Nuevas lecturas compulsivas
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Félix de Azúa. Nuevas lecturas compulsivas
Palabras para abrir un libro
Nota de edición
Hölderlin ¿de qué hablan los poetas?
perder lo que nunca fue nuestro
siempre en babel
el plan divino y la supervivencia
la torre de babilonia
la culpa
no todos
los comentaristas judíos
los modernos
el filósofo y el poeta
Byron. Don Juan se jubila
Eliot. Truenos, ninfas y agua sucia
Octavio Paz y Pere Gimferrer. Cartas de poetas
Ferrer Lerín. La música de los buitres
Poesía y pintura. Ut pictura poesis
Mateo Alemán. Apoteosis de un famoso pícaro
Bernal Díaz del Castillo y Garcia de Orta. Los nuevos mundos nuevos
Cervantes. la segunda encarnación
la madre de la literatura
Prévost. La sensibilidad culpable
Casanova. Una cruz en Duchov
Choderlos de Laclos y Sade. Éste es un asunto para señores
Chateaubriand. A izquierda y derecha, o el año nuevo
Victor Hugo. Origen de nuestros ojos
Henry James. El cuarto oscuro
Proust. para empezar por el final
juventud de un centenario
Thomas Mann. Doktor Faustus
Hemingway. De visita en la vieja casa
Evgenia Ginzburg. Mazmorras del tiempo y del espacio
García Márquez. Largo viaje hacia la transparencia
McEwan. Los estragos de la edad
Tóibín. una chica del montón
el final de una madre
Pron. la novela europea o un baile de disfraces
buscando una dirección bajo la lluvia
Dos novelas propias. Hablemos de literatura un poco
Novela y ciudad. nápoles y barcelona
¿en qué novela vives?
Montaigne. El refugio de la montaña
Lacoue-Labarthe y Nancy. En el origen de la vanguardia
Goncourt. Los Siameses Estáticos
Benjamin. las catacumbas y el firmamento
regreso a la urbe
Barthes. Borrón y cuenta nueva
Jünger. Lecturas para el siglo xxi
Judt. A favor de la memoria histórica
Malraux. Volver a leer los nuevos libros
Orwell. Incomodidad del insumiso
Steiner. Sobre sabios, bobos y malvados
Sánchez Ferlosio. Gran filosofía en prosa literaria
Savater. El héroe que todo lo aprendió en los libros
Eugenio Trías. Ya suenan los claros clarines
Juaristi y Unamuno. El vencido invicto
El final del siglo xx
Dios nos libre de los libros
Palabras para una biblioteca
Un neologismo y la hache. Discurso de ingreso en la real academia española
Procedencia de los textos
Notas
Otros Títulos
Si quieres conocer otros libros editados por
Отрывок из книги
En verdad quedan ya pocas justificaciones para editar un nuevo libro. Quienes todavía lo hacemos deberíamos pedir perdón y eso es lo que voy a intentar en las páginas que se avecinan. Aquellos que lo crean innecesario, pueden pasar directamente al salón sin dejar el gabán en la entrada.
Me excuso, desde luego, pero en mi caso es una compulsión antigua que no puedo separar de otras antigüedades como la facultad respiratoria o el fluido sanguíneo. Yo soy yo y mis animales, siendo mis animales el hígado, los ojos, otras partes corporales y la literatura, que en mi caso también es corporal. En un volumen de lecturas editado hace ya unos años traté de infectar mi enfermedad literaria a todos aquellos que podían caer presas del virus Kafka, Proust, James, Stendhal, Nabokov, y así sucesivamente.1 Vuelvo ahora a intentar la propagación de mi enfermedad, como un ratón bubónico, con nuevas lecturas que han marcado mis últimos años. Lo hago convencido de que en ese tiempo se han inventado muy buenas vacunas contra la lectura y ya casi todo el mundo está sano.
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Todo el fragmento sobre la Torre de Babel nace de un juego de palabras. En asirio, Babilonia (Bab-ilani) significa «puerta de los cielos». Pero en el término hebreo Babel (que viene del acadio Bab-ilu) figura la raíz de «confundir», «embrollar»: balal. Es un término frecuente en otras lenguas, como en árabe balbala, en inglés to babble, o en español balbucir, así como en el bárbaroi griego. Todos ellos sugieren el desarticulado e incomprensible modo de chapurrear de «los extranjeros», de los «bárbaros». El juego de palabras, que aparece explícitamente en el versículo 9 por la proximidad de bavel-bilbel, no ha sido traducido como tal juego de palabras casi nunca en las versiones modernas de la Biblia. Para las iglesias, Dios no escribe chistes. Los antiguos, sin embargo, eran menos estrechos: San Jerónimo y los Setenta conservan el juego verbal.
El propósito del fragmento bíblico era transformar la etimología noble de Babilonia como «puerta de lo divino» o «puerta de los cielos», en una etimología bufa como «lugar de la confusión» o «lugar del embrollo». El redactor del fragmento (seguramente interpolado) ridiculiza el politeísmo babilónico, en cuya cautividad el pueblo de Israel pasó crueles años de esclavitud. La comparación que el redactor yavehísta establece entre el pueblo babélico (es decir, las antiguas poblaciones mesopotámicas) y su propia tradición hebrea está también presente en los detalles constructivos (uso de ladrillo en lugar de piedra, aplicación del betún como argamasa), los cuales pertenecen a la técnica babilónica de elevación de zigurats.
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