Banner, historia de una ardilla
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Ernest Thompson Seton. Banner, historia de una ardilla
Prefacio
El expósito
¡¿soy un gato?!
El horror rojo
La nueva vida, la vida solitaria
La nueva cola
La primera cosecha de frutos secos
El canto al sol de banner
El sueño frío
El enfrentamiento con el ojos de fuego
Escarlata, el azote de los bosques
Banner y el eco
El cortejo de cola argenta
El hogar en la alta pacana
Nuevos rivales
De nuevo soltero
El guardián se topa con un invasor
Mala suerte en el hogar
El nuevo hogar
Toca mover a los pequeñuelos
La presentación en sociedad
Los jóvenes y la guardería
Cray sale en busca de problemas
Las ardillitas van al colegio
La poda de la rama caprichosa
Banner cae en una trampa
El adicto
Los posos de la copa
La senda hacia la destrucción
El látigo de la preciada madre
El despertar
La ley no escrita
Los juegos de las ardillas
Cuando banner quedó marcado de por vida
El combate con el demonio negro
La ley de la propiedad privada entre los animales
La recolección de la gran cosecha de frutos
Hoy en día
Nota para el lector
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Ernest Thompson Seton (1860-1946)
cronología
Отрывок из книги
Estas son las ideas que he intentado plasmar en las siguientes historias:
Que, aunque los animales obtienen gran parte de sus enseñanzas de sus madres, aún deben más a las enseñanzas raciales, es decir, al instinto. Por lo tanto, y siempre que logren superar los graves peligros que se les presentan en la infancia y en sus primeros años, pueden salir adelante sin la guía de su madre.
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Estos son los motivos por los que he decidido escribir esta novela de los bosques. Espero haberlos expuesto de manera convincente y, si no es el caso, espero, al menos, que te hayan entretenido las aventuras contenidas en ella.
Tras lo que dejó a la pequeña extraña junto al gatito. La vieja gata la miró, la olió con recelo, le lamió la espalda, la cogió entre los dientes y se la puso debajo de una pata, donde el muchacho se la encontró media hora después, comiendo con su hermano de acogida, mientras la vieja gata, maternal, yacía con la barbilla en alto, con los ojos medio cerrados y ronroneando de felicidad, orgullosa de volver a ser madre. El futuro del expósito estaba asegurado.
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