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El año 2019 le brindó a la Universidad Católica de Santa Fe la oportunidad de hospedar a los adherentes al Personalismo como así también a todo universitario interesado en hacer de la Persona el centro significante de sus actos habituales. La excusa fue el V Congreso Iberoamericano de Personalismo que, como desde 2011, convoca en diversos países de América Latina a compartir unos días de aprendizaje, contactos, experiencias y desafíos que se producen cuando se adhiere a este movimiento. Con el tiempo he optado por definir al Personalismo como un Movimiento y no tanto como una filosofía ni mucho menos con un sistema o teoría. Se trata, a mi juicio, del impulso que anima y transforma nuestras prácticas cotidianas cuando se llevan a cabo mirando, por sobre todas las cosas, al valor irrenunciable e incomparable de la persona humana. Adherir a este movimiento permite concebir a la familia, a la salud, a la educación, a las empresas, a los derechos y a todas las instituciones que las sostienen de un modo diverso y profundamente humanista. Con este espíritu este V Congreso se desarrolló en tres jornadas en las que los asistentes compartieron tanto conferencias centrales, como también trabajos de exposición en pequeñas áreas disciplinares. Ocasión, todo esto, para fortalecer lazos personales e institucionales con docentes de Universidades latinoamericanas de Perú, Chile, México, Ecuador, Venezuela, Argentina y también universidades de España. Cuando inicié este trabajo de compilación de los artículos que aquí se presentan, se hablaba lejanamente de un virus extraño que afectaba alguna población de Oriente. Hoy, me encuentra haciéndolo en un escenario extraño y desafiante como es una vida en aislamiento producida por la Pandemia que desató aquel virus. Hoy, mas que nunca, cobra sentido volver a escuchar a todos estos autores que nos hablan de un faro que ilumina nuestras vidas: la Persona no se realiza en soledad. Añoramos y esperamos nuevas oportunidades de encuentro en el próximo Congreso porque, en el fondo, añoramos que todas las personas sean reconocidas en su dignidad de vivir, de morir y de dejar huella en los demás. El personalismo sigue dándonos criterios para hacerlo posible.