Maneras de escribir y ser / no ser madre
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Carmen Boullosa. Maneras de escribir y ser / no ser madre
para Juan
Para mamá, que me enseñó a cruzar al otro lado
a Juan Aura
Отрывок из книги
Prólogo a dos voces
La mayoría de las mujeres tarde o temprano llegamos a la decisión de la maternidad. Para muchas, la resolución de tener hijos está determinada por el mandato social o cultural que supone el ejercicio de nuestra capacidad biológica. Para algunas es posible detenerse ante la encrucijada y tomar la decisión de ser o no ser madre de acuerdo con su voluntad. Para las mujeres que escribimos, la encrucijada supone ciertas trampas y meollos difíciles de reconocer a simple vista. Durante mucho tiempo se nos hizo creer en que la escritura suponía por fuerza una renuncia, sacrificar la vida personal en aras de una consagración: si queríamos ser «realmente» escritoras, escritoras «de verdad» (según el modelo de escritor instituido por los escritores varones), debíamos renunciar a la maternidad. Durante mucho tiempo las madres escritoras, las escritoras con hijos, nos hemos sentido en conflicto ante la exigencia de una forma hegemónica de entender la literatura como una consagración, algo que sucede en el encierro, en la torre de marfil, en la enajenación del mundo y de esas supuestas nimiedades cotidianas que conforman el sostén de la vida. Una madre con hijos pequeños no puede enajenarse de la vida. Sin embargo, a lo largo de la historia las mujeres con hijos nos las hemos ingeniado para encontrar otras formas de escribir, que muchas veces resultan ser más vitales, en contacto con ese universo material o tejiendo metáforas para escapar de él, para jugar con él. La realidad, como apunta Ursula K. Le Guin en su lúcido ensayo «La hija de la pescadora»*, es que existen referentes de autoras que fueron madres. El proceso creativo no puede pertenecer a los varones blancos encerrados en su torre de marfil esperando a la musa, pues eso hace que todas perdamos humanidad. A partir de aquí, cada una ha tenido qcharoverrideue encontrar sus propias respuestas: para Alice Walker pasa por tener sólo un hijo, para Harriet Beecher Stowe implicó escribir en la mesa de la cocina, para Carmen Martín Gaite mirar a su niña dormida en la cuna mientras escribía. En armonía con esta búsqueda, las escritoras que decidimos no ser madres también encontramos formas distintas de acercarnos a la literatura y a la vida desde nuestro cuerpo de mujer, desde nuestra experiencia particular de la feminidad. En proyectos como éste nos acercamos a las escritoras con hijos para tender redes de sororidad y beneficiarnos mutuamente de esas correspondencias.
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Esa misma noche murió la abuela.
Como en las historias de Elío, a algunas mujeres se nos ha puesto en las manos un tiempo que no siempre comprendemos. Que puede ser angustiante, difícil de conjurar. A veces la suerte es que la sombra que proyectamos no está sola. Tomamos de la mano al hijo que esperamos soltar cuando llegue el momento. Quisiera que mi hijo sepa cuánto me ha sostenido a mí también.
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