El caso Dreyfus
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Denis Bon. El caso Dreyfus
Prólogo
Introducción
Capítulo 1. La detención (1894)
Aturdido por la escritura
La lista
Capítulo 2. El contexto del caso
Una Francia en vías de estabilidad
El ejército francés en 1894
Una vasta red de espionaje
Capítulo 3. En marcha hacia el primer proceso
La investigación que conduce hasta Dreyfus
La detención de Dreyfus
La instrucción
La reacción de los familiares
Capítulo 4. El primer juicio (1894)
Un informe abrumador: las nuevas pruebas
La defensa
El consejo de guerra
La degradación
La reacción de la opinión pública y la prensa
Un hombre humillado
Capítulo 5. El primer intento de revisión (1895–1898)
La lucha de Mathieu
Nuevos descubrimientos
La entrada en escena de la prensa
Con Picquart alejado del servicio, Scheurer-Kestner ataca
La defensa engrosa sus filas, pero sigue siendo débil
Hacia el juicio de Esterhazy
Capítulo 6. El nuevo intento de revisión (1898)
El caso relanzado por Émile Zola
El fracaso del segundo intento de revisión
Capítulo 7. El tercer intento de revisión (1898–1899)
Un gran descubrimiento
La detención de Henry
Las transformaciones inevitables
La nueva comisión de revisión
La reacción
La ley de la declaración de incompetencia
La muerte de Félix Faure
La sentencia del Tribunal Supremo
Capítulo 8. El segundo juicio de Dreyfus (1899)
La preparación del juicio
El consejo de guerra de Rennes
Capítulo 9. Hacia la rehabilitación (1900–1906)
Un hombre feliz a pesar de todo
Luchar por la rehabilitación
Después del caso
Capítulo 10. La suerte crítica
Momentos importantes del caso vistos por la prensa
¡Cojan la pluma, señores!
La búsqueda del traidor
Capítulo 11. Puntos de vista
Francia dividida en dos
Los detractores de Dreyfus
Los defensores de Dreyfus
Capítulo 12. Conclusión
Cronología
Fuentes de información
Отрывок из книги
¡No se puede cambiar lo que ya se ha juzgado! Inocente liberado o culpable condenado, inocente encarcelado o culpable en libertad… El acusado de un juicio no puede ser juzgado dos veces, ni siquiera por los historiadores.
Y, sin embargo, es muy grande la tentación de romper el muro de silencio que la ley impone con razón. Nadie puede creerse un Clemenceau, el redactor jefe de L’aurore, y dirigir una carta a Félix Faure, presidente de la República, titulada con el famoso «Yo acuso». No, el lugar del historiador no es este. No está al lado de Zola. No está en su frase de L’Asommoir: «Mi ardiente protesta no es más que el grito de mi alma. Que se atrevan a citarme en la Audiencia y que el sumario tenga lugar a plena luz».
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Aquellos años fueron los más felices en la vida de Alfred. Todo le sonreía. El éxito profesional, primero, junto a una situación financiera sin inconvenientes (las fortunas de Dreyfus y Hadamard juntas provocaban la envidia a más de uno) y, en segundo lugar, la alegría de ver cómo su familia se ampliaba con el nacimiento de sus dos hijos: Pierre, el varón, que nace en 1891, y luego Jeanne, en febrero de 1893.
El futuro parecía prometedor, nada impedía que el joven oficial subiese, lento pero seguro, los escalones de una carrera militar sin obstáculos. Cuando fue detenido en 1894, Lucie Dreyfus no había cumplido los 25 años.
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