Las Novias

Las Novias
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Описание книги

"El amor enceguece los sentidos y atiborra el corazón", revela Aquiles Capetillo, el personaje que ayuda a hilvanar las historias de tres mujeres conectadas por un destino trágico. Antes de que esto ocurra, tendrá que viajar hasta el río Ñuble, donde misteriosas apariciones lo llevarán a adentrarse en el pasado para desentrañar el motivo que aqueja a los espíritus.
¿Qué tienen en común una joven huérfana que viaja de Polonia a Chile antes de que estalle la Segunda Guerra Mundial, una secretaria deseosa por salir de la rutina y una muchacha que abandona la cárcel tras cumplir dos años de condena? Aunque provienen de mundos distintos, la ciudad de Santiago será el escenario para que vivan experiencias amorosas que les brindarán alegría, pero también angustia y decepción. ¿Será capaz, el lector, de encontrar el camino que les asegure un final feliz?

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Fernando Enrique Gilabert Bustos. Las Novias

LAS NOVIAS

Fernando Enrique Gilabert Bustos

PRIMERA EDICIÓN. Septiembre 2020. Editado por Aguja Literaria. Noruega 6655, departamento 132. Las Condes - Santiago - Chile. Fono fijo: +56 227896753. E-Mail: agujaliteraria@gmail.com. Sitio web: www.agujaliteraria.com. Facebook: Aguja Literaria. Instagram @agujaliteraria. ISBN: 9789566039532. DERECHOS RESERVADOS. Nº inscripción: 306.981. Fernando Enrique Gilabert Bustos. Las Novias. Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra. por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático. Los contenidos de los textos editados por Aguja Literaria son de la exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan el pensamiento de la Agencia. TAPAS. Imagen: Sandro Tsitskhvaia. Diseño: Josefina Gaete Silva

ÍNDICE

Introducción. Las novias. La polaca. La secretaria. La hermana mayor. La balsa. Destinos cruzados. El regreso

Introducción. Nunca me hubiera imaginado escribiendo estos relatos, sobre todo al pensar que no tenía intención de acercarme al computador por un buen tiempo. Hacía poco que había terminado una novela, quería despejarme y dejar de pensar en historias y relatos. Pero sí, hubo un gran e inesperado hecho que aún no deja de sorprenderme; sí, la vida tiene giros imprevistos, está llena de laberintos ocultos y misteriosos

Las novias —Si es verdad, iñor, si le igo la pura y santa verdad. Déjeme tomarme otro trago, será mejor si quiere que le siga contando. Sí, mi taitita me ijo que no juera pa allá en la noche, sobre todo nunca que anduviera solo, pero me dejé llevar por la curiosidad

La polaca. Varsovia, 1939. Las tropas vencedoras del Tercer Reich se acercaban con lentitud a la capital de Polonia. En un rápido ataque a la frontera germano-polaca, los alemanes habían sellado la suerte de Polonia y la de cada uno de sus habitantes

Embajada de Chile. A Teresa Stajuda. Estimada señorita Stajuda, he recibido instrucciones desde Chile de arreglar una visa para que usted pueda viajar a la brevedad a nuestro país. Le informo que dicha visa está vigente en nuestra embajada, así como un pasaje abierto a su disposición para el momento en que disponga a viajar a Chile en el primer avión o barco que salga de Varsovia la próxima semana

Mi Teresa amada: Espero que hayas tenido un hermoso y reponedor sueño y un bello despertar. Lamento no estar a tu lado para darte el beso de buenos días, pero la semana pasada comencé las clases en la universidad. Estoy cursando el cuarto año en la Facultad de Derecho, espero titularme el próximo año para hacerte mi esposa. He aguardado, tal como tú, ese momento de forma impaciente, pero ahora estás a mi lado, todo será más fácil y llevadero. Te ama,

La secretaria. Habían sido sueños, solo sueños en la vida de la Jimenita, como acostumbraban a llamarla sus compañeros de trabajo y sus amigos; ese día no era la excepción. Brindaban y le sonreían a ella, la secretaria que querían y respetaban por su gran ternura y buena voluntad

Jimenita, vuelvo a Santiago. He estado muy enfermo, pero ahora todo está bien. Espero que aún me ames, quiero que nos casemos lo antes posible. Andrés

La hermana mayor. Las luces se habían apagado exactamente a las diecinueve horas, como ocurría a diario en una especie de rito sagrado. Podía ser verano o invierno, hacer mucho frío o reinar un calor endemoniado, pero a las diecinueve horas las luces daban paso obligado a la oscuridad de las celdas. Los altos muros de la Casa Correccional de Mujeres de Santiago tenían un reglamento tan férreo como todo lo que regía las vidas de las internas. No importaba si algo le había sucedido a alguna de ellas, como una enfermedad, una golpiza, un cumpleaños o la noticia de la muerte de un pariente allá afuera, donde la vida continuaba su inexorable camino sin esperar por aquellas que, por diversas razones, habían tenido que pagar con su libertad el haber infringido las leyes de la sociedad

La balsa. Las tres mujeres se acercaron a la boletería de la estación de Chillán. Se miraron con una sonrisa y saludaron con un ademán de buena educación, al descubrir que estaban allí con el mismo propósito. Antes de que alguna pronunciara palabra, el encargado se adelantó, lucía compungido mientras se secaba el sudor

Destinos cruzados. Miré la pantalla del computador, aún negra, esperando que comenzara a escribir. Habían pasado dos días y no me atrevía a apretar el botón para encenderlo, ni siquiera pensé en cómo empezar a reescribir esta historia, ya que la novela de las novias no había avanzado como planeé. Encendí un cigarrillo y terminé de llenar el vaso con bebida cola y pisco

El regreso —¡Don Eudocio, don Eudocio! —El grito de Pancho, atragantado entre el pedazo de charqui que comía y el miedo que lo embargaba, hizo saltar a todos de improviso—. ¡Ahí está el don este!

FIN

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Bueno, era un día como cualquiera a fines de febrero. Me encontraba tendido sobre la cama disfrutando una copa de mango colada. Esa tarde había encendido el notebook para revisar el correo. Luego de leer y contestar los más importantes, me tendí en la cama sin apagarlo. Me disponía a encender un cigarrillo, pero de pronto un extraño tic, tic, llegó a mis oídos. No le di mucha importancia al comienzo y busqué los cigarrillos guardados en el cajón del velador, hasta que de nuevo el extraño tic, tic, tic, más fuerte e insistente, me llenó de curiosidad. Me levanté de la cama y me asomé por la ventana, tal vez algún vecino estaba golpeando la suya para llamar la atención, esa fue la única alternativa que pensé en ese momento, ya que me encontraba solo en la casa. Asomado por la ventana mirando la casa cercana, una vez más el sonido me intrigó, parecía provenir de algún lugar a mis espaldas. “¡Un ladrón!”, fue lo primero que me vino a la cabeza. Me di vuelta con todos los sentidos agudizados y dispuesto a dar la lucha más cruenta contra los facinerosos; sin embargo, lo que vi me hizo soltar la copa que continuaba en mi mano.

El computador daba hacia donde me encontraba, en él estaba sucediendo algo que no hubiera imaginado ni en la mejor de mis novelas. En la pantalla se encontraba la figura de alguien que me miraba, hacía señas golpeando la pantalla desde el otro lado, como si fuera el vidrio de una ventana. “Se activó algún programa con un video —pensé—, pero yo no tengo nada grabado fuera de mis relatos. ¡Un virus! Eso es, claro, eso es”. Sin embargo, de nuevo el tic, tic, hizo que me acercara al computador, mientras un rostro conocido comenzaba a hacerse más visible a medida que me aproximaba, acompañado de una voz familiar muy recordada.

.....

—Muy bien. Eso es lo que quería oír de ustedes, mis muchachos queridos. Ahora es preferible que le pidamos una habitación a don Pepe. La noche será muy larga y es mejor que estemos bien despiertos para acompañar al caballero.

Un rato después, los tres se acomodaban en una habitación para dormir la siesta, los hermanos en una litera y don Eudocio en una mullida cama junto a los muchachos.

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