El primer tetrarca

El primer tetrarca
Автор книги: id книги: 2271031     Оценка: 0.0     Голосов: 0     Отзывы, комментарии: 0 297,49 руб.     (2,87$) Читать книгу Купить и скачать книгу Электронная книга Жанр: Языкознание Правообладатель и/или издательство: Bookwire Дата добавления в каталог КнигаЛит: ISBN: 9788418759444 Скачать фрагмент в формате   fb2   fb2.zip Возрастное ограничение: 0+ Оглавление Отрывок из книги

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Описание книги

Último cuarto del siglo III d. C. El Imperio romano se encuentra sumido en la anarquía militar. Con una nueva guerra civil en ciernes, surge la figura de un gran estadista, Diocleciano, que será capaz de pacificar el Imperio bajo un nuevo sistema de gobierno, la Tetrarquía. Tras dos décadas de relativa pax, el emperador decide retirarse a su palacio de Spalatum, dejando el poder en manos de su heredero, Galerio. Pero entonces surge en los confines del Imperio otro gran líder, Constantino, primogénito del augusto Constancio, que tendrá que luchar para ser aceptado como miembro de la familia imperial.

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Gregorio Muelas Bermúdez. El primer tetrarca

EL PINTOR. DE ÁNGELES

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NOTAS HISTÓRICAS DE LA AUTORA

ÍNDICE

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Lucía Sabater Piquer

En el comienzo del amanecer, el día va dándose vuelta, a pausas; casi se oyen los goznes de la tierra que giran enmohecidos; la vibración de esta tierra vieja que vuelca su oscuridad.

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Recordaba cuando su padre lo llevó a ver esos frescos, un coro de doce arcángeles con un instrumento distinto cada uno. En aquel momento no les dio mucha importancia, le parecieron bonitos y nada más. No recordaba los detalles de cada uno como parecía hacerlo su amigo. ¿Sería una trompeta milagrosa? ¿Estaría en pecado? Cuando llegaran a la seo se lo preguntaría a la Virgen o a su hermana Isabel. Esta solo tenía un año más que él y aun así había un abismo entre ellos. Su hermana trabajaba en las faenas del hogar y él no tenía más faena que deambular por las calles y observar los diferentes colores del cielo a medida que pasaba el día. Ese era su juego favorito. Ahora mismo el cielo tenía el mismo color que los ojos de su madre, claro y despejado. Los ojos azules eran difíciles de conocer porque tenían un brillo que no dejaba profundizar en ellos. Cuando miraba los ojos de su madre se veía él mismo y no lo que había detrás. Suponía que igual pasaba con los suyos. Eso le gustó, así nadie sabría lo que pensaba. En cambio, los de Isabel eran unos ojos fáciles, en cuanto uno los miraba adivinaba enseguida todo lo que le pasaba.

Cesó de pensar en sus cosas porque acababan de atravesar la puerta de Ruzafa. Notó que algo ocurría. La ciudad de Valencia se asemejaba a los ojos castaños de su hermana, sus emociones eran fáciles de identificar. Un revuelo de gente abarrotaba las calles. Aminoraron la marcha y unieron sus cuerpos. Entre los dos se interponían la trompeta y el pato que habían cazado y metido en un saco. Lo más seguro sería que la escondieran cerca de la casa de Brahim. Guerau sabía dónde tenía el escondite, era un chamizo de cañas secas y maderas que él le ayudó a construir junto al Guadalaviar hacía un par de años. Era peligroso vivir junto al río, pues no era difícil que se desbordara cuando llegaban las lluvias; en cambio, era un lugar seguro fuera de los ojos de cualquiera.

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