Описание книги
Este libro contiene los siguientes cuentos:
– Cera. – Él Vendedor. – Los dos soras. – Muro Antártico. – Hacia el reino de los Sciris. – Paco Yunque. – Sabiduria.
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Tabla de Contenido
El Autor
Cera
Él Vencedor
Los dos soras
Muro Antártico
Hacia el reino de los Sciris
El otro Imperialismo
El adivinho
La paz de Túpac Yupanqui
Un accidente de trabajo
Bizancio, longitud occidental
En la Intipampa
La cólera divina
La guerra vertical
Paco Yunque
Sabiduría
Sobre Tacet Books
Título
El Autor
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En efecto. ¿Cómo poder describir semejante movimiento de sus huesosos flancos, arrimándose uno contra otro, por sobre la gritería misma de un silencio de pie suspenso entre los dos guijarros de la marcha; semejante ritmo de los omóplatos transfigurándose, empollándose en truncas alas que, de pronto, crecían y salían fuera, ante la ceguedad de todos los jugadores que nada de esto percibían y que me dejaban ¡ay, sólo ante aquel espectáculo que me castigaba en todo el corazón!... Y aquella confluencia del hombro derecho, quieta, esperando que la frente del chino acabase de ganar todo el arco que la intuición y el cálculo mental de fuerzas, distancias, obstáculos, elementos aceleratrices y hasta del máximun de intervención de una segunda potestad humana, tendían, templaban, ajustaban desde el punto más alto de la vidente voluntad del hombre hasta los cercos lindantes a la omnipotencia divina... Y esa muñeca pálida, alambreada, neurótica, como de hechicería, casi diafanizada por la luz que parecía portar y transmitir en vértigo a los dados, que la esperaban en la cuenca de la mano, saltando, hidrogénicos, palpitantes, cálidos, blandos, sumisos, transustanciados tal vez, en dos trozos de cera que sólo detendríanse en el punto del extendido paño, secretamente requerido, plasmados por los dos lados que plugo al jugador... La presencia entera de Chale y toda la atmósfera de extraordinaria e ineludible soberanía que desarrolló en la sala en tal instante, habíanme envuelto también a mí, como átomo en medio del fuego solar del mediodía.
Los dados volaron, mejor, corrieron tropezándose entre sí, patinando, saltando isócronos a veces, con el rehillo punzante de dos tambores que batieran en redoble de piedra la marcha de lo que no podía volver atrás, aun a pesar de Dios mismo, ante las pobres miradas de aquella estancia, solemne y recogida más que iglesia a la hora de alzar la hostia consagrada...
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