Tres segundos con Lacan
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Esthela Solano-Suárez. Tres segundos con Lacan
PRÓLOGO. por. VICENTE PALOMERA
1. TRES SEGUNDOS CON LACAN
2. DEL ACONTECIMIENTO AL ADVENIMIENTO
3. EL PRECIO DE LA SESIÓN
4 ¿VOLVERÁ PARA UN CONTROL?
5. LEO EL LALEO
6. EL DESEO: ENTRE SUEÑO Y DESPERTAR
EL DESEO INCONSCIENTE
LOS EFECTOS DEL LENGUAJE
EL HABLANTESER
LA DEMANDA Y EL DESEO
EL DESEO DEL OTRO
LA SEXUALIDAD ES RELATIVA A UN AGUJERO
LOS DESEOS ALIMENTAN NUESTROS SUEÑOS
7. LACAN, LAS MUJERES. EL PECADO ORIGINAL
DE LA IMPOTENCIA A LO IMPOSIBLE
LA OBJECIÓN DEL GOCE FEMENINO
LOS «IMPASSES» LÓGICOS DEL AMOR
LA VÍA DE LA «EX-SISTENCIA», HACIA LO REAL DEL «SINTHOME»
8. LAS ESTRELLAS NO SUEÑAN CON MORIRSE
9. CON QUÉ NOS CASAMOS?
LA CAMA, EL VELO
DE CUERPOS HABLANTES
LADO HOMBRE, LADO MUJER
MATRIMONIO BRICOLAJE
10. BLUES DE LA MATERNIDAD
IMPERATIVO DE SER MADRE
BLUES MATERNIDAD.NET
DECIR BIEN EL TORMENTO
EL CUERPO PUESTO A PRUEBA
EL ENCUENTRO CON EL NIÑO
ARREBATOS, ESTRAGOS
11. PREGUNTA A ESTHELA SOLANO-SUÁREZ CON MOTIVO DE SU TEXTO «MATERNITÉ BLUES», PUBLICADO EN ÊTRE MÈRE [207]
NOTAS
Отрывок из книги
Del mismo modo que Lampedusa dijo que Stendhal había conseguido resumir una noche de amor en un punto y coma, podría decir que Esthela Solano-Suárez ha conseguido en tres segundos con Lacan resumir qué significa «saber leer de otro modo».
En efecto, desde el inicio, y no sin mucho trabajo, ella logra transmitirnos las consecuencias de su análisis con el doctor Lacan, presentándonos al Lacan analista, encarnado, operando con su cuerpo, prodigando una presencia en acto. Es un análisis que transcurría en los tiempos que se conocen como su «última enseñanza». Son años en los que, al hablar de la interpretación, Lacan señala que «Lo que dice el analista es corte. El analista participa en la escritura [...] escribe de manera diferente para que, por la gracia de la ortografía, por un modo diferente de escribir, suene otra cosa distinta de lo que es dicho, lo que es dicho con la intención de decir».[1]
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Me recibe inmediatamente, el mismo día. Instalada en un pequeño sillón, me dirijo a él, que me da la espalda, sentado frente a su escritorio. Manipulaba nudos, cuerdas y cámaras de aire. Me pregunta por qué quiero hacer un análisis. Le respondo rápido y con gran convicción que quiero llegar a ser analista. Le explico que había hecho un análisis, que había comenzado una práctica, pero que no sabía si había hecho un verdadero análisis y si tenía una práctica de analista. Su respuesta entonces fue: «¿Y cuál es su síntoma? ¿Sabe usted qué es un síntoma, dicho de otra manera, qué es lo que la hace sufrir?».
Balbuceo, no había pensado nunca en ello, no sabía cuál era mi síntoma. Lacan me indicó con su pregunta que se hace un análisis no para ser analista, sino para tratar un síntoma. Esta fue la segunda gran lección que recibí de él ese día. Prosigue entonces: «¿Qué es lo que le ha dejado el análisis que usted hizo con B.?». Tontamente le digo: «Cierto saber sobre mi inconsciente». Siempre ocupado en manipular y en observar los nudos borromeos que se acumulaban sobre su escritorio, pero dando la espalda me pregunta: «¿Y por qué le pidió análisis a B. a la edad de diecinueve años?». Aquí le hablo de las circunstancias que me condujeron al análisis, de lo que podría haber sido un acto irremediable, pero que se quedó en el orden de un acontecimiento —que podía interpretarse como un llamado—. Él se incorpora entonces y tomando su sillón lo coloca cerca del mío, y pone su mano sobre la mía. Me pregunta con una voz muy suave por qué quiero hacer un análisis con él, por qué él y no otro. No sé qué respondí. Volvió a hacer la misma pregunta más veces. ¿Tres, cuatro o cinco veces? No lo sé.
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