Colección integral de Francisco de Quevedo
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Francisco de Quevedo. Colección integral de Francisco de Quevedo
Colección integral de Francisco de Quevedo
Índice
Historia de la vida del Buscón
Parte 1Libro primero
Capítulo 1. En que cuenta quién es el Buscón
Capítulo 2. De cómo fue a la escuela y lo que en ella le sucedió
Capítulo 3. De cómo fue a un pupilaje por criado de don Diego Coronel
Capítulo 4. De la convalecencia y ida a estudiar a Alcalá de Henares
Capítulo 5. De la entrada de Alcalá, patente y burlas que le hicieron por nuevo
Capítulo 6. De las crueldades de la ama, y travesuras que hizo
Capítulo 7. De la ida de don Diego, y nuevas de la muerte de su padre y madre, y la resolución que tomó en sus cosas para adelante
Parte 2Libro segundo
Capítulo 1. Del camino de Alcalá para Segovia, y de lo que le sucedió en él hasta Rejas, donde durmió aquella noche
Capítulo 2. De lo que le sucedió hasta llegar a Madrid, con un poeta
Capítulo 3. De lo que hizo en Madrid, y lo que le sucedió hasta llegar a Cercedilla, donde durmió
Capítulo 4. Del hospedaje de su tío, y visitas; la cobranza de su hacienda y vuelta a la corte
Capítulo 5. De su huida, y los sucesos en ella hasta la Corte
Capítulo 6. En que prosigue el camino y lo prometido de su vida y costumbres
Parte 3Libro tercero y último de la primera parte de la vida del Buscón
Capítulo 1. De lo que le sucedió en la Corte luego que llegó hasta que amaneció
Capítulo 2. En que prosigue la materia comenzada y cuenta algunos raros suceso
Capítulo 3. En que prosigue la misma materia, hasta dar con todos en la cárcel
Capítulo 4. En que trata los sucesos de la cárcel, hasta salir la vieja azotada, los compañeros a la vergüenza y él en fiado
Capítulo 5. De cómo tomó posada, y la desgracia que le sucedió en ella
Capítulo 6. Prosigue el cuento, con otros varios sucesos
Capítulo 7. En que se prosigue lo mismo, con otros sucesos y desgracias que le sucedieron
Capítulo 8. De su cura y otros sucesos peregrinos
Capítulo 9. En que se hace representante, poeta y galán de monjas
Capítulo 10. De lo que le sucedió en Sevilla hasta embarcarse a Indias
Los sueños
El sueño de las calaveras
El alguacil endemoniado
Las zahúrdas de Plutón
El mundo por dentro
La visita de los chistes
Política de Dios y gobierno de Cristo
Parte I. A don Felipe, IV de este augusto nombre, Rey de las Españas, mayor monarca del orbe, nuestro señor
Parte I. A don Felipe, IV de este augusto nombre, Rey de las Españas, mayor monarca del orbe, nuestro señor
Al conde duque, gran canciller, mi señor, don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, sumilier de Corps y caballerizo mayor de Su Majestad
A los doctores sin luz, que dan humo con el pábilo muerto de sus censuras, muerden y no leen
A quien lee
Capítulo I. En el gobierno superior de Dios sigue al entendimiento la voluntad
Sic volo, sic jubeo; sit pro ratione voluntas
Capítulo II. Todos los príncipes, reyes y monarcas del mundo han padecido servidumbre y esclavitud: sólo Jesucristo fue rey en toda libertad
Vexilla Regis prodeunt
Capítulo III. Nadie ha de estar tan en desgracia del rey, en cuyo castigo, si le pide misericordia, no se le conceda algún ruego. (Matth., 8; Marc., 5; Luc., 8.)
Jus summum summa saepe malitia est
Capítulo IV. No sólo ha de dar a entender el rey que sabe lo que da, mas también lo que le toman; y que sepan los que están a su lado que siente aún lo que ellos no ven, y que su sombra y su vestido vela.- Este sentido en el rey es el mejor consejero de hacienda, y el primero que preside a todos. (Matth., 9; Marc., 5; Luc., 8.)
Capítulo V. Ni para los pobres se ha de quitar al rey. (Joann., 12.)
Capítulo VI. La presencia del rey es la mejor parte de lo que manda
Capítulo VII. Cristo no remitió memoriales, y uno que remitió a sus discípulos le descaminaron. (Matth., 14; Joann., 6; Marc., 6; Luc., 9.)
Consulta de los apóstoles
Decreta Cristo en cuanto a despedirlos, y remíteles el socorro a ellos
Replica Cristo
Responde San Andrés
Último decreto de Cristo
Capítulo VIII. No ha de permitir el rey en público a ninguno singularidad ni entretenimiento, ni familiaridad diferenciada de los demás. (Joann., 2.)
Capítulo IX. Castigar a los ministros malos públicamente, es dar ejemplo a imitación de Cristo; y consentirlos es dar escándalo a imitación de Satanás, y es introducción para vivir sin temor
Prosigue
Capítulo X. No descuidarse el rey con sus ministros es doctrina de Cristo, verdadero Rey
Capítulo XI. Cuáles han de ser sus allegados y ministros. (Luc., 14.)
Capítulo XII. Conviene que el rey pregunte lo que dicen de él, y lo sepa de los que le asisten, y lo que ellos dicen, y que haga grandes mercedes al que fuere criado y le supiere conocer mejor por quien es. (Matth., cap. 16.)
Capítulo XIII. Los pretensores: atienda el príncipe a la petición, y a la ocasión en que se la piden, y al modo de pedir. (Matth., 20; Marc., 10.)
Capítulo XIV. Cómo han de dar y conceder los reyes lo que les piden. (Matth., 20.)
Capítulo XV. Buen ministro. (Matth., 17; Marc., 9; Luc., 9.)
Capítulo XVI. Cómo y a quién se han de dar las audiencias de los reyes. (Luc., cap. 18.)
Capítulo XVII. Buen criado del rey que se precia de serlo
Capítulo XVIII. A quién han de ayudar, y para quién nacieron los reyes. (Joann., cap. 5.)
Capítulo XIX. Con qué gentes se ha de enojar el rey con demostración y azote. (Joann., cap. 2; Marc., 11.)
Capítulo XX. El rey ha de llevar tras sí los ministros; no los ministros al rey
Capítulo XXI. Quién son ladrones y quién son ministros, y en qué se conocen. (Joann., cap. 10.)
Capítulo XXII. Al rey que se retira de todos, el mal ministro le tienta; no le consulta. (Matth., cap. 4.)
Capítulo XXIII. Consejeros y allegados de los reyes: confesores y privados
Capítulo XXIV. La diferencia del gobierno de Cristo al gobierno del hombre
Parte II. A la santidad de Urbano VIII, obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor de San Pedro, Pont. Opt. Max
Parte II. A la santidad de Urbano VIII, obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor de San Pedro, Pont. Opt. Max
A quien lee sanamente
Prefación a los hombres mortales que por el gran Dios de los Ejércitos tienen la tutela de las gentes desde el solio de la majestad
Capítulo I. Quién pidió reyes, y por qué; quién y cómo se los concedió; qué derecho dejaron, y cuál admitieron
Capítulo II. Ni los ministros han de acriminar los delitos de los otros, queriendo en los castigos mostrar el amor que tienen al señor; ni el señor ha de enojarse con extremo rigor por cualquier desacato. (Luc., cap. 9.)
Capítulo III. Cuán diferentes son las proposiciones que hace Cristo Jesús, rey de gloria, a los suyos, que las que hacen algunos reyes de la tierra; y cuánto les importa imitarle en ellas. (Joann., 6.)
Capítulo IV. Las señas ciertas del verdadero rey. (Luc., 7; Matth., 11.)
Capítulo V. Las costumbres de los palacios y de los malos ministros; y lo que padece el rey en ellos, y con ellos. (Matth., cap. 26; Luc., 22.)
Capítulo VI. Muchos preguntan por mentir: «¿Qué es la verdad?». Las coronas y cetros son como quien los pone. La materia de Estado fue el mayor enemigo de Cristo. Dícese quién la inventó, y para qué. Ladrones hay que se precian de limpios de manos
Capítulo VII. De los acusadores, de las acusaciones y de los traidores (Joann., 8.)
Capítulo VIII. De los tributos e imposiciones. (Matth., 17.)
Capítulo IX. Si los reyes han de pedir, a quién, cómo, para qué.- Si les dan, de quién han de recibir, qué y para qué.- Si les piden, quién los ha de pedir, qué y cuándo; qué han de negar; qué han de conceder. (Marc., 12; Luc., 21.)
Capítulo X. Con el rey ha de nacer la paz; ésta ha de ser su primer bando. Con quién habla la paz; por qué se publica por los ángeles a pastores. Que nace obedeciendo quien nace a ser obedecido. (Luc., 2.)
Capítulo XI. Cómo fue el precursor de Cristo, rey de gloria, antes de nacer y viviendo; cómo y por qué murió; cómo preparó sus caminos, y le sirvió y dio a conocer, y cómo han de ser a su imitación los que hacen este oficio con los reyes de la tierra. (Marc., 1.)
Capítulo XII. Enséñase, en la anunciación del ángel a nuestra señora la Virgen María, cuáles deben ser las propuestas, de los reyes, y con cuál reverencia han de recibirse los mayores beneficios. Cómo es decente y santa la turbación y en qué no se ha de temer. (Luc., cap. 1.)
Capítulo XIII. Cuál ha de ser el descanso de los reyes en la fatiga penosa del reinar; qué han de hacer con sus enemigos, y cómo han de tratar a sus ministros, y cuál respeto han de tener ellos a sus acciones. (Joann., 4.)
Capítulo XIV. Ningún vasallo ha de pedir parte en el reino al rey, ni que se baje de su cargo, ni aconsejarle que descanse de su cruz, ni descienda de ella, ni pedirle su voluntad y su entendimiento: sólo es lícito su memoria. Quien lo hace quién es, y en qué para. (Luc., 23.)
Capítulo XV. De los consejos y juntas en que se temen los méritos y las maravillas, y por asegurar el propio temor y la malicia envidiosa, se condena la justicia. (Joann., 11.)
Capítulo XVI. Cómo nace y para quién el verdadero Rey, y cómo es niño; cuáles son los reyes que le buscan, y cuáles los reyes que le persiguen
Capítulo XVII. El verdadero Rey niño puede tener poca edad, no poca atención: ha de empezar por el templo, y atender al oficio, no a padre ni madre. (Luc., 2.)
Capítulo XVIII. A quién han de acudir las gentes. De quién ha de recibirse. El crecer y el disminuir, cómo se entiende entre el criado y el señor. (Joann., 3.)
Capítulo XIX. De qué manera entre el rey y el valido en su gracia se cumplirá toda justicia; y de qué manera es lícito humillarse el rey al criado. (Matth., cap. 3.)
Capítulo XX. La paciencia es virtud vencedora, y hace a los reyes poderosos y justos. La impaciencia es vicio del demonio, seminario de los más horribles, y artífice de los tiranos. (Joann., 20.)
Capítulo XXI. En que se inquiere (siendo cierto que todas las acciones de Cristo nuestro Señor fueron para nuestra enseñanza) cuál doctrina nos dio con los grandes negocios que en las apariciones despachó después de muerto y resucitado, no pudiendo nosotros resucitar en nuestra propia virtud, y en elegir en apóstol a San Pablo después de su gloriosa ascensión a los cielos.- Es texto las apariciones y el lugar de los actos de los apóstoles
Capítulo XXII. Cómo ha de ser la elección de capitán general y de los soldados, para el ministerio de la guerra: contrarios eventos o sucesos de la justa o injusta; y el conocimiento cierto de estas calidades
Capítulo XXIII. La milicia de Dios, de Cristo nuestro Señor, Dios y hombre; y la enseñanza superior de ambas para reyes y príncipes en sus acciones militares
Sección primera
Sección segunda
La hora de todos y la Fortuna con seso
A don Álvaro de Monsalve,
Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
Отрывок из книги
Francisco de Quevedo
e-artnow, 2021
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-Aunque V. Md. me perdone, señor hidalgo, debe de saber poco de cortesía. ¿Conoce, por dicha, a mi señor primo? Él dará a sus criados, y aun a los nuestros si los tuviéramos, como nos ha dado a nosotros.
Y volviéndose a don Diego, que estaba pasmado, dijo:
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