Espejos falaces
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Edgar Brizuela. Espejos falaces
ESPEJOS FALACES
Edgar Brizuela
ÍNDICE
El grito. Adán y Eva. Investigador Privado. Investigador Privado II. Proteo. El tiempo. Una mucama. Los Muertos. Fantasma. Rompecabezas. Mi sombra
El grito. Permanecía tranquilamente acomodado en el gran sofá del living de mi casa. Esto implicaba estar tirado cuan largo soy en ese mueble que, la verdad, no era tan grande. Por lo demás, no los hacían de gran tamaño, y si los hiciesen de la magnitud que pensaba, el que poseía no hubiera entrado en el reducido espacio del marco de mi casa, aun cuando siempre estuviese la duda de que existieran artefactos desconocidos
Adán y Eva. Me acerqué con la delicadeza que le gustaba —escribió el hombre—, sin poder contener el frenesí que ella deseaba aumentar, incluso si la llevara a la misma muerte
Investigador Privado —Aló. Buenas tardes, ¿se encontrará Abelardo Lutz?
Investigador Privado II. Una tarde, después de haber salido del trabajo, Estay caminó rumbo a su casa sin pensar en nada extraordinario de lo que había hecho durante esa jornada. Iba ensimismado, sin prestar mucha atención a su entorno, a diferencia de lo que le ocurría con frecuencia, que consistía en no poder abstraerse de personas, objetos, colores, perros o el número de baldosas de una calle
Proteo —Siga ese auto, por favor —le dije al taxista, pero ¿cuál? Delante de nosotros iban decenas, centenas de automóviles y, a nuestro lado, otros pasaban raudos, adelantándonos
El tiempo —Veamos —le dijo—, ¿cuál es el significado del tiempo para ti? ¿Qué implica el paso de los segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años? ¿Qué puedes hacer ahora que no podrás negar a futuro? ¿Qué haces ahora que no seguirás haciendo después? ¿Es tan importante tu vida? ¿Es tan relevante nuestra existencia? Vamos, dilo
Una mucama. La Señora ingresó a la habitación que ocupaba la sirvienta, con el propósito de buscar algún elemento que le permitiera confirmar sus sospechas: de si existía o no una relación impropia entre ella y su marido. Jamás pensó que su trabajo sería tan sencillo, pues sobre la cama había un manojo de papeles con mala caligrafía que apenas hojeó, pero que despejó todas sus dudas. El diario de vida —pues eso era— se titulaba: "Mi relación con Mi Señor"
Los Muertos —Mira a este hombre. Antes se le rendía culto y era muy popular entre la gente
Fantasma. Aunque crean que se trata de un hecho sencillo, no es tarea fácil para un fantasma encontrar a quien perseguía con afán. Eso me lo confirmó el mío, cuando un día apareció de repente en mi nueva casa, a la que había llegado hacía unos años. La última vez que supe de la existencia —o no existencia— de aquel, había sido mucho tiempo atrás, antes de que dejara mi ciudad por estudios y posteriormente me asentara en otra por cuestiones laborales
Rompecabezas. Una tarde, mientras regresaba a su casa, Artur Estay pasó junto a un bazar. En la vitrina de ese local vio un rompecabezas con la imagen de El Grito de Munch. Pensando en que podía ser un buen regalo para una amiga que estaba de cumpleaños, adquirió dos con la finalidad de realizar una competencia de habilidades
Mi sombra. Desde hace un tiempo mi sombra se comporta de manera extraña. Cuando debiese estar estática e inmóvil, le da por moverse de las formas más inusuales. Al parecer se siente bien al demostrar que, a pesar de no tener sustancia, posee movilidad y es capaz de influir sobre mí
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De tal forma estaba, que tanto mis piernas como uno de mis brazos quedaban colgando, con mi cabeza apoyada de alguna manera en el asiento. Los sofás no estaban hechos para dormir salvo que faltasen camas o se tuviera que recurrir a ellos por motivos de fuerza mayor, como bien sabían los casados.
En fin, me hallaba en una posición que me permitía abrir, extender, estirar y desparramar mi persona; relajarme, aunque pudiera no estar realmente cómodo.
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Eran animalejos de color verde que cuando emprendían el viaje producían una mancha de varios kilómetros en el cielo. Mi grito obviamente llegó hasta ellos. Tenía tal consistencia, tal fuerza, tanta entonación, ritmo, cadencia o lo que se quiera, que algunos ejemplares más débiles decayeron y aterrizaron atolondrados sobre mi patio.
Los otros siguieron, pero de seguro llevarían desde entonces algo más que la urgencia por llegar a un lugar más cálido; desde ese instante y hasta su último suspiro, arrastrarían mi grito destemplado, iracundo, deletéreo.
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