Отрывок из книги
Gianfranco Casuso es profesor de Filosofía en el Departamento de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú y doctor en Filosofía por la Universidad de Frankfurt. Es coordinador del Grupo de Investigación sobre Teoría Crítica (GITC-PUCP). Ha realizado estancias de investigación posdoctoral en Frankfurt y Berlín. Es especialista en teoría crítica, filosofía política y social, ética y filosofía del idealismo alemán. Sus actuales investigaciones giran en torno a las innovaciones democráticas y su relación con la teoría crítica de la sociedad, principalmente a partir de experiencias latinoamericanas.
Filosofía y cambio social
.....
Este cambio permite reconocer cómo está presente la reciprocidad en la sociedad moderna. Con ello se puede empezar a desmontar el prejuicio de que existe una mutua exclusión normativa e histórica entre una sociedad racionalizada, regida exclusivamente por normas generales y organizada en esferas de valor equivalente, y otras formas de sociedad en que las normas son las estelas que dejan los actos de patronazgo, homenaje, sacrificio o consagración. El criterio de generalidad se ha desarrollado unilateralmente durante el proceso histórico moderno hasta figurar como el único representante de la razón. Esto ha ocurrido tanto en la formación de la sociedad disciplinaria, que es el aspecto interno de este desarrollo histórico, como en la expansión mundial del capitalismo, o biopolítica, que es el externo. Parte importante de la transformación cultural que acompaña al triunfo del criterio de generalidad ha sido la mistificación de la reciprocidad como ilusión de perfecta armonía social, destinada a desmentirse, creada por actos desesperados —hiperbólicos— de fundación. La imagen del don como acción autodestructiva que se trasciende a sí misma, reservada a héroes y mártires, es una advertencia contra la reciprocidad en la vida práctica que se repite bajo incontables formas, desde el caballo de Troya hasta la manzana de Blanca Nieves. De ahí ha resultado nuestra esclarecida idea de justicia formal, que consiste principalmente en el descrédito de la reciprocidad junto con los anticuados actos de donación, la merced, el favor, la gracia, el compromiso, el perdón y la liberalidad.
Al hacer intercambios mercantiles o al administrar justicia, nadie da ni recibe en sentido fuerte, porque cada uno toma únicamente lo que es legalmente suyo. En el mercado, todos los regalos son anzuelos, muestras gratis, y en la justicia no está permitido perdonar. Los sistemas funcionales básicos de una sociedad, la economía y el derecho, reposan sobre equivalencias fijadas. Por otro lado, los bienes sustanciales traen fijados también los términos de su distribución, comúnmente administrados por instituciones que ayudan a ejercer derechos, como formar una familia, mantener la salud, acceder a la educación o participar en la vida política. Las instituciones burguesas tienen su racionalidad en justificar la distribución de los bienes sustanciales por las cualidades de las personas que los detentan; el maestro no da el saber, lo hace surgir del aprendiz; el oficiante del matrimonio no da una persona a la otra, solo atestigua su mutua entrega; el médico no da la salud, la restaura; el organizador político no regala derechos ni libertades a las personas, solo les asegura lo que es de ellas, etcétera. Es notorio que el principio predominante en la sociedad moderna es la igualdad y, con ella, una concepción formal de la justicia. Según esta concepción, al distribuir diversos bienes a las personas, tiene mayor derecho a determinado bien aquella persona que tiene en mayor medida la cualidad relevante para merecerlo (Gosepath, 2004). Así, el estudiante más talentoso y comprometido merecerá las mejores oportunidades de estudio y la persona más necesitada de servicios de salud tendrá más derecho a ellos que las personas que no están enfermas. Esta concepción formal de la justicia no conoce el criterio de reciprocidad, se contenta con el de la generalidad. Al operar con valores generalizados o equivalencias prefijadas, administra sistemas de igualdad compleja que adjudican diversidad de bienes a personas que tienen muy distintas cualidades y condiciones. Uno de los problemas graves que se producen en la sociedad que usa el criterio de justificación general, no acompañado por el criterio de reciprocidad, es la exclusión. Personas sin los logros promedio en algunos sistemas de valor generalizado —conocimientos, habilidades, aptitudes físicas, productivas, atributos éticos— acumulan estas descalificaciones secuencialmente y el sistema las recluye en zonas de subsistencia en las que están bloqueadas la mayoría de las formas de cooperación recíproca que la sociedad moderna alberga, en especial la educación superior y la organización política. Otra causa de injusticia estructural es que la misma sociedad que, con la libertad general, da espacio para que las personas redefinan los bienes y las cualidades personales, suele negar o ignorar estos nuevos valores a la hora de precisar las normas. La exclusión y la intolerancia crecen a la sombra de los altos edificios de una sociedad altamente estructurada por criterios de justificación general.
.....