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En esta obra se estudian las armadas y flotas creadas por los Austrias Mayores para administrar y proteger aquel vasto imperio del que se dijera que el Sol no nacía ni se ponía. Trece armadas permanentes con sedes en distintos puertos españoles, italianos y americanos, que se agrupaban o a las que se les añadían otras escuadrillas privadas o estatales cuando las circunstancias lo aconsejaban. En este libro se estudia el sistema naval del primer gran imperio de la Edad Moderna, el de los Habsburgo. Los territorios heredados por el emperador Carlos V fueron de tal extensión que únicamente la existencia de una marina permanente podía hacer viable su integración en una sola corona. Y en este sentido hay que decir que se diseñó un sistema naval razonablemente eficiente y sostenible, como lo prueba el hecho de que España dominase los mares durante buena parte de la Edad Moderna. La financiación fue también muy diversa entre otras cosas porque hubiese resultado imposible financiar la defensa de todas las costas del Imperio con fondos regios. Por ello, queremos insistir en el hecho de que ni era posible tener una o varias armadas reales ni tan siquiera recomendable. El mantenimiento de todas las armadas del Imperio hubiese supuesto un coste superior a los dos millones de ducados anuales, cifras verdaderamente astronómicas e inasumibles para la Corona. Se analiza la implantación del sistema de flotas para comerciar con las colonias, legislado a partir de 1564, como medio para defenderse de los corsarios. Zarparían dos anuales: una en abril y estaría integrada por los buques que se dirigían a Veracruz, Honduras y las islas antillanas, y la otra en agosto y estaría formada por los buques que se dirigían a Panamá, Cartagena, Santa Marta así como a otros puertos de la costa norte. Un sistema eficaz que mantuvo la relación entre la metrópoli y sus colonias, pues en más de dos siglos apenas cayeron un par de flotas en manos de los enemigos.