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Cristina Ruiz Fernández. Hasta que la muerte (del amor) nos separe
Prólogo
Diálogos de convento
Introducción
Raíces e historia del. matrimonio… y del divorcio
Buscando rostros en las cifras
La falacia del amor romántico
Matrimonio sin amor
La traición de la infidelidad
La otra infidelidad
Compromiso en la enfermedad
Violencia visible e invisible
El camino del duelo
Duelo de dos, duelo de familia
Un duelo, múltiples dimensiones
Sentimientos palpables
Tristeza, culpa, rabia, rencor
Un camino para renacer
Al lado de quienes sufren
Teología y doctrina para. una relación humana
Las enseñanzas de Jesús
Tradición y doctrina
La clave está en el sexo
Aterrizar en lo humano
Nulidad y disolución, dos vías infrautilizadas
Disolución, por el bien de la fe
Vínculo nulo, que no anulado
Desmitificar y simplificar
El terremoto de Francisco
La nulidad en conciencia
Pero… no siempre es nulo
El horizonte abierto por Francisco
Acabar con la intransigencia
Posiciones encontradas
Democracia participativa al estilo Vaticano
Sínodo 2015: Más trabajo y menos discursos
El amor tiene que ser alegría
Respuestas de una Iglesia. que abraza
Experiencias que hacen camino
Los pioneros: Grupo Sepas de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe
Nuevas experiencias: Grupo Sepas del Centro Arrupe de Valencia
Experiencias diversas y enriquecedoras
Propiciar el encuentro en la lejanía
Menos leyes y más amor
A vueltas con la comunión
Epílogo
Bibliografía
Отрывок из книги
Portada
Portadilla
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Ayuntamiento de marido y de mujer hecho con tal intención de vivir siempre en uno, y de no separarse, guardando lealmente cada uno de ellos al otro, y no ayuntándose el varón a otra mujer, ni ella a otro varón, viviendo reunidos ambos. […] Sacramento es que nunca se deben separar en su vida, y pues que Dios los ayuntó, no es derecho que hombre los separe. Y además crece el amor entre el marido y la mujer, pues que sabe que no se han de partir, y son más ciertos de sus hijos, y ámanlos más por ello, pero con todo esto bien se podrían separar si alguno de ellos hiciese pecado de adulterio, o entrase en orden con otorgamiento del otro después que se hubiesen juntado carnalmente. Y comoquiera que se separen para no vivir en uno por alguna de estas maneras, no se rompe por eso el matrimonio.
Aparece ya claramente, por tanto, el matrimonio indisoluble y monógamo entre hombre y mujer, al tiempo que se contempla la separación, pero sin disolución del vínculo sacramental, lo cual continúa siendo una de las claves del matrimonio canónico hasta nuestros días. Solo contempla la anulación de dicho vínculo en el caso de:
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