Historia romana. Libros XXXVI-XLV

Historia romana. Libros XXXVI-XLV
Автор книги: id книги: 2283878     Оценка: 0.0     Голосов: 0     Отзывы, комментарии: 0 451,24 руб.     (4,18$) Читать книгу Купить и скачать книгу Электронная книга Жанр: Документальная литература Правообладатель и/или издательство: Bookwire Дата добавления в каталог КнигаЛит: ISBN: 9788424937027 Скачать фрагмент в формате   fb2   fb2.zip Возрастное ограничение: 0+ Оглавление Отрывок из книги

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Dado el alto puesto que ocupaba Dión en la administración imperial, el autor dispuso de fácil acceso a los archivos nacionales Dión fue un producto característico de la aristocracia oriental, un hombre de letras absorbido por el gobierno romano. Sus modelos literarios son Tucídides y Demóstenes –autores harto distintos–, y su concepción del rigor historiográfico no le impide usar recursos retóricos y figuras musicales, sobre todo en los frecuentes y extensos discursos, ni los efectos dramáticos. Las fuentes que más utiliza son los anales, Tito Livio y tal vez Tácito. Dado el alto puesto que ocupaba Dión en la administración imperial, el autor dispuso de fácil acceso a los archivos nacionales, de los que pudo extraer gran cantidad de datos para su obra. El estudio pormenorizado de todas estas fuentes le permitió componer una obra de gran valor documental. Sólo se han conservado completos los libros que van del XXXVI al LIV; del resto quedan fragmentos de extensión variable que se suelen editar acompañados de los resúmenes efectuados por diversos epitomadores, pues en muchas ocasiones estos epítomes es lo único que ha llegado hasta nosotros. En este volumen se incluyen los libros XXXVI-XLV, que abarcan desde la intervención de Pompeyo Magno en Creta (68 a.C.), hasta el inicio de la guerra civil (44 a.C.).

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Dion Casio. Historia romana. Libros XXXVI-XLV

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 326

LIBRO XXXVI

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»No hablaré más, por tanto, de este tema. En efecto, encomendar [35 ] a uno solo la gestión del estado, poner en unas solas manos, aunque sean las de alguien dotado de las más altas prendas, la potestad de decidir soberanamente sobre todo aquello en que radican nuestros bienes, ni puede aprobarse bajo ningún punto de vista ni tampoco resulta conveniente ¿quién puede dudarlo? Porque los grandes honores y las jurisdicciones desmedidas exaltan y destruyen a quienes las desempeñan. Esto otro, en cambio, os pido que miréis, la [2] completa imposibilidad de que un solo hombre mande sobre todo el mar y administre con acierto toda esta guerra. Porque debéis, si es que os decidís a obrar como es debido, librar simultánea guerra contra todos ellos, a fin de impedirles que se concierten entre sí y también que busquen refugio entre los que están excluídos de la guerra, privados de lo cual no resultarán excesivamente difíciles de doblegar. Semejante [3] objetivo de ninguna manera podría realizarlo un solo general ¿cómo iba a guerrear durante los mismos días en Italia y en Cilicia, en Egipto y en Siria, en Grecia y en Iberia, en el Mar Jonio y en las islas? Por tanto, se hace preciso que sean muchos los soldados y muchos los generales atentos a esta empresa para que de su empleo resulte algún beneficio. Y en el caso de que se mencione aquello de que si [36 ] encomendáis a uno solo toda la guerra, ése contará de todas maneras con abundantes almirantes y subcomandantes ¿cómo no va a resultar —diría yo— más conforme a la justicia y más conveniente, y qué impedimento hay para que quienes han de recibir el mando por delegación de éste sean previamente asignados a la misma función por vosotros y de vosotros reciban su autoridad, independiente así de cualquier [2] otra instancia? De esa manera incluso prestarán más atención a la guerra, al haberle sido confiada a cada uno en particular una parte y verse imposibilitados de trasladar a otro su incuria en lo tocante a ella; competirán además por la gloria con mayor encono, ya que al ser independientes guardarán en propio haber el renombre nacido de sus empresas. Pero de la otra manera ¿quién creéis que igualmente *** 31 si está sujeto a algún otro, y quién creéis que obedecerá cualquier orden sin replicar cuando la victoria ha de ser no para él sino para una persona ajena?

[3] »Por tanto, de ninguna manera podría un hombre solo librar simultáneamente tamaña guerra, según ha reconocido el mismo Gabinio: pues estima, ciertamente, que a la persona elegida se la debe dotar de muchos colaboradores. Queda así por mirar si los que se despachen han de ser comandantes o subcomandantes, generales 〈o subgenerales〉, legitimados por el pueblo entero para ejercer una suerte de autoridad [4] plenipotenciaria o por aquél para su asistencia. Que la propuesta por mí enunciada realmente se adecua más a la ley y resulta 〈más ventajosa〉 no ya con referencia a todos los demás aspectos, sino en lo tocante a los piratas mismos, cualquiera de vosotros lo aceptará. Con independencia de lo cual, prestad también atención a aquella otra vertiente de la cuestión, esto es, a la abolición de todas las demás magistraturas que de vosotros dependen con la excusa de los piratas, y al hecho de que durante este periodo ninguna de ellas ni en Italia ni en territorio sometido *** 32 ».

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