En el nombre del rey
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Eugenio Císcar Pallarés. En el nombre del rey
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EN EL NOMBRE DEL REY
UN ENSAYO SOBRE LA DELINCUENCIA
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En el ámbito español, la rica documentación de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte refleja la criminalidad de la ciudad de Madrid, convertida en capital de la monarquía desde 1561, foco de inmigración constante y masiva, centro de las principales instituciones políticas y sede de una clase alta de elevado nivel de consumo, junto a amplias capas populares. En la segunda mitad del siglo XVII, los «reos implicados» en delitos violentos, más las injurias, suponen cerca del 50 % del total, porcentaje que va disminuyendo a lo largo del Setecientos, mientras que los delitos contra la propiedad oscilan entre el 20 y el 28 %, y los producidos contra la moral sexual se sitúan en un 7,7 % (1581-1595), y algo más después de 1700.57 En un ambiente muy diferente, la zona rural de los montes de Toledo, los delitos violentos suponen el 28,59 %, o llegan al 35 % si incluimos las injurias; los opuestos a la propiedad representan el 7,31 %, más un 18,61 % específicamente contra la propiedad comunal (uso ilegal del agua, carbón, madera, pastos, caza furtiva, etc.), frente a los sexuales, con un 4,07 %, aunque se advierte la interferencia de los tribunales eclesiásticos en estos últimos.58 Respecto a los valles de Cantabria, la información disponible indica un predominio de las agresiones físicas, seguidas de las injurias, en menor grado los delitos sexuales y pocas referencias contra la propiedad.59 En un ambiente que recuerda mucho a Valencia, en Cataluña, en general, se indica «la presencia de la violencia como una constante estructural en ese mundo rural catalán de los siglos XVI y XVII», y en concreto en algunas zonas (comarcas de Osona y el Vallés) las agresiones físicas supondrían un 30-36 % de los delitos, a lo que habría que sumar un 12-15 % de agresiones verbales y un 5 % de armas prohibidas, con un 20 % de hurtos.60 En cuanto a Málaga y su tierra, en la misma época, se ha remarcado la importancia de los delitos contra la vida, que alcanzarían el 24,3 %, seguidos de un nutrido grupo de actos contra la moral sexual (sodomitas, proxenetas, violadores, adúlteros, polígamos, etc.), además de un 21,1 % de ladrones y otros (falsificadores, incendiarios, falsificadores, etc.), más un específico 10,3 % de bandidos.61
Por tanto, en general,62 con todas las matizaciones y variables en juego (fuentes utilizadas o disponibles, metodología seguida, circunstancias históricas locales, etc.), que pueden distorsionar parcialmente los porcentajes, los resultados estructurales obtenidos en otras zonas españolas son semejantes a los que hemos expuesto para Valencia. Esta se encontraría en los mismos parámetros generales que otras áreas, sin duda porque suponen un rasgo común de las sociedades del Antiguo Régimen. Una rápida aproximación a la amplia bibliografía sobre la criminalidad en la Europa occidental nos reafirma en la misma conclusión. Así, en el Artois francés se ha evidenciado la enorme importancia de la violencia en la conducta habitual de la población campesina, a partir de las «lettres de remission» (1400-1660), en un análisis que parece paradigmático.63 Sin aportar una cuantificación relativa, en Florencia destacaban los delitos violentos en el siglo XVI, junto a los sexuales, de orden público, propiedad, etc.64 Durante el siglo XVIII, junto a Burdeos, los delitos violentos suponían el 38,3 %, más un 14,7 % de la «verbal violence», un 24,3 % contra la propiedad (de ellos, un 15,7 % son robos) y un 5,5 % contra la moralidad.65
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