Filosofía (pos) moderna y educación
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Felipe Nicolás Mujica Johnson. Filosofía (pos) moderna y educación
PREFACIO
INTRODUCCIÓN
PILARES DE LA MODERNIDAD
Tabla 1. Valores de la modernidad
Educación y modernidad
PILARES DE LA POSMODERNIDAD
Tabla 2. Valores de la posmodernidad
Educación y posmodernidad
EL DEBATE FILOSÓFICO EN TORNO A LA EDUCACIÓN
LA SABIDURÍA DE PAULO FREIRE PARA LA POSMODERNIDAD
EVALUACIÓN EDUCATIVA POSMODERNA
CONSIDERACIONES FINALES
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Índice
Отрывок из книги
A todas esas personas que aman la educación.
A mi apreciada familia.
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Comenzaré con la de orden curricular. Estaba terminando la asignatura de Filosofía en cuarto año medio y el profesor nos solicitó que entregásemos nuestro cuaderno con apuntes de todo el año. Entenderán que mi perfil rebelde no se llevaba bien con la toma de apuntes, de hecho, eso era típico de alumnos ordenados y yo era desordenado. No tenía nada que entregarle al profesor o tal vez unas hojas sueltas con algo que me había llamado la atención, pero era muy poco para obtener una calificación decente. Sin embargo, mi hermana sí que tenía muchos apuntes cuando cursó la misma asignatura. Ella había salido del colegio un año antes y le habían solicitado varias veces las mismas tareas que a mí, lo cual me benefició muchísimo para sobrevivir a aquel infierno escolar. No se me ocurrió nada más creativo que tomar el cuaderno de mi hermana, borrarle el nombre y colocarle el mío. Después, con mucha tranquilidad y descaro, se lo entregué al profesor. Bueno, la verdad es que también tenía un poco de nerviosismo, algo inevitable cuando emprendemos grandes proyectos y ese para mí era un gran proyecto. Menosprecié al profesor, pues, fue más inteligente de lo que creí y me descubrió. Yo no era de sus alumnos favoritos, aunque puede que algo de simpatía me haya tenido, sobre todo, porque veía en mi rebeldía un desafío. Pero cuando me sorprendió percibí que en realidad no teníamos mucho en común, debido a que en el fondo algo de alegría tenía al haberme descubierto. Eso, creo yo, se notaba en sus palabras soberbias y moralistas que reivindicaban su logro de haberme ajusticiado. El profesor me colocó un 1.0 y no perdió oportunidad para enrostrarme mi error. Quién iba a pensar que esos años trágicos y sufridos en la etapa escolar, incluyendo la asignatura de Filosofía, de uno u otro modo, me vincularían tan fuertemente a la actividad filosófica. Nadie, de hecho. Más de alguna vez docentes de ese colegio me señalaron que no tenía el perfil para ingresar a la universidad. Bueno, parece que se equivocaron, terminé con un doctorado obtenido en una universidad europea y con una beca del estado chileno. Algo no estaba bien en dichos razonamientos.
Pasemos a la segunda anécdota asociada a la convivencia. También esta historia sucedió en cuarto año medio y en el último tiempo, cuando ya nos estábamos despidiendo de aquella cárcel. Claro, para mí el colegio era como una cárcel. Y, para mayor problema, parecía una cárcel militar, pues al gerente del colegio no se le ocurrió nada mejor que contratar marinos retirados para que gestionaran la inspectoría y los problemas de convivencia. Imagínense lo conductista que era aquella inspectoría. Me da risa hasta recordarlo, es demasiado absurdo y terrorífico. Bueno, en mi plan de rebeldía, no podía despedirme de aquel periodo sin vengarme de alguna forma. Mis amistades pensaban igual o similar, así que no faltaba compañía para planear actos de rebeldía. Nuestros principales enemigos eran los guardianes del colegio, es decir, los inspectores y las inspectoras. Pueden apreciar que lo que cuento es muy similar a lo que sucede en las protestas sociales, donde los manifestantes se enfrentan a las fuerzas o agentes estatales a quienes ven como sus enemigas. En aquel contexto disfrutaba al poner en aprietos a las fuerzas de orden del colegio y, como las clases estaban terminando, todo se acabaría en poco tiempo cuando egresáramos. Estaba cerca el verano, época en que lanzar bombitas de agua era algo bastante entretenido y adecuado al contexto. Entonces comenzamos a lanzarlas en los recreos, de forma escondida, a otros estudiantes e incluso al personal de trabajo del colegio. Era una de nuestras últimas travesuras. La cosa se descontroló, que era lo que nosotros buscábamos, y ya los recreos parecían una guerra de bombitas de agua. Era muy difícil transitar por el patio sin la amenaza de quedar mojado o mojada.
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