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La mayoría de personas empobrecidas que asisten al psicólogo, en nuestras sociedades, lo harán una o dos veces, en estado de crisis y no podrán volver más. En los casos hospitalarios la atención psicológica se realizará una o dos veces y además con la complicación de una separación larga de tiempo entre una sesión y la siguiente. Otro factor que determina esta complejidad tiene que ver con el empobrecimiento y todos los efectos que esto genera: violencia, enfermedad, muerte, delincuencia, etc. lo que determina que las condiciones de vida de los pacientes tendrán siempre a empeorar o a moverse en condiciones que nunca favorecerán el proceso terapéutico; como podría ser el tratamiento de una dependencia de sustancias con una persona que vive en un barrio con índices elevados de consumo, o condiciones de violencia intrafamiliar, etc.Un psicólogo de la periferia tiene que saber que las condiciones económicas, sociales, personales, familiares, culturales, educativas, siempre serán complicaciones para el desenvolvimiento terapéutico. Considerando todo esto vamos a afirmar que en las sociedades de la periferia del capital, toda intervención psicológica, con sectores populares, termina por ser una intervención en crisis, una psicoterapia de emergencia. Tenemos entonces que nuestras intervenciones trabajan sobre la demanda emergente del sujeto, buscan movilizar el estado de estancamiento producido por la crisis, empoderan y permiten la reorganización comunitaria como criterio de salud. El texto pretende desarrollar esta propuesta terapéutica desde la perspectiva de la psicología popular. ¿Qué es? ¿Cómo abordarla? ¿Qué técnicas se pueden desarrollar? para poder intervenir sobre la crisis en el contexto de crisis permanente de nuestras sociedades empobrecidas.