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Si la evolución del hombre es un tema importante a la vez que fascinante, también lo es la historia de los científicos que se dedicaron a desvelar los misterios de ese lejano y oscuro pasado.
Todo comenzó con los primeros intentos para calcular la edad de nuestro planeta. Durante muchos años se dieron interminables debates y experimentos científicos (y muchos sintieron temor de divulgar sus resultados por la fuerte presión social y religiosa). Hasta que apareció la geología como ciencia que vino a poner orden y método, fue que se consiguió un dato con inusitada precisión. Si resulta difícil aceptar la evolución humana, la situación se complica cuando se desconoce la controvertida y mal entendida Teoría de la Evolución. Un panorama de posibilidades se abre con el simple hecho de revisar la historia de Darwin y sus ideas. La aparición de la genética fue el impulso final que consolidó el trabajo del naturalista inglés.
Pero ¿cómo descubrieron la evolución del hombre?, ¿quién encontró y nombró a los primeros humanos?, ¿por qué nadie conoce a los australopitecos si son los tatarabuelos del hombre? No fue fácil reconocer que habían existido humanos prehistóricos como los neandertales, Homo erectus, o los pequeños Homo floresiensis recientemente descubiertos. La ciencia sepultó mitos, reveló verdades y promovió el estudio de nuestros antepasados.
La época presente siempre será mejor comprendida si tomamos en cuenta nuestra evolución cultural (además de la biológica). La antropología, la prehistoria y sobretodo la arqueología se han ocupado de sacar a la luz el pasado de una característica fundamental: la cultura. ¿Pero quién rescata la historia de tan importantes ciencias? La arqueología se consolidó con sus investigaciones en Grecia, Egipto, Israel y Palestina, y en América Latina podemos explorar, por ejemplo, a Palenque (zona maya en el sur de México) y la fascinante, enigmática y conmovedora historia de la Reina Roja.
Todo comenzó con los primeros intentos para calcular la edad de nuestro planeta. Durante muchos años se dieron interminables debates y experimentos científicos (y muchos sintieron temor de divulgar sus resultados por la fuerte presión social y religiosa). Hasta que apareció la geología como ciencia que vino a poner orden y método, fue que se consiguió un dato con inusitada precisión. Si resulta difícil aceptar la evolución humana, la situación se complica cuando se desconoce la controvertida y mal entendida Teoría de la Evolución. Un panorama de posibilidades se abre con el simple hecho de revisar la historia de Darwin y sus ideas. La aparición de la genética fue el impulso final que consolidó el trabajo del naturalista inglés.
Pero ¿cómo descubrieron la evolución del hombre?, ¿quién encontró y nombró a los primeros humanos?, ¿por qué nadie conoce a los australopitecos si son los tatarabuelos del hombre? No fue fácil reconocer que habían existido humanos prehistóricos como los neandertales, Homo erectus, o los pequeños Homo floresiensis recientemente descubiertos. La ciencia sepultó mitos, reveló verdades y promovió el estudio de nuestros antepasados.
La época presente siempre será mejor comprendida si tomamos en cuenta nuestra evolución cultural (además de la biológica). La antropología, la prehistoria y sobretodo la arqueología se han ocupado de sacar a la luz el pasado de una característica fundamental: la cultura. ¿Pero quién rescata la historia de tan importantes ciencias? La arqueología se consolidó con sus investigaciones en Grecia, Egipto, Israel y Palestina, y en América Latina podemos explorar, por ejemplo, a Palenque (zona maya en el sur de México) y la fascinante, enigmática y conmovedora historia de la Reina Roja.