Psicoanálisis y discurso jurídico
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Gustavo Dessal. Psicoanálisis y discurso jurídico
NOTA PRELIMINAR
INTRODUCCIÓN AL PSICOANÁLISIS Y SU ALCANCE
NORMALIDAD Y LOCURA. APORTACIÓN PSICOANALÍTICA A LA CONDUCTA CRIMINAL
HACERSE CARGO: CULPA Y RESPONSABILIDAD
LA VERDAD EN PSICOANÁLISIS
LA INUTILIDAD DEL MAL
LA DIMENSIÓN SUBJETIVA DE LA LEY: INTRODUCCIÓN AL CONCEPTO DE SUPERYÓ
¿CÓMO AFECTA EL INCONSCIENTE DE LOS JUECES A SU INTERPRETACIÓN DE LA LEY?
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO
CIENCIA Y DERECHO: POSITIVISMO CRIMINOLÓGICO
POR QUÉ SEGUIMOS HABLANDO DE FREUD
CONVERSACIONES CLÍNICO-POLÍTICAS
PIONEROS DE LA PSICOSIS
EL INCONSCIENTE DEL NIÑO
ESTAMOS TODOS LOCOS
Отрывок из книги
NOTA PRELIMINAR
PRÓLOGO
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Lo que subyace a todas las innumerables variaciones de la sexualidad humana, que demuestran la imposibilidad de alcanzar un modelo ideal, es el descubrimiento de que el inconsciente, es decir, el lugar donde se inscriben las marcas determinantes de la vida de un sujeto, carece de las representaciones que habrían de proporcionarnos un saber sobre lo que significa ser hombre o mujer. El drama humano, en lo tocante a la sexualidad, consiste en que toda identidad no tiene más alcance que el de un simulacro, una mascarada que se fabrica con el collage de distintos elementos, fundamentalmente las identificaciones a figuras significativas primordiales, es decir, los modelos parentales. Ciertos simulacros son más exitosos y duraderos que otros, pero en el fondo todos ellos están amenazados por la posibilidad de que una contingencia de la vida los desbarate, y la existencia como hombre o mujer quede cuestionada mediante las preguntas cifradas en un síntoma: «¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Cuál es el deseo que late en el fondo de todo aquello que he creído ser?».
La identidad sexual forma parte de la ficción general en la que consiste la realidad humana. Somos la única especie que habita en un espacio ficcional, construido a partir de la función creadora del lenguaje. Eso significa que nuestra existencia supone la absoluta desnaturalización de todas y cada una de nuestras funciones vitales. Comer, defecar, copular y cualquier otra conducta que pudiéramos suponer guiada por los mecanismos automáticos de la información genética o instintiva, sufren una profunda alteración como consecuencia de los asombrosos efectos que el lenguaje y su potencia simbólica ejercen sobre la materia viviente. Podría darles numerosos ejemplos sobre los curiosos comportamientos que tienen la mayoría de las personas cuando hacen eso que llamamos «sus necesidades». Pero estoy seguro de que cada uno de ustedes sabe muy bien de lo que estoy hablando: del ritual singular y privado que debe llevar a cabo para lograr satisfacerlas. Por supuesto, en el terreno de la copulación la cosa es incluso mucho más evidente. Hacer el amor no es lo mismo que el coito, y el coito es algo más complicado que la mecánica de los órganos genitales. Entre el cuerpo y el acto, entre el deseo y su satisfacción, se interpone una compleja trama de condiciones, peculiaridades, significaciones, interpretaciones, exigencias, fantasías, que alejan por completo la sexualidad humana de todo fundamento natural. Una de las consecuencias más importantes de esta desnaturalización de nuestra vida es el hecho de que la ficción en la que habitamos tiene dos grandes características que hacen de nuestra existencia un conflicto permanente. En primer lugar, estamos constituidos como seres fallidos, es decir, seres cuyo formato no se adapta a ninguna clase de normalidad preestablecida. De ahí que cualquier pretensión ideológica o terapéutica de alcanzar la normalidad es sencillamente una estafa moral y una práctica iatrogénica. Y en segundo lugar, que nuestras posibilidades de encontrar la felicidad o la satisfacción son limitadas y parciales. Por ello, en el fondo, la existencia de todo sujeto se reduce a la búsqueda imposible de una satisfacción inalcanzable. Lograrla es el sueño inconsciente de todo el mundo, y tenemos un término especial para nombrar el fracaso ineludible al que todos estamos condenados: lo llamamos la «castración». Si tuviera que definir qué es el psicoanálisis en una sola frase, diría exactamente esto: es una forma singular de tratar el sufrimiento humano, que le enseña al sujeto a comprender los estériles esfuerzos que ha invertido tratando inútilmente de vencer la inexorable ley de la castración.
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