Número 7

Número 7
Автор книги: id книги: 1551695     Оценка: 0.0     Голосов: 0     Отзывы, комментарии: 0 422,66 руб.     (4,12$) Читать книгу Купить и скачать книгу Купить бумажную книгу Электронная книга Жанр: Языкознание Правообладатель и/или издательство: Bookwire Дата добавления в каталог КнигаЛит: ISBN: 9789874116383 Скачать фрагмент в формате   fb2   fb2.zip Возрастное ограничение: 0+ Оглавление Отрывок из книги

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Numero 7 es un libro de cuentos que alberga justamente, siete cuentos. Este universo creado, en mucho mas que siete días, recorre la vida de siete protagonistas que se encuentran en zonas de riesgo en su plano existencial. Comenta su autora: «Como escritora siempre me ha preocupado provocar al lector, que se conmueva, que se pregunte, que pueda mirar los lugares, las situaciones y la infraestructura emocional de los personajes. Es por esto que el lector podrá vivir estos cuentos como si estuviera viendo su película favorita. Tener contacto con estas siete historias será un encuentro memorable y una reunión de la cual va a quedar mucho para pensar, así como un lugar al que volver cada vez que se sientan las ganas de leer una buena historia».

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Iana Verónica Paroli Krasteff. Número 7

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Hombre dividido

Mi historia es la que cuentan, no lo que sucede -se dice frente al espejo del baño un hombre de 43 años-. Pasaron los grandes heroísmos, salvar el planeta y morir de amor. La misión es vivir. La gran misión. A levantarse y hacer lo que se pueda. Se lava la cara y se mira en el ovalo colgado en la pared, idea de su señora. Él no iba a comprar un espejo ovalado y rodearlo de flores. Si me preguntan prefiero los espejos cuadrados y que me miren hasta la mitad del cuerpo. Mirando adentro en el espejo descubre una mancha en su pómulo izquierdo y varias arrugas. ¡Estoy viejo! ¿Tendríamos que haber hecho ese viaje?. Tira la toalla en el piso, es consciente que a ella le enferma, ¡Por algo sucede todo! -ríe cómplice. Prende la radio y cierra la puerta, un viejo método para que quienes se aventuren a entrar piensen que la casa no está sola. Él es el último en salir, los chicos están en el colegio y Sara en la universidad. La mujer, Sara, es secretaria del decano de la facultad de agronomía hace dieciocho años, prácticamente desde que se casaron. La casa está sola, piensa. Ve gente extraña husmeando las ventanas de alfeizar, fisgoneando a través de las cortinas de flores ¡Elección de Sara! ¡Ojos que alcanzarán la silueta de los sillones de pana morados, el dresuar , la escalera de ciprés. Y la casa está sola. Se siente así, como la casa, solo y lleno de voces oídas por nadie, merodeado por fantasmas. Camina a la agencia sin prisa, el aire lo aprisiona y le mete frio. Las cuadras traspasan una plaza escondida en un callejón. Ahí se sienta, ahogado. La boca de Sara susurrando su nombre arrasa sus oídos y tiene un mal presentimiento. La voz de Sara escuchada cada día durante todos esos años, una voz que fue cambiando su calidez hasta llenarse de sonidos estridentes, como de vidrios pisados o cosas que caían y se estrellaban, la voz de Sara. ¿Les habrá pasado algo? Llama. No. Están bien, los chicos en la escuela, ella justo en ese momento cruzaba a la fotocopiadora, lo hablaría más tarde. Inspiró largamente y recordó el sueño. Recién se habían casado, Sara tiró el ramo: una bomba que dejaba en blanco la habitación, borrándola a ella, a él, a su historia. “Auxilio” repetía, hasta que su propio grito lo despertaba. Sara lo mira pasmada desde la otra orilla de la cama. Sale y vuelve con un vaso de agua que deja en su mesa de noche y apaga la luz. Esa mañana se lavó la cara frente al espejo ovalado y se prometió: “¡A levantarse y hacer lo que se pueda!”. No pensaría en el pasado ni en lo que iba a venir. Parece imposible vivir hoy- se dice. Hay algo atado en él que no quiere desanudarse, algo que está viviendo atrás no se deja atrapar. Y eso lo mira desde el frente y es dentro de diez, veinte años.

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-Bueno, le digo a mi mami …-. Ahí mismo se arrepintió de lo dicho y le sudaron las manos como siempre que se ponía nervioso.

-Te espero-. Se sentó otra vez en el cordón y otra vez dejó la cartera y los libros en el suelo. Parecía que tenía todo el tiempo a su disposición, incluso el tiempo de él. De su vida dispuso así, llevándolo a “su terreno” y él jamás le reprochaba nada, solo una vez se había atrevido, una vez, pasados siete años de matrimonio. Y ella lo había escuchado como escuchaba la radio mientras se pintaba las uñas.

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