Inconsciente 3.0
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Отрывок из книги
Colección + Otra
Dirigida por José María Álvarez,
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Si algo nos caracteriza como seres humanos y, por ello, como constructores biográficos y actores de la historia, es, aunque pueda parecer extraño o incluso paradójico, lo que ignoramos de nosotros mismos, lo que nos es inconsciente. El inconsciente, algo que surge desde la relación inicial con la alteridad, que requiere del habla (ser humano es ser hablante, aunque se sea sordomudo) y que puede abocarnos a lo peor. Dessal va entretejiendo su libro con luminosas pinceladas psicoanalíticas y en un lugar define el inconsciente de un modo claro y conciso: «un saber que sabe lo que yo no sé, y en el que no me encuentro, pese a que ese saber rige mi vida». Descartes estaba equivocado. Si solo dependiéramos del pensamiento, de la lógica, no repetiríamos en general lo peor, no seríamos perturbados por el síntoma, eso que apunta a lo más íntimo de nosotros. Pero no somos máquinas pensantes, sino sujetos de goce (peculiar término lacaniano que suele referirse muchas veces a lo que parece contrario, al sufrimiento anímico); tampoco somos entes biológicos emulables sino biografías que requieren a un Otro para ser factibles.
A veces se dice que olvidamos la historia cuando suceden catástrofes provocadas por seres humanos, pero no es cierto porque, aunque la recordemos, seguiremos repitiéndola, precisamente por la fuerza de lo inconsciente. En esa reiteración, el milenarismo resurge hoy aunque sea de un modo distinto al que se dio en otras circunstancias. También ahora se espera la salvación, pero esta vez carece de base una espera salvífica universal. Una escisión de la sociedad con una esclavitud generalizada es más probable que en épocas consideradas hoy como brutales. No se trata de que seamos esclavizados por máquinas como especie, sino de una bipolaridad extrema entre una élite de poder y una gran masa de siervos, preferiblemente voluntarios; no se precisan cadenas si uno es feliz en su estado miserable, y abundan fármacos y coaches para ello. En ese pretendido mundo feliz, en cierto modo previsto por Huxley, hay algo que puede ser elemento de salvación; es precisamente el síntoma psíquico, eso que se resiste al adiestramiento, un síntoma que puede variar con las épocas y lugares, pero síntoma al fin, que revela la necesidad inagotable de ser y que indica que el psicoanálisis no es cosa del pasado sino que seguirá siendo necesario y probablemente, más que ahora, en los tiempos que se avecinan.
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