El sueño de Miranda
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Fernando Herrera. El sueño de Miranda
Отрывок из книги
A la casa de mi infancia
con este engaño mandando,
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—Mi padre trabaja en un laboratorio de inseminación artificial, aquí en la ciudad. Es jefe de un equipo de trabajo que se encarga de preparar a los pacientes antes del tratamiento. Así mismo, trabaja en un estudio de investigación acerca de los resultados en el tiempo de las estadísticas que se llevan a cabo en las parejas que no pueden concebir un hijo: la cantidad de casos de infertilidad, los casos de infecundidad y cuáles son los porcentajes de embarazo con los tratamientos de reproducción asistida. Para todo esto hay variables que lo determinan: los plazos de embarazo, las edades de la pareja, sobre todo la edad de la madre, el riesgo de un aborto de manera natural, etcétera. Mi padre recibe los informes en términos bimestrales y para ver la incidencia en el total de la población también le llegan informes de la cantidad de embarazos de manera natural, o sea, aquellas parejas que no tienen o no presentan inconveniente alguno en la concepción de un niño. Pues bien, estos informes se detallan en términos porcentuales y son los comúnmente llamados porcentajes o tasa de natalidad. Hace meses, quizá desde la primavera que nos tomó de sorpresa durante los primeros días de agosto, observaba a mi padre sumamente inquieto. Aún lo recuerdo con los informes en sus manos una atípica mañana calurosa de invierno bajo el toldo ennegrecido que cubre una pequeña porción del patio. Meses han pasado y más preocupado se encontraba: durante largas noches visitaban mi casa gentes importantes, hacían reuniones mientras mi madre y yo nos encerrábamos a ver televisión. Hasta que un día, comenzaron a suceder cosas extrañas. En el tiempo que estábamos en casa pude ver reflejos en el aire, como si fuese una especie de relámpago de colores, esto se sucedía en cuestión de fracciones de segundos, otras veces, mientas caminaba a través del cuarto de estar, mis ojos percibían manchas oscuras que se movían y desaparecían, las lámparas comenzaron a quemarse, la tensión subía y bajaba, también era frecuente estar sentada a la mesa y presentir que había alguien detrás de mí. Y, por supuesto, mis padres también experimentaban estas cosas.
“Una noche, en la que me encontraba sentada en la vereda, vino a casa una persona, alguien que mi padre conocía. Recuerdo que no habíamos cenado aún. Su nombre no lo recuerdo, pero se apellidaba De los Santos. Era un hombre que trabajaba junto a él en el laboratorio de fertilidad. Creo que se estimaban mutuamente, era frecuente que mi padre lo nombrara varias veces en casa. Ellos se habían dispuesto a sentarse para hablar de manera muy entusiasta en el cuarto de estar, y recuerdo que yo estaba muy cerca y, al parecer, a ellos no les importaba demasiado, así que pude oír algo de la conversación. No olvido lo pálido que se encontraban ambos leyendo unos papeles. Por un momento, solo permanecieron inmersos en la lectura de algo que parecían ser informes, luego hablaron de números y porcentajes así que supuse que serían informes estadísticos. Decían que los porcentajes habían bajado, pero que venían haciéndolo de manera sistemática y en la misma proporción desde el año anterior, solo que este último reflejaba que la cifra había descendido de manera muy abrupta. Mi madre les servía café mientras yo pude permanecer en la misma situación, oyendo sin que a ellos les importara. El señor De los Santos parecía no entender esos resultados y mi padre se encontraba muy nervioso. Los escuche decir que llevarían esos informes al Ministerio, que hablarían urgente con los directores del centro, que intentarían enviarlos también a las embajadas de los distintos países. Pero hubo algo que me inquieto aún más. Escuché decir a mi padre que el acceso a esos informes debería estar prohibido a la población. Luego, al cabo de unos minutos, el señor De los Santos se percató de mi presencia, giró hacia mí y me miró con un atisbo de conmoción. Fue en ese momento que me levanté del sofá y, caminando hacia la cocina, llegué a observar a mi padre que colocaba los documentos dentro de su maletín.
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