En un rincón junto al horno y el lavarropas, lugar resignificado cual cuarto propio, la narradora divaga, reflexiona, ama y odia, recuerda, escribe. Sobre todo escribe. Desde la crónica de un workshop de arte en Río de Janeiro al que fue invitada como traductora hasta la última pelea con su pareja porque él lava los platos sin amor. Cecilia Pavón transita con total impunidad entre los detalles más insignificantes de la vida cotidiana y aquellos canónicamente considerados propios del arte y de la literatura, dejando ver las continuidades, a veces imperceptibles, entre ambos. Y en este ir y venir que borra límites y fronteras construye Todos los cuadros que tiré, un libro de relatos hecho de inmoladas confesiones, fugaces apuntes en libretitas olvidadas y declaraciones de principios estéticos y políticos. La inevitable consecuencia de una artista que vive su vida como una obra de arte.
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Cecilia Pavón. Todos los cuadros que tiré
Índice
UN DÍA PERFECTO
MICHELLE MATTIUZZI
AMALIA ULMAN (UNA SEMANA FELIZ)
ADELGAZAR
AUTOPOIESIS (1999)
NOELLE KOCOT
TIPOS DE PLÁSTICO
LITTLE JOY (TEMPORARY AUTONOMOUS ZONE)
¿QUÉ ES UN POEMA?
DOS CUENTOS SOBRE EL MICROCENTRO
EL EQUÍVOCO CONCEPTO DE PAREJA
TODOS LOS CUADROS QUE TIRÉ
EASILY AMUSED
SERGIO Y YO
TODOS LOS POEMAS SON CUADROS (DIARIO DEL TIGRE)
EL CUADERNO GRIS
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Todos los cuadros que tiré
CECILIA PAVÓN
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Y en este ir y venir que borra límites y fronteras construye Todos los cuadros que tiré, un libro de relatos hecho de inmoladas confesiones, fugaces apuntes en libretitas olvidadas y declaraciones de principios estéticos y políticos. La inevitable consecuencia de una artista que vive su vida como una obra de arte.
Pero ese día, comprar ropa era una excusa para encontrarme con Eugenia y Gary, de quienes no sé por qué razón me había alejado hacía más de siete años. Apenas los vi, me di cuenta de que los quería muchísimo y de que eran personas increíbles, llenas de bondad y luz, y agradecí estar en ese mall revolviendo mesas de ofertas con ellos. Ahora la ropa pasaba a segundo plano, solo existía como el vehículo de nuestro reencuentro. La yesca que volvía a encender el fuego de nuestra amistad. Nos probábamos todo lo que nos parecía lindo y nos preguntábamos si nos quedaba bien, nos dábamos consejos mutuamente y, dentro del probador, nos contábamos qué había pasado en nuestras vidas en los años que habíamos estado alejados.