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DISCURSO PRELIMINAR A LA TRADUCCION CASTELLANA DE LA DESCRIPCION DE PATAGONIA POR FALKNER

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Cuando salió á luz el original de esta obra, cuya version al castellano presentamos ahora al público, esta parte del continente américano empezaba á ser el objeto de las investigaciones de los sábios. Sometida nominalmente á la dominacion española, se habia mantenido en un estado absoluto de separacion y de independencia. Sea que se le mirase con indiferencia; ó mas bien que se le considerase como una conquista árdua y superior á los exíguos recursos de que podian disponer, cierto es que muy pocas fueron las tentativas que se hicieron, en el curso de mas de dos siglos, para estender hácia el sud los límites del vireinato de Buenos Aires.

La expedicion mas antigua, de que se ha conservado memoria, es la que hizo personalmente el Gobernador Hernandarias de Saavedra, en 1605, para descubrir las ciudades de los Césares, de cuya existencia nadie dudaba entonces. Pero eran tan confusas las noticias que se tenian de ellas, y tan poco adelantados los estúdios geográficos, que en vez de dirigirse al oeste para acercarse á la Cordillera, donde la voz comun señalaba los establecimientos de estas poblaciones misteriosas, siguieron el rumbo de la costa, y fueron á dar á la Bahía sin Fondo.

Los sucesores de Saavedra, no solo no pensaron en penetrar en el territorio ocupado por los indios, sino que solicitaron su alianza, para mantenerlos en sosiego, y preservar á la provincia de sus irrupciones. Estas treguas, aunque efímeras y dudosas, abrieron el camino á los misioneros, que desde muchos años anhelaban de predicar el evangélio en estas remotas regiones. Tuvieron sus entrevistas con algunos caciques, y cuando les pareció que podian confiar en sus promesas, fundaron una primera reduccion en las orillas del Salado, á dos leguas de la mar magallánica cerca del cabo San Antonio. Empezaron sus trabajos evangélicos el 6 de Mayo de 1740, siendo Gobernador de estas provincias, el Sr. D. Miguel de Salcedo, que concurrió por su parte al buen éxito de esta empresa.

Los Jesuitas, que no solo eran misioneros sino administradores, dieron á las tribus que se sometieron á su direccion, una especie de organizacion municipal, condecorando á sus gefes y caciques con el título v las atribuciones de corregidores. La mayor dificultad que encontraron fué acostumbrar á los indios á una vida mas arreglada y laboriosa: pero ya lo habian conseguido, y los campos inmediatos á la Concepcion (que tal era el nombre de la nueva colonia) fueron por primera vez labrados por mano de su antiguos é inertos moradores.

Uno de los arbitrios, de que mas se valieron los misioneros para acreditarse entre sus neófitos, era el egercicio de la medicina. La primer prueba que daban de su habilidad en esta parte, bastaba á cimentar su crédito, y á extender su influjo mas allá de lo que podian esperarlo de sus exhortaciones. Los PP. Strobl y Querini, que estaban al cargo de la nueva doctrina, no tenian práctica, y talvez faltaban de conocimientos en el arte de curar, y ya se habian visto en conflicto en algunos casos que se habian ofrecido de prestar su auxilio á los enfermos. Solicitaron, pues, del célebre P. Machoni, que ocupaba en aquel tiempo el lugar de Provincial de los Jesuitas, la cooperacion de un compañero que les ayudase en estos trabajos.

Precisamente acababa de entrar en la Compañia Tomas Falkner, jóven inglés que habia acompañado á Buenos Aires un buque de Cádiz en calidad de cirujano. Hijo de un hábil profesor de Manchester, empezó sus estúdios bajo la direccion de su padre, y fué á perfeccionarse á Lóndres en la clínica de los hospitales. Su habitacion, inmediata al Tamesis, le puso en contacto con la gente de mar, y le proporcionó el conocimiento del capitan de un buque, que hacia el tráfico de negros en la costa de Guinea. La narracion de sus viages, de sus aventuras, y de sus mismos peligros enflamaron la mente del jóven facultativo, que se decidió fácilmente á acompañarle en su próximo viage. Poco despues de su regreso á Inglaterra, emprendió otro á Cádiz, en donde se embarcó para Buenos Aires. Una enfermedad que le sobrevino, cuando el buque se preparaba á zarpar de esta rada, lo hizo perder la ocasion de volver á Europa. Solo, aislado, falto de relaciones y de recursos en una tierra extraña, cuyo mismo idioma lo era desconocido, tuvo que ampararse de los que por instituto profesaban la caridad y la filantropia. Hijo de irlandés, y católico, aunque nacido en un país disidente, invocó con confianza los auxilios que necesitaba. La aplicacion que hizo de sus conocimientos médicos en su propio individuo, inspiraron á los jesuitas que lo asistian, el mas vivo deseo de poseerlo; y sea que obrase en él la gratitud, sea que se hallase bajo el influjo de sentimientos mas elevados, no tardó en decidirse á pronunciar sus votos.

La estension que habian dado los jesuitas á sus trabajos evangélicos, mantenia en una actividad extraordinaria á sus operários, y sobre todo á los que, como Falkner, estaban iniciados en los secretos de la higiene. Así es, que desde el dia en que entró en la Compañía, hasta la supresion de esta órden, pasó del Paraguay á Tucuman, y de las pampas del sud á los bosques impenetrables del Chaco.

Encargado por el gobierno español de reconocer las costas del vireinato de Buenos Aires, empezó á mirar el país bajo un nuevo aspecto, y fué acopiando materiales para una obra que, segun parece, destinaba al ministerio inglés. Nos es sensible hacer dudar de la lealtad de este escritor: pero son tan claras y evidentes las indicaciones que hace en varios párrafos de su obra, que no es posible equivocarse sobre sus intenciones.

Tal vez la persecucion del gobierno español contra los Jesuitas influyó en esta conducta, que aun así no queda justificada. Sean cuales fueren los motivos de disgusto que tenga un extrangero contra el país que le acoge, nunca debe conspirar contra él, ni proporcionar armas á los que aspiran á invadirlo ó usurparlo: y tal fué el objeto que se propuso Falkner al emprender la descripcion de Patagonia.

"Si alguna nacion intentára poblar este país, dice en un capítulo de su obra, podria ocasionar un perpetuo sobresalto á los españoles, por razon de que desde aquí se enviarian navios á la mar del sud, para destruir en él todos sus puertos, antes que tal cosa ó intencion se supiera en España, ni aun en Buenos Aires. Fuera de que se podria descubrir un camino mas corto para navegar este rio con barcos hasta Valdivia: podríanse reunir tambien tropas de indios moradores de sus orillas, y los mas valientes de estas tribus, que se alistarian con la esperanza del pillage; de manera que seria muy fácil el rendir la guarnicion importante de Valdivia, y allanar el paso á la ocupacion de Valparaiso, por las que se aseguraria la conquista del reino de Chile." – El cargo que hacemos á Falkner es tan grave, que nos hemos creido con la obligacion de justificarlo.

Prescindiendo de las miras que tuvo en reunir estos apuntes, no se le puede disputar el mérito de haber sido el primero y el mas exacto historiador de la region magallánica. En los antiguos tratados de geografia, y en la descripcion general del mundo, esta parte del globo era representada como un vasto desierto entre el Oceano y las últimas ramificaciones de la Cordillera de los Andes. D'Anville, acostumbrado á construir sus mapas con los materiales que encontraba en los libros, siguió el mismo método en la carta que publicó de la América meridional, la que sin embargo fué por mucho tiempo mirada cómo la descripcion mas exacta de estos paises. Pero tan impuras eran las fuentes en que bebió aquel geógrafo, que se necesita todo el respeto que inspira una gran celebridad para disimular sus errores.

Cuando apareció este mapa, la Corte de España empezaba á despertarse de su letargo, y á mirar con menos indiferencia sus posesiones ultramarinas. La cuestion promovida por la Academia de las ciencias de París, sobre la figura de la tierra, habia creado una noble rivalidad entre las Córtes de Madrid y de Versailles, empeñadas ambas en facilitar la solucion de este gran problema. Tres expediciones, salidas de los puertos de Francia y España, bajo los inmediatos auspicios de Luis XV y de Felipe V, se dirigieron al ecuador y al polo, para medir y comparar los arcos del meridiano. Estas operaciones fueron confiadas á los primeros astrónomos de aquella época, y basta recordar los nombres de Bouguer, Condamine, Maupertuis, Clairaut, Monnier, Camus, Godin, Jorge Juan, Ulloa, para hacer graduar el interes que inspiró esta empresa.

Pero, mientras que se desplegaba tanto celo en adelantar los conocimientos astronómicos que debian perfeccionar los geográficos, el hemisfério austral, por la naturaleza misma de estas investigaciones, quedó desatendido é inmovil en medio de este gran impulso dado á los trabajos científicos. Desde el año de 1618, en que los Nodales, por órden de Felipe III, vinieron á los mares del sud á cerciorarse del descubrimiento hecho por los Holandeses del Estrecho de Lemaire y del Cabo de Hornos, hasta 1745 en que volvieron á esplorarse estos parages por los PP. Quiroga y Cardiel, ningun paso se habia dado para satisfacer, cuando menos, la curiosidad pública sobre la existencia de una nacion de gigantes, que se decia habitar las costas de Patagonia; y fué menester que otra exigencia de la ciencia de los astros empeñase á los astrónomos á dirigir sus miradas hácia el polo antártico. En 1768, el gobierno inglés, tan propenso á estender la esfera de los conocimientos humanos, puso á las órdenes del célebre é infortunado capitan Cook, un buque de guerra para emprender un viage circumpolar, y observar el tránsito de Venus por sobre el disco del Sol, desde alguna de las islas del gran Océano Pacífico. Las regiones australes, visitadas por Anson, Byron, Bougainville, fueron reconocidas por Carteret, Wallis y Cook, cuyos esfuerzos reunidos contribuyeron á desterrar los errores que se habian perpetuado hasta entonces en la configuracion de nuestro país. El gobierno español, que hubiera debido tomar una parte principal en estas tareas, se contentó con destinar la fragata San Antonio á reconocer la costa, desde el promontorio de este nombre hasta el estrecho de Magallanes.

Pero todos estos trabajos eran meramente gráficos y exteriores. Las observaciones de los marinos no se extienden mas adentro de la costa, y su rápida aparicion en algunos de sus puntos, no les deja el tiempo necesario para estudiar la índole de sus habitantes. A este vacio suple la obra del P. Falkner, que, aunque no siempre exacto en sus detalles topográficos, merece crédito en lo demas, por haber vivido por muchos años entre las tribus que describe. El conocimiento, aunque superficial, que tenia de sus idiomas, era bastante á ponerle en relacion con ellos, y á examinar con mas esmero sus usos y costumbres. Puede creérsele, cuando se descubre cierta conformidad y analogía entre lo que escribe, y lo que observó al cabo de cincuenta años el Señor Cruz, cuyos viages hemos reunido de intento en el mismo volúmen.

Estas nociones adquiridas á costa de grandes privaciones y de incesantes peligros, no deben mirarse con desdén, aunque se les note algun defecto. ¿Cual es el libro de geografia que no manifieste sus errores al que lo compare con los que le son posteriores?.. El de Falkner no medra por grandes conocimientos, pero no deja de presentar en sus páginas alguna indicacion útil, y otras, que sin serlo, tienen una importancia relativa, por señalar el estado en que se hallaba la geografia de estos paises en la mitad del siglo pasado.

Otra prueba del crédito de que ha disfrutado esta produccion, es el haber servido de texto para la formacion del gran mapa de América Meridional, del que se ha valido el Sr. Arrowsmith, y que publicó en Madrid en 1775, D. Juan de la Cruz Cano y Olmedilla: nada hemos visto hasta ahora que deje en problema el mérito de estos mapas. Lo que sí parece destinado á eclipsarlos es el diario de la expedicion al Colorado y al Rio Negro, al mando del Ilustre General ROSAS, que ha recorrido en triunfador los mismos parages descriptos por Falkner. El espíritu de órden, que no es la menor prenda de este benemérito Magistrado, ha presidido á todas las operaciones de su memorable campaña, y no dudamos que cuando las demas atenciones que le rodean le dejen el tiempo necesario para coordinar los materiales preciosos que tiene acopiados, se derramará una gran luz sobre el territorio y las tribus que ha conquistado. Lo que se ha impreso ya, aunque en trozos aislados, dá una idea sumamente ventajosa de estos trabajos, que, á mas de las operaciones militares, abrazan la topografia, los cálculos astronómicos y los reconocimientos hidrográficos. Solo entonces podrán rectificarse las imperfecciones de los demas viages existentes; porque esta nueva descripcion de un país poco conocido, la hace el que lo ha examinado, y hecho examinar bajo los auspicios de la victoria.

La version de la obra de Falkner, que publicamos por primera vez, fué emprendida, poco despues de haber aparecido el original en ingles, por D. Manuel Machon, oficial, como se titula, de la secretaria del Consejo de hacienda, por lo respectivo á millones. Se nos ha asegurado por personas inteligentes, que la Corte de Madrid se opuso á la reproduccion de este escrito, y no podemos atinar con el objeto de esta prohibicion: porque si fué, segun se cree, por el recelo de que se divulgasen las noticias, de los puntos vulnerables de estas colonias, que daba el P. Falkner, de nada servia ocultarlas en España, mientras que circulaban libremente en el extrangero. Al contrario, importaba dar la mayor publicidad á estas tramas de los enemigos de la monarquía española.

Este escritor sobrevivió por muchos años á la destruccion de su órden, y murió tranquilamente en Spetchley, cerca de Worcester, llenando las funciones de capellan en casa de un católico. Su obra fué publicada en ingles con el título que le hemos conservado, traducida al aleman y al frances, quedando inédita la version castellana que debió haberles precedido.

PEDRO DE ANGELIS.

Descripción de la Patagonia y de las Partes Adyacentes de la América Meridional

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