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El derecho a la vida es el más fundamental para todo ser humano en razón de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios; y es fundamental porque el ejercicio de todos los demás derechos depende de la vida misma. Sin embargo, la realidad muestra que este derecho ha sido permanentemente vulnerado para la acción de personas, instituciones y sistemas que de muchas maneras lo han puesto en tela de juicio. En América Latina, se han dado mucho de estos casos y se siguen dando. Frente a esta realidad y en el marco de la misión integral, es urgente que el respeto de los derechos humanos sea evidencia del compromiso con Jesucristo, quien, por amor, entregó su vida por todos.
* ¿Cómo abordar desde la fe cristiana la problemática de los derechos unidos?
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I. La denuncia profética. Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamadas en esta declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, posición política, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición (art.° 2). Este es el caso por el cual Dios no hace acepción de personas. Su amor se extiende sobre justos e injustos, buenos y malos. Si es así, toda violación de Derechos Humanos, se cometa contra quien se cometa, es abominable delante de Dios y debe ser rechazada como tal. No podemos escoger a las víctimas cuyos derechos pedimos sean respetados.
Además, toda violación merece nuestro rechazo, sea quien fuere la persona o entidad que la cometa. Los gobiernos de todos nuestros países están suscritos a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero tiene que pasarse de las declaraciones a los hechos. Nuestros gobiernos se encuentran comprometidos con la violencia institucional que caracteriza a estos países, y en muchos casos con una abierta violación de los derechos humanos. Tal violación debe denunciarse en el nombre de la justicia de Dios. Sin embargo, la denuncia debe extenderse también a otros violadores, sea cual fuere su signo ideológico. Denunciar es exigir el reconocimiento de la dignidad humana de las víctimas, y los cristianos deberíamos ser los primeros en hacerlo, porque creemos que Dios creó a todos a su imagen y semejanza, y que Cristo murió por todos.
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