Pedro Lemebel
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Catalina Mena. Pedro Lemebel
Отрывок из книги
Lemebel se llevó a la tumba un zapato rojo con taco aguja”. Así tituló el diario Las Últimas Noticias el domingo siguiente a la muerte del cronista y performer, que se montaba en un par de tacos altos para sus apariciones públicas. Pedro Lemebel murió tras sobrellevar durante cinco años un cáncer de laringe. Fue el viernes 23 de enero de 2015, a las dos de la madrugada. Tenía 62 años.
Ya a las 10 de la mañana, los diarios, sitios web y canales de televisión nacionales, latinoamericanos y españoles, se manifestaban.
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Pero, al comienzo, esa iglesia no parecía el mejor lugar para velarlo. Algunos creían que correspondía hacerlo en la Sociedad de Escritores de Chile, lugar donde el cronista se dio a conocer a mediados de los 80. Sus amigos artistas, por otra parte, proponían el Museo de la Memoria o el Museo Nacional de Bellas Artes. La entonces ministra de Cultura, Claudia Barattini, prometió de inmediato que el Consejo de la Cultura financiaría el rito fúnebre. Y así fue. Pero tuvo menos suerte con el ofrecimiento de que el acto se realizara en la Estación Mapocho o en el Palacio de La Moneda, acorde a la estatura pública del personaje. El grupo de amigos más cercanos al escritor, junto a sus familiares, decidieron desechar esta oferta demasiado “oficialista”. Así es que ganó la Recoleta, un lugar que Lemebel solía frecuentar en vida.
Hacia finales de los 90, el escritor había comprado una casa en Bellavista con el dinero de la Beca Guggenheim, que obtuvo en 1999: “Mi mamá me dijo ‘cómprate algo con esa plata porque si no te la vas a gastar toda en pitos y copete’. Y tenía razón”, contó una vez. Desde esos tiempos visitaba esta iglesia que le quedaba a cuatro cuadras y al lado de La Vega, otro lugar del que era habitué. La orden religiosa de estos franciscanos es conocida porque desde el siglo XVII se involucró con los problemas sociales del sector –antiguamente llamado La Chimba– recorriendo hospitales y cárceles, acogiendo vagabundos y ayudando directamente a las familias. Fray Andresito, uno de los religiosos más activos de la congregación, es una figura popularmente venerada: le dicen Príncipe de los Mendigos, y está en proceso de beatificación. En el templo se encuentra su tumba, además de un frasco donde se custodia su sangre que, milagrosamente, nunca coaguló. También hay un museo repleto con objetos y documentos que narran su vida y prodigios.
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