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Manuel e Isidora padres de Carmelina llegaron desde Angamarca en busca de una mejor posición económica y cultural para su hija Carmelina en Santa Isabel, encontrando trabajo en una casa de hacienda, sin pensar lo que el destino les tenía preparado. Carlos, después de una sublime relación sentimental, inexplicablemente sintió un extraño impulso de separarse de Carmelina; y entregarse al servicio Religioso, estimulo que solo después de un año lo confeso para que Carmelina pudiera rehacer su vida. Eugenia, una dulce criatura, se vio obligada a separarse de Agustín por que llegó a conocer que era un descendiente musulmán, cultura con la que no se sentía identificada por los principios y las leyes que promueve la religión del Islam. Pues el Corán ha sido la base para la ley islámica y una guía para la vida diaria. A lo largo de la historia, los musulmanes han creído que el Corán es la Palabra literal, eterna e inmutable de Dios. Por otro lado, lo extraño de estos relatos es que tanto Agustín como Carmelina, de manera ocasional se visitaban en sus dulces sueños; cuando todo les pareció una utopía, un inolvidable día soñaron que se encontraban en una hermosa playa solitaria donde lograron acercarse. De ese modo, conversaron con gran confianza contándose cada uno sus fracasos en su vida sentimental, empezando a creer que podrían cambiar sus vidas sintiendo así una nueva esperanza. Pasó el tiempo y comenzaron a olvidar sus sueños de playa y aquellas vivencias, hasta que un afortunado día, sus fantasías se hicieron realidad, cuando Agustín por cosas del destino encontró a Carmelina en una cama del hospital donde él se encontraba. Con el pasar del tiempo Agustín y Carmelina pudieron hacer realidad la conversación que mantuvieron en sus sueños acerca de una relación pura y verdadera, olvidándose definitivamente de aquellas adversidades sufridas en su vida sentimental.