Hegel I
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Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Hegel I
Отрывок из книги
GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL
DIFERENCIA ENTRE
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Hegel tiene en cuenta este carácter ambiguo de la experiencia cuando aborda en su Fenomenología la experiencia de la conciencia desde diferentes puntos de vista: el punto de vista de la figura de la conciencia que experimenta la transformación y el punto de vista de una reflexión sobre los presupuestos y las relaciones de exclusión de esa conciencia. El primero describe cómo una determinada relación de la conciencia consigo misma y con el mundo se presenta «para ella», mientras que el segundo realiza el movimiento de una reflexión que se lleva a cabo, detrás de esa conciencia, «para nosotros».
El punto de vista sistemático de este «nosotros» no designa en la Fenomenología , como suele pensarse, el punto de vista de una observación filosófica superior que contempla la evolución frente a una conciencia natural cautiva en ésta. Hegel se refiere más bien a una reflexión espiritual autónoma que, trascendiendo su propia visión perspectivista, hace que «todo» yo sea observable e influenciable desde fuera. El yo no es, como Hegel indica de un modo claro, enteramente aprehendido como relación consigo mismo, pues como tal encierra una relación constitutiva con otro en la que se refleja. No se refiere con esto a la intersubjetividad empírica, sino a un espacio espiritual ilimitado en el que un yo es observable para otros y se presenta de una manera distinta para una reflexión más diferenciada. Cada yo, por mucho que se cierre a los otros, lleva como inscrita en él esa visibilidad. Ningún yo puede cerrarse a la posibilidad de que sus contradicciones internas, de las que él nada sabe, se revelen, y ningún yo puede impedir que esas contradicciones desarrollen su propia vida y cambien a sus espaldas. A este ser incondicionado inmanente al yo lo llama Hegel «espíritu»: «[…] yo que es nosotros , y nosotros que es yo » (FE, 237). Vista así, la «meta» de la Fenomenología puede formularse de la siguiente manera: se trata de alcanzar un punto en el que los cambios que experimenta la conciencia ya no le resulten extraños ni los considere una acción violenta que viene de fuera, sino que pueda interiorizarlos como una consecuencia de sus propias contradicciones. La conciencia adquiriría entonces frente a sus presupuestos una libertad que le permitiría reconocer en todo lo que le resulta extraño y amenazante no una negación, sino una posibilidad de conocimiento y de transformación creadora del propio sí mismo.
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