Rebobinando

Rebobinando
Автор книги: id книги: 2270502     Оценка: 0.0     Голосов: 0     Отзывы, комментарии: 0 643,35 руб.     (7,29$) Читать книгу Купить и скачать книгу Электронная книга Жанр: Языкознание Правообладатель и/или издательство: Bookwire Дата добавления в каталог КнигаЛит: ISBN: 9789878924090 Скачать фрагмент в формате   fb2   fb2.zip Возрастное ограничение: 0+ Оглавление Отрывок из книги

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"Cuentos en los que la acción se desencadena a partir de una espera. Cuentos de personas que se ven forzadas a salir de su quietud. Desde 'El imán' hasta 'Rebobinando', siete historias de seres que por algún motivo empiezan a quedarse afuera del mundo útil. Analítico, hiperbólico y descarnado, Rebobinando de Hilario González se mueve en el borde donde lo real puede volverse raro en un segundo, como en el brillante 'Arroyo de los Huesos'. Dice un personaje que 'el recuerdo del tiempo pasado es la demostración de que estamos vivos'. También es vital que exista este libro" (Alejandro Güerri). «Raymond Carver, cuyo apellido significa 'tallador', parecía seguir el mandato de su nombre y tallaba sus textos. Hilar es narrar, e Hilario González hila en estos cuentos un orden personal, retorcido; el nombre 'Hilario' significa 'alegre', y eso ilumina el sentido de este libro, que se toma con un humor desconcertante la contradicción vital» (Santiago Llach).

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Hilario González. Rebobinando

El imán

Límite de fluencia

Hospital Fernández

Arroyo de los Huesos

Nononó

Planta permanente

Rebobinando

Agradecimientos

Índice

Отрывок из книги

Hilario González

Rebobinando

.....

Me ponía bastante nervioso cuando descubría que su recorrido tenía un cierto patrón, un patrón complicado pero definido. Cuando llegaba del trabajo y veía a la Chicha yendo y viniendo y necesitaba tener un pedazo de madera en el bolsillo. A veces la perra se chocaba con mis piernas y sentía que me sacaba energía, a veces incluso me mareaba. Me conseguí una astilla grande del tamaño de un lápiz grueso. Un pedazo de quebracho colorado que había encontrado cerca de las vías. Cada vez que la Chicha me tocaba, me tenía que hundir la astilla de quebracho en el dedo gordo, pero sin llegar a lastimarme. Como si estuviera prendiendo un encendedor.

Élida se lo tomaba a mal cuando me descubría. Decía que tenía que hacerme ver esa manía de andar buscando amuletos para sobreponerme a las incomodidades que me inventaba. Yo le decía que no eran amuletos. Y suponiendo que fuera una manía, ¿cómo me hago ver una manía en el hospital? Nunca me entendió ella. El imán lo necesito cuando hay metal en el aire; la piedra negra, cuando siento tierra. Esos son objetos que me dan equilibrio. Los otros son más como protección: la astilla de quebracho, por la perrita ciega que me ponía nervioso; el llavero de pelo de vicuña funcionaba cuando se enfermaba alguien cercano. No para curarlo sino para que se definiera la situación, para bien o para mal; el pedacito de coral, para cuando íbamos a visitar a alguien de la familia de Élida y yo sentía que me sentía incómodo; y la moneda china, cuando había dinero en el medio y necesitaba tomar una decisión.

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