Rostros del perdón
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En los últimos años, el concepto de «perdón» ha adquirido una relevancia especial en el ámbito jurídico de las negociaciones y los acuerdos de paz luego de un conflicto violento. No obstante, su empleo ha generado muchas controversias, pues no termina de quedar claro en qué sentido el perdón puede ser materia de decisiones colectivas. El perdón es una experiencia humana honda y compleja que se exhibe diferentes rostros, conceptuales o metafóricos, no solo el jurídico ya mencionado, sino también muchos otros, iluminados por diferentes disciplinas. Y, actualmente, existe, además, una conciencia moral más desarrollada que nos obliga a considerar, en forma más literal, la experiencia y los rostros de las víctimas que padecieron injusticias.
Este libro recoge las reflexiones de diferentes profesionales interesados en dilucidar el sentido y las dimensiones del perdón en un coloquio internacional organizado por la Confederación Mundial de Instituciones Universitarias Católicas de Filosofía (COMIUCAP), el instituto de Democracia y Derechos Humanos y el Centro de Estudios Filosóficos de la PUCP.
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Eduardo Arens
Jorge Bruce
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Conocimiento de los hechos, reconocimiento de las víctimas, arrepentimiento del ofensor y perdón de quienes están dispuestos a perdonar forman, pues, eslabones de un ineludible proceso de restauración de nuestro tejido moral. Cada uno de ellos nos acerca más a una meta que estuvo en el origen y en el fin de nuestro cometido como Comisión de la Verdad. Me refiero a la reconciliación, que ha de ser a la vez un punto de llegada y una estación de partida para nuestra Nación. Debe ser un punto de llegada, porque solamente si las verdades que hemos expuesto se ponen al servicio de un nuevo entendimiento, de un diálogo más puro y franco entre los peruanos, tendrá sentido y estará justificada esta inmersión en recuerdos insufribles, esta renovación del dolor pasado que hemos solicitado a un número considerable de nuestros compatriotas. Ha de ser también un punto de inicio, puesto que será a partir de esa reconciliación genuina —es decir, sustentada en un acto de valentía cívica como es el examen propuesto— que se hará más robusta nuestra fe en la creación de una democracia que se constituya en el espacio común en el que nos reunamos todos los peruanos reconocidos plenamente en nuestra condición de seres humanos y ciudadanos plenos, sujetos libres llamados a responder la alta invocación que nos dirige la trascendencia.
Como he señalado repetidamente, el perdón es una posibilidad humana de profundo contenido moral, pero nunca, en los procesos de los cuales hablamos, puede ser considerado una obligación. El perdón solo es genuino y valioso si es que es el resultado de un ejercicio pleno de la libertad incondicionada. Sin embargo, es un obligado tema de reflexión porque, entre varias razones, nos coloca más allá de la política. Consolidar la paz y la democracia serán siempre, en principio, tareas políticas, en el sentido más elevado de ese término, es decir, el de la organización de la convivencia humana en busca del bien compartido. Pero la búsqueda de la verdad, la procura de la reconciliación, la práctica del reconocimiento, la contemplación del perdón como una posibilidad nos invitan a pensar paz, democracia y justicia, asimismo, como ámbitos donde se manifiesta también nuestro fuero interno y donde nos relacionamos con los demás en una dimensión eminentemente moral. Y ello no significará un rechazo de la política, pero sí el colocar a la política ante un horizonte de expectativas mayor, más exigente y con una más clara vocación de absoluto y de trascendencia: un horizonte donde el ciudadano es visto también como prójimo, es decir, como un igual, no porque las leyes lo digan, sino porque su humanidad es un reflejo y un complemento de nuestra propia humanidad.
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