La llamada de lo salvaje
Реклама. ООО «ЛитРес», ИНН: 7719571260.
Оглавление
Jack London. La llamada de lo salvaje
Отрывок из книги
JACK LONDON (Estados Unidos, 1876-1916) fue un hombre inquieto: ladrón, marinero, aventurero, emprendedor de diversas empresas, muestra el espíritu de su época. A finales del siglo XIX, Estados Unidos era un hervidero de personas que buscaban alcanzar fortuna en una tierra que se veía tan salvaje como llena de oportunidades, gracias a un progreso rápido que se percibía debido al apogeo industrial y al desarrollo de vías de comunicación que prometían integrar los sitios más recónditos del país.
La llamada de lo salvaje tiene como antecedente el viaje que London hizo en 1897 al Klondike, en Canadá, durante la fiebre del oro que impulsó a cientos de personas a dicho territorio, entre los que se encontraba desde cazadores de tesoros hasta personas incapaces de sobrevivir en esas agrestes y heladas tierras. Esta fiebre del oro tendría como consecuencia la colonización del oeste de Canadá y el territorio de Alaska.
.....
Por dos días con sus noches el vagón fue arrastrado por ruidosas locomotoras y por dos días con sus noches Buck no comió ni bebió. En su furia, les gruñía a los empleados del tren que se le acercaban, quienes en respuesta se burlaban en su cara. Cuando Buck, temblando y echando espuma por la boca, se lanzaba contra los barrotes, ellos reían y se le mofaban. Le gruñían y ladraban como si fueran perros rabiosos, maullaban y graznaban agitando los brazos. Buck sabía que todo era bastante ridículo, pero cuanto más ultrajaban su dignidad, más crecía su furia. No le importaba mucho sentir hambre, pero la falta de agua le causaba un gran sufrimiento que intensificaba su cólera hasta extremos febriles. Incluso, debido a su nerviosismo y a su carácter sensible, el maltrato le había provocado una fiebre que se había elevado debido a la irritación y resequedad de su garganta y de su lengua.
Solo una cosa lo alegraba: le habían quitado la soga del cuello. Eso les había dado una injusta ventaja y ahora que no la tenían podía enseñarles quién era. Estaba resuelto: nunca más le pondrían una soga alrededor de su cuello. Por dos días con sus noches no comió ni bebió; durante esos dos días con sus noches de tormento, acumuló una reserva de ira que no auguraba nada bueno para el primero que se atreviera a molestarlo. Sus ojos estaban inyectados de sangre y se había convertido en un demonio furioso. Estaba tan cambiado que ni el juez lo hubiera reconocido, incluso los empleados del tren se sintieron aliviados cuando lo entregaron en Seattle.
.....