El infame

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Автор книги: id книги: 1982431     Оценка: 0.0     Голосов: 0     Отзывы, комментарии: 0 888,01 руб.     (9,76$) Читать книгу Купить и скачать книгу Купить бумажную книгу Электронная книга Жанр: Языкознание Правообладатель и/или издательство: Bookwire Дата добавления в каталог КнигаЛит: ISBN: 9789563175738 Скачать фрагмент в формате   fb2   fb2.zip Возрастное ограничение: 0+ Оглавление Отрывок из книги

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Описание книги

Tres personajes: dos Hermanos Maristas y un seminarista se ven involucrados en un intento de asesinato a Juan Pablo Segundo, en su visita a Chile en el parque O'Higgins en 1987, una delirante historia sobre la Iglesia Católica, sus miserias, sus virtudes, la educación chilena y la amistad en el marco de la dictadura cívico-militar chilena. Una novela imperdible, ágil y con una narración que sorprende en todo momento a través de un registro que deja ver con claridad un momento clave del Chile de finales de la década del ochenta.

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Enzo Romero. El infame

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Epílogo

Índice

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A mis hijas, Aurora y María.

Buenos días, alumnos, decía el Mono Velásquez; buenos días, profesor. El Mono era profesor de Matemáticas y el tutor en tercero medio, debe haber sido el año 1984, moreno, enanito y regordete, pantalones y reloj caros. Hoy día, empezó, vamos a hablar de la amistad, de la verdadera amistad, esa que se ve en los momentos difíciles, cuando te va mal. Mis mejores amigos son mis padres, dijo el Negro Ramírez, ya que son los únicos que están conmigo en todo momento, los amigos del carrete pasan y no nos llevan a ninguna parte; ¡estai más loco!, nadie le dice a sus padres todo lo que piensa, hay que tener amigos de verdad para poder recibir consejos útiles, es bueno el compañerismo, opinaba Sotito; los amigos sirven para conocer a sus hermanas y a sus amigas, y para tomar antes de los carretes, decía el Enfermo, y el Chupao, hay amigos y amigos; es importante diferenciar los buenos de los malos amigos, opinaba el Mono; ¡los buenos son los con hermana rica!, interrumpió el Enfermo; no, en serio, ¿que no se dan cuenta de la diferencia entre unos y otros?, el Mono de nuevo; ¡claro, la hermana del Negro Ramírez y la del Chupao!, lanzaba el Pescado; ¡ja, ja!, bueno, es que tu hermana, Negro… dijo el Mono; ¿qué pasa con mi hermana?; tu hermana es otra cosa; ¡que está entera rica la negra!; ¡qué les pasa con mi hermana a los hueones!, gritó el Negro y se puso morado; tranquilo, Negro, tranquilo, son bromas no más, volvamos al tema que importa, que es la amistad, no estamos hablando de las hermanas; mejor hablemos de las mujeres, soy el que más experiencia tiene en eso, opinaba el Mosca Álvarez, que se peinaba con gel a lo Elvis Presley; ¡claro, Mosca, como cuando te comiste a la Cara de Nutria!, le enrostró Montenegro; ¡ya, ya!, está bueno, volvamos al tema, mejor preguntémosle su opinión al señor Cordero, que es mucho más maduro que todos ustedes, que solo piensan en las mujeres como objetos, ya hablaremos otra clase sobre el amor y el respeto a la mujer, recuerden que todos ustedes nacieron de una, y no porque este sea un colegio de hombres vamos a andar difamándolas; ¡se me había olvidado tu mamá, Mosca, que está hasta más rica que la hermana del Negro!, dijo el Enfermo, pero el Mono Velásquez se enojó y lo echó de la sala, castigado al sol, con chaleco, chaqueta y hasta el recreo, y patá en el poto al salir. Me parece que el tema de la amistad pasa primero por el respeto al otro, en ver en el rostro del otro mi propio rostro, sé que no tengo muchos amigos en este curso, ya que no carreteo tanto, pero los respeto mucho y tengan por seguro que pueden contar conmigo en el futuro para lo que sea, y para eso espero acercarme algo a ustedes en estos años que nos quedan de colegio, dijo el Mono y sintió la aprobación sincera del resto de la clase. En aquel tiempo ya era hábil hablando en público.

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Me decepcionan profundamente, ¿es que acaso este colegio no les ha dado valores profundos?, ¿cómo se les ocurre hacer este paro sin avisar?, eso no es digno de un estudiante marista, dijo el hermano Fernando; nos mueve la necesidad muy digna de celebrar como corresponde el Día del Alumno, hermano Fernando, respondió el Vela, nosotros mismos lo creamos y ustedes, si leyeron el programa, lo habían aceptado; pero hay otras maneras de conseguir sus objetivos, sin recurrir a la violencia, los maristas resolvemos nuestras diferencias a través del diálogo y el respeto a los demás, no es valiente obligar a sus compañeros a no venir a clases a aprender, ¿no es acaso injusto para los que quieren estudiar tranquilamente?; es injusto estudiar tranquilamente cuando otros no lo están, hermano, somos un cuerpo y como tal debemos comportarnos, opinó Matus; eso será en el ejército, esto es un colegio y deben obedecer lo que se les manda, ese Día del Alumno no existe en ninguna parte, no es el Día de la Madre o del Padre, o el Día del Profesor, que aparecen en los calendarios escolares que entrega el Ministerio, dijo Condoro; ¡pero el mismo hermano Fernando nos enseñó del libre albedrío, Dios nos da la libertad de escoger incluso nuestro mal!, ¿cierto, hermano?, ¿qué tan terrible puede haber en esa celebración?; no es leal citar mis clases para desacreditarme como rector del Colegio, lo que hicieron es muy grave y merece la peor de las sanciones, sus actos demuestran un gran desprecio hacia nuestra institución y deben ser castigados por eso, aunque me duela, los instigadores de este paro macabro deberán tener un castigo muy severo, proporcional a la gravedad de su falta, y el Condoro; yo creo que ni con la expulsión pagarían, eso sí, ustedes tienen una oportunidad de salvarse si es que nos revelan inmediatamente, de quién fue la idea del paro, por supuesto que eso no cambiará la imagen que nosotros tenemos de ustedes como personas sensatas, aunque hayan cometido un error, ¿quiénes fueron, acaso los señores Montenegro, Páez, alias Pitihue y Contreras, alias Catafirtol?, miren que algo de información manejamos; no somos ningunos soplones, dijo el Gato, si estamos acá es porque somos la voz de nuestros compañeros, y llevamos más años en el colegio que usted y que el mismísimo hermano Fernando, así es que sabemos mucho mejor que ustedes qué es y qué no es este colegio, y definitivamente, este no es un colegio de sapos; ¡qué es ese lenguaje, mocoso, por Dios!, ¿con quién se creen que están hablando?, ¡Álvarez!, ¿me puede decir en qué momento pensó que hablar con estos pergenios serviría de algo?, ah, carajo, me parece que es usted más bruto que ellos todavía, vamos a mi oficina, que acá no vamos a resolver nada, dijo el hermano Fernando, que parecía haber perdido el control de la situación.

Los tres salieron del colegio y se juntaron en el parque que bordeaba el cerro de La Virgen, ahí se habían escondido casi todos; ¿nos vendieron?; ni cagando compañeros; este sí que fue Día del Alumno, conchetumadre, le hubieran visto la cara al culiao del Condoro, estaba que se recagaba el maricón; ¿y ustedes?; siempre dignos; ¡salgan, sapos culiaos, seguro estaban que se meaban!; un poco, pero igual aperramos cabros; capaz que nos echen a todos; no creo, el hermano Fernando es rebuena gente; no, si se veía más enojado que la cresta; la media cagaíta, mi papá me va a penquear, le dije que no iba a participar; ¡salud por el Día del Alumno!, casi cien pendejos había al borde del cerro, Catafirtol destapó una botella de cerveza; ¡salud, salud, salud!

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