensordecida afectividad es ajena al mundo, al cual “nada le importa”; a ese mundo “que es sordo y es mudo” (“Yira, yira”). Por eso bien vale la pena recordar que, según relata en sus audiciones radiales, cuando era chico Discépolo “tenía en su casa un globo terráqueo y que un buen día decidió cubrirlo con un paño negro” (Cordero, 2011: 46). ¿No hay acaso una suerte de reducción fenomenológica en este gesto con el cual Discépolo termina “Solo… / ¡increíblemente solo!”, como están “los que sufren, / los que quieren” (“Martirio”)?
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