La boca del baúl
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Christian Ponce Arancibia. La boca del baúl
LA BOCA DEL BAÚL
Christian Ponce Arancibia
TESTIMONIOS. En este libro, Christian Ponce nos pasea por diversos lugares, algunos del antiguo Santiago de Chile, con vivencias plasmadas en sus personajes reales, también narraciones misteriosas, policiales y de ciencia ficción. El lenguaje sencillo de este profesor encamina al lector por una amplia variedad de historias que logran captar su atención y dejarlo intrigado, la mayoría con finales sorpresivos. Es un libro fácil de leer y su gran variedad de temas lo transforman en un escritor novedoso. La Boca del Baúl parece ir sacando de su interior vivencias y aventuras que no terminan de salir, y llevan a diferentes lugares y situaciones que logran interesar. Eva Morgado Flores. Escritora. La creación de un libro es la creación de una diversidad de mundos, historias y personajes. Y este primer libro del autor nos muestra de manera simple la infinidad de historias que se tejen entre los seres humanos en diversas situaciones, y las emociones que les embargan en ese recorrido. Hay una voz sencilla, honesta que recorre las páginas, una que nos lleva a querer desentrañar cada misterio que las historias nos cuentan. Un primer viaje que promete interesantes vivencias. Alicia Medina Flores. Escritora. Agradezco a Christian por la oportunidad de incluir en su obra estas palabras, felicitándolo por la importante decisión de publicar su primer libro, con una recopilación de cuentos incluidos en los diferentes números que revista Cultura ha entregado a la comunidad, ininterrumpidamente, durante más de diez años. Estoy en conocimiento de que en la actualidad prepara un poemario que ojalá pueda ofrecer a sus lectores durante este año 2021. Alfredo Gaete Briseño. Escritor/Editor
AGRADECIMIENTOS
ÍNDICE
Orlando y la Quinta. Beatriz. La voz del reloj. Ausencia de camas. La desaparición. César, el sentenciado a muerte ¡Fuego! Rosty. Encuentro con la música. La bujía eléctrica. El secuestro. Fuerzas. Lo que nunca supimos ¿Soy? La noche de Juan. Reflexión oculta. Calor. El bruto metálico. Ajustes. La espera
ORLANDO Y LA QUINTA. Otra vez había ingresado a un hogar que era parte de un conjunto mayor, compuesto por construcciones que acogían a niños sin padres; aunque él los tenía, lo dejaron ahí como a tantos otros. Orlando era su nombre, venía del hogar Baquedano y lo llevaron a la Ciudad del Niño. Ahí dentro, los hogares eran denominados Canadá, Estados Unidos, Colombia, Venezuela, Brasil, Bolivia, Uruguay, Perú, Paraguay y Argentina; a este último pertenecía Orlando. Debía saber y cantar el himno nacional como integrante del país que representaba, aquel al otro lado de la cordillera, que tocaba las aguas del océano Atlántico. El terreno se extendía al llegar a Lo Ovalle entre la Gran Avenida y Vicuña Mackenna. Unas arboledas asomaban como vecinos
BEATRIZ. A dos calles de su casa, vivía la mujer a quien tantas veces quiso hablar. Se preguntaba si alguna vez se había fijado en él
LA VOZ DEL RELOJ. En el patio grande de la escuela, cinco muchachos de doce años rodeaban a otro que permanecía en una postura expectante
AUSENCIA DE CAMAS. Un griterío se alzaba detrás de un conjunto de casas. El hombre que estaba en la plaza lo escuchó con inquietud. Detuvo de forma repentina a alguien que corría desde el bullicio
LA DESAPARICIÓN. Tomó la carretera más rápida. Dos horas sería el tiempo de conducción del negro Ford Y, que iba como bólido; intentaba apaciguar su inquietud y averiguar qué había sucedido con la desaparición ocurrida el año anterior. Pocos kilómetros más allá, se desvió hacia la izquierda y continuó por un camino de tierra. Luego de un recodo, apareció la cabaña. Se detuvo antes de llegar. Caminó algunos metros hasta la cerca de madera y abrió la puerta con facilidad
CÉSAR, EL SENTENCIADO A MUERTE. Al despuntar el alba, se levantó. Después de desayunar, preparó lo que llevaría. Pese a los pronósticos, solicitaría el perdón para uno de los perros, o haría que el dueño del fundo cambiara su opinión de darle muerte. Estuvo listo en una hora. Salió de la choza y caminó por la polvorienta huella
¡FUEGO! Pocos recordaban las causas de la guerra, lo que hacía increíble e inaudito aquel enfrentamiento. Atrincherados en largas fosas excavadas por sus comandos de avanzada, distanciadas por un campo de Marte de cien metros, ambos enemigos esperaban la orden de los oficiales para atacar y defenderse; curiosamente, los batallones ignoraban que las hostilidades habían concluido, mientras los comandantes lo sabían
ROSTY. Hay seres que se expresan sin hablar, sin escribir; lo hacen de diferentes modos, como maullar, ladrar u otra onomatopeya animal. Uno de ellos fue traído a mi memoria por un amigo cuando preguntó:
ENCUENTRO CON LA MÚSICA. La música no se acercó a nosotros; fuimos hacia ella tomados por la curiosidad y el mandato de la voz de mi padre
LA BUJÍA ELÉCTRICA. Dos hombres fueron conducidos por la fuerza a un tribunal. Los policías necesitaban que se desenredara pronto el lío que habían causado
EL SECUESTRO. Manuel era un hombre que nunca tenía pendencias con otro. Siempre tranquilo en su proceder, durante ese día estuvo lleno de ansiedad. Le dijeron por teléfono que habían secuestrado a su gran amigo Roberto y era de suma importancia que retirara un paquete de la oficina de correos; si no seguía las instrucciones, las consecuencias serían fatales
FUERZAS. El mall Dione, de doscientos sesenta y ocho mil metros cuadrados, con cuatro edificios enormes y otro de trescientos metros de altura, con sesenta y dos pisos, fue inaugurado con bombos y platillos
LO QUE NUNCA SUPIMOS. En sus primeros años fue enfermizo, como si bacterias y virus lo tuvieran de casero; pienso que de algún modo le gustaba coleccionar enfermedades. Le costaba hacer amigos, pues pasaba en cama y le carcomía la timidez, incluso para saludar o acercarse a alguien para preguntar por el baño. Siempre nos observaba y pasó a ser objeto de nuestras bromas pesadas
¿SOY? Mientras huía, tropezaba con raíces y piedras. Su respiración era desesperada, entrecortada; trataba de retener su vida, pues de un momento a otro le sería arrancada. Una rama le hirió el rostro. Tenía que alcanzar pronto un refugio en las rocas. Se hallaba en la precordillera, no encontraría arriba tantos árboles o arbustos para enconderse. Aunque sus perseguidores estaban lejos, sentía sus manos. El jadeo y el aullido de los perros resonaban
LA NOCHE DE JUAN. Elizabeth fue encantada por las atenciones y simpatía de él. Nunca cuestionó la procedencia de los obsequios ni cómo los conseguía. Lo que ganaba como periodista bastaba para ambos. Esto pensaba Juan, mientras su rostro sudaba y permanecía sentado junto a otros tipos que rodeaban la mesa
REFLEXIÓN OCULTA. Todos poseen un reflejo. Hay quienes gustan de contemplar su imagen durante mucho tiempo, movimientos y gestos son imitados al otro lado. Esto le habían contado a Tomás, pero él no veía el suyo, tal vez por el vaho o la oscuridad que se mantenían en la habitación
CALOR. Don José, a sus ochenta años, debió hacerse cargo de Toño, un niño de cinco, hijo de una nieta que había muerto atropellada. ¿Cómo cuidarlo? No entendía por qué estaba a su lado. Por otra parte, los hijos nada querían saber de él. Dormía en cualquier lugar y, para pasar el frío, tomaba vino o cualquier licor que consiguiera
EL BRUTO METÁLICO. No estaba muy seguro de usar aquel atajo para llegar donde sus tíos, Luis y Nilda; sin embargo, debió tomarlo, así que acomodó la pesada mochila en su espalda y continuó. Sus pisadas hacían crujir la tierra. Tropezó con algunos cactus y disminuyó la caminata. Tuvo ante él la aridez extensa, un punto que se movía en esa gran desolación, mientras el silbido del viento lo acompañaba
AJUSTES. La Corporación de Empresas del Entretenimiento y la Locomoción había impulsado un nuevo programa, pero no muchos lo manejaban o estaban dispuestos a introducir datos y dar órdenes computacionales todo el tiempo. Por esto último, fueron despedidos el supervisor y los trabajadores; el desaliento y el enojo se apoderaron de ellos. El sindicato quería exponer su molestia al gerente general, pero el jefe de área, don Roberto, no lo permitía. Sin embargo, insistieron para que llamara a una reunión
LA ESPERA. Porvenir era una oficina oculta en la pampa. El hambre y la sed abatían a sus pocos habitantes. En otras comenzaban a cesar las faenas y muchas quedaban abandonadas, como la de ellos; los trabajadores tenían que quedarse o irse por sus propios medios. Supieron de una posible salvación: los dueños volvieron sus ojos al pueblo y tenían que escoger un representante para exponerles las peticiones
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En las cercanías, había varias quintas con árboles de duraznos, manzanos y naranjos. Con el movimiento de sus hojas por el viento, parecían invitar a una gran comida vegetariana y jugosa a quien así se le antojase.
En Santiago, durante la primera mitad de la década de los cuarenta del siglo XX, los tranvías 37 y 38 partían de Mapocho; uno iba hasta Lo Vial, y el segundo al paradero 18 en Lo Ovalle. La línea 40 partía desde la Alameda con calle Gálvez; pasaba, como los otros, por la Gran Avenida José Miguel Carrera hasta la plaza de San Bernardo y después se devolvía al centro; el pasaje costaba un peso. Casas y edificios de dos pisos conformaban el paisaje urbano en unas cuadras vecinas a la suya. En este entorno se desenvolvían los chicos cuando no estaban en el hogar.
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Durmieron en una bodega, cubiertos con algunas ropas y paja, entre herramientas. Se quedaron hasta el otro lunes, una semana última de enero en que sacaron mucha fruta, esta vez con permiso y remunerados.
El señor Quintana los fue a dejar a las seis de la tarde a la oficina Chile de don Armando.
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